Indispensable nueva normatividad en la UAN

No se ha hecho necesario salir de la crisis universitaria para visualizar una sucesión de “puntos nodales” que requieren de una reingeniería jurídica. Más aún, la nueva normatividad universitaria viene a ser parte de los requerimientos no solo para salir, sino para evitar que la UAN caiga nuevamente en crisis. Por lo pronto baste decir que la Universidad no se rige por lo legalmente estatuido, sino por la ocurrencia de quien presenta más fuerza política. Y es que se cuenta con una “Ley Orgánica” contradictoria en sí misma y con un “Estatuto Jurídico” violado por todas las autoridades y organismos gremiales. Pero además, la “crisis universitaria” ha puesto de manifiesto prácticas inconvenientes para el “buen desempeño” de las instancias y de los funcionarios de la UAN.

Desde la perspectiva de la organización académica la universidad es un caos. Hasta antes del periodo rectoral de Francisco Javier Castellón Fonseca la UAN estaba organizada en “Facultades y Escuelas”. En dicho periodo y como respuesta a las exigencias del capitalismo global se inicia un proceso de reestructuración universitaria por “Áreas del conocimiento” basadas en un proceso de desarrollo en los estudiantes de las “competencias profesionales”. Era la segunda ocasión en que la universidad pretendía modificar sustancialmente su estructura educativa; el primer intento se hizo con la presencia de Manuel Ulloa Herrero, quien impulsó la organización de las facultades y escuelas en base planes modulares. Y al igual que con Javier, la resistencia al cambio y la inercia fueron las dominantes. Sin embargo la diferencia entre ambos procesos estuvo en que el último intento estuvo acompañado de modificaciones y adecuaciones a la normatividad universitaria secundaria porque la “Ley Orgánica” que cumple la función de Constitución Política Universitaria no se adecuó. Desafortunadamente para la UAN los rectores posteriores a Javier no promovieron cambios sustanciales a las normas vigentes y permitieron la “ingobernabilidad” como método de conducción de la universidad. Como consecuencia quien dicta el rumbo de los universitarios es políticamente el más fuerte y la arquitectura universitaria es a la vez y en contradicción, por Áreas del conocimiento y por Facultades y Escuelas que en algunos lugares se denominan “Unidades Académicas”.

La crisis universitaria también cuestiona la arquitectura de los órganos de gobierno en todos los niveles y la estructuración de las autoridades. Para empezar a especie del presidencialismo en la UAN se establece el “rectorismo” por un lado y el “sectorismo” por otro. Los sectores, FEUAN, SETUAN y SPAUAN semejan al PRI, PAN y PRD en el Pacto por México; ellos acuerdan junto con el rector o con el presidente de la República y, el Concejo General Universitario o el Congreso de la Unión da validez o legitima dichos acuerdos. La diferencia estriba en que en la UAN el rector es “ajonjolí de todos los moles”, es poder ejecutivo, a la vez es poder legislativo y para no dejar, es también poder judicial. De allí que solito se diga y se conteste o en compañía de los dirigentes de los sectores si es que lo juzga conveniente, “haga y deshaga” a su muy “real entender”. Por lo pronto allí está una de las causas de esta crisis universitaria y consecuentemente, uno de los remedios que se deben de dar para superarla: la separación de poderes en por lo menos cuatro instancias distintas e independientes una de otras: un Consejo General Universitario a especie de Poder Legislativo, un Rector a especie de Poder Ejecutivo, un Tribunal Universitario a especie de Poder Judicial y un Órgano Universitario de Fiscalización a especie de Auditor universitario. Por otra parte se debe definir la función sustantiva de la universidad de conformidad a las exigencias de la globalidad, si es que aspiramos como nayaritas a vincularnos al concierto académico mundial, con una estructura de autoridades académicas colegiadas. Desde luego que existen muchos otros puntos nodales que abordar. En fin.