La modernidad genera más desigualdad
Francisco Cruz Angulo
08 de noviembre de 2014
En estos días el Jefe del Poder Ejecutivo Estatal, Roberto Sandoval acompañado por miembros de su gabinete del área social realizó una intensa gira de trabajo por comunidades serranas de la Yesca.
Desde el inicio de su administración estas giras al interior del Estado han sido se estilo personal de gobernar, es decir estar en contacto directo con la gente, conocer de sus necesidades cotidianas y resolver aquellas que son posibles.
Sin embargo había que valorar objetivamente si esa conducta resuelve de fondo la extrema pobreza de esas comunidades con esa política asistencialista.
La Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno de la República por voz de su titilar Rosario Robles ha señalado en reiteradas ocasiones que son políticas paliativas mientras no se organice a la gente para generar bienes de consumopor sí mismos.
El programa “Prospera” recientemente anunciado es un salto cualitativo pues apunta en vincular la asistencia social con el fomento de las actividades productivas que generará empleos y producción para el autoconsumo familiar.
¿Qué es lo que necesita una comunidad para lograr su bienestar social? Evidentemente mejorar el nivel educativo de sus niños y jóvenes; construir clínicas de salud comunitarias, que disponga de energía eléctrica y agua potable, materiales para la autoconstrucción de sus viviendas y organizarse para crear pequeñas unidades de producción de manera que aprovechen sus recursos naturales.
El Senador de la República, y líder Nacional de la CNC, Humberto Cota Jiménez hace algunas semanas logró un punto de acuerdo en el Senado de la República para que la SAGARPA y la Secretaría de Economía otorguen apoyo financiero a la agricultura familiar en aquellas comunidades que están muy alejadas de las cabeceras municipales.
Nadie objeta que el Gobierno Estatal gestione y construya grandes obras que trascenderán más allá de su sexenio.
Si bien estas grandes obras inicialmente crean miles de empleos y reactivan relativamente la economía del lugar en donde se construyen, a largo plazo solo benefician a muy poca gente. Señalemos algunos ejemplos: el creciente florecimiento de la industria turística de la Riviera Nayarit que genera año a año miles de millones de pesos, sin embargo de toda esa riqueza una mínima parte va a parar a las miles de familias pobres que viven en poblaciones cercanas a esos megahoteles. Si hubiese una mejor distribución de la riqueza el partido gobernante hubiera ganado las elecciones en Bahía de Banderas y Compostela con un amplio margen. La realidad que a la mayoría de los habitantes de esos municipios solo les dejan las migajas y los grandes hoteleros se llevan sus cuantiosas ganancias a sus países de origen.
Lo mismo ocurre con las modernas vías de comunicación en esta capital. Sirve a una mejor y rápida comunicación de quienes utilizan el vehículo para su traslado de un lugar a otro más lejano, con ahorro de tiempo y dinero para el usuario y mejorar la plusvalía de las casas-habitación por donde corre le moderna avenida, pero que hay de quienes viven en colonias populares en donde sus calles están destrozadas y llenas de charcos de aguas que ponen en riesgo su salud y además lucen a oscuras debido a que carecen de luz pública.
A lo anterior agreguemos la escasez de agua potable y alcantarillado y tiraderos de basura por doquier.
No es que esté en contra de la modernización de nuestra ciudad capital; pero que no dejen en el abandono a decenas de colonias populares que a diario tienen que lidiar para darle una vida digna a sus hijos.
El Gobierno también debe ocuparse de la ejecución de pequeñas obras que sean más gratificantes para esas miles de familias pobres, que las grandes obras.
Allí está un referente reciente: la apabullante derrota del PRI a la alcaldía de Tepic, pese a las grandes obras que realizó el Gobierno Estatal.
En tanto no haya un equilibrio en la inversión pública que beneficie a todas las clases sociales se ampliará la brecha entre ricos y pobres.
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