El ritual del besamanos
Ulises Rodríguez
27 de octubre de 2014
Aproximadamente a las 7 de la noche de este domingo 26 de octubre, mi amigo Pablo Vargas –quien constantemente me permite intercambiar puntos de vista con él, lo cual es todo un aprendizaje- me preguntó vía WhatsApp si estaba viendo el 3er informe de gobierno de Roberto Sandoval y mi opinión al respecto. Un tanto apenado, tuve que responderle que no, pues estaba leyendo una “Adolfo López Mateos, una nueva historia” de Emilio Arellano –un libro con interesantes datos biográficos sobre el ex presidente- al mismo tiempo que veía por enésima vez “Batman, el caballero de la noche asciende”, ambas actividades, infinitamente más interesantes que escuchar al gobernador de Nayarit y sintonizar la fiesta que bien podría llamarse “el día del gobernador”.
En la hegemonía priísta del siglo pasado, cuando el PRI gobernó sin contrapeso alguno durante setenta años y que el país giraba en torno a un eje central, que era la voluntad del presidente en turno, cada 1ero de septiembre, día donde el titular del ejecutivo rendía su informe de gobierno, era llamado “el día del presidente” o el “ritual del besamanos”. Basta con echar un vistazo a cualquier biografía de las muchísimas que hay sobre personajes de la política en aquel entonces, principalmente algunos ex legisladores federales que detallan que el hecho de no acudir a un informe, no ir a saludar al presidente y externarle -con el lenguaje más servil posible de preferencia-, que él era el salvador que México esperaba, bien podía acabar con sus carreras políticas y evitar que llegaran al senado o a las gubernaturas de sus estados natales. Fue en aquella época cuando llegó para quedarse el servilismo propio de estos eventos, donde los asistentes suelen ser acarreados que están inscritos en un programa de apoyo social y que van bajo amenaza de perder los míseros beneficios con que cuentan; van los que trabajan en alguna entidad de gobierno que ante el temor de perder su empleo, asisten aunque no tengan el menor interés en hacerlo, los miembros de sindicatos cuyos líderes, empeñados en quedar bien con el mandatario los obligan a asistir bajo amenaza de descuentos y sanciones; van, finalmente, los miembros de la clase política y los círculos de poder en el estado, quienes ansían compartir las mieles del poder y por ello rinden pleitesía al gran Tlatoani, que se erige imponente ante un escenario faraónico, solo para decir con limitada oratoria, mentiras y ocurrencias que contrastan con la realidad en que vivimos todos los demás. Ese ha sido y sigue siendo “el ritual del besamanos”.
Antonio Echevarría Domínguez, quien gobernó el estado entre 1999 y 2005, fue el último gobernador que asistió a dar su informe al congreso del estado. A partir de finales de 2006 –cuando Ney González tenía que rendir su primer informe de gobierno-, la ceremonia del informe se convirtió en una fiesta de lucimiento personal del gobernador, más que una ceremonia solemne donde se le rinda informe al pueblo de Nayarit, sobre el estado que guarda la administración pública. A mi amigo Pablo le comenté, minutos más tarde, cuando me insistía en sintonizar “el canal de la gente” –que a ambos nos genera jaqueca- y ver el informe, que no era necesario hacerlo, Roberto Sandoval es altamente predecible.
Cuando la capacidad del gobernante es limitada, no habrá mucho con que pueda sorprendernos. Estoy seguro que el tema principal fue la seguridad y la labor de la policía Nayarit para mantener al estado en los primeros lugares de seguridad pública a nivel nacional, a pesar de que sabe perfectamente el mandatario que los nayaritas, en su mayoría, estamos en contra de la forma de actuar de los elementos de dicha corporación que más se conducen como delincuentes llenos de prepotencia que como una corporación al servicio del pueblo. El gobernador sabe muy bien que fue ese comportamiento de su policía, una de las causas de los resultados electorales de julio pasado.
También, es dado el gobernador a hablar sobre las “Grandes Obras”… como si los nayaritas no fuéramos testigos de manera cotidiana de las obras mal planeadas que pululan por la ciudad, eso sí, con grandes lonas informativas que anuncian la inversión de millones de pesos, mismos que la mayoría de las veces no se ven reflejados en las obras presumidas -¿Alguien podría creer que en la remodelación de la loma se invirtieron cerca de 100 millones de pesos?-. En el rubro de las grandes obras, yo sinceramente espero que haya pedido un fuerte aplauso y reconocimiento público para ese personaje al que se refieren todos los constructores del estado y que se ha convertido en una personalidad omnipresente cuando de pedir porcentajes en la licitación de obras se habla, Hugo Sánchez Sandoval. Me imagino que el diputado Gianni, ha de haber estado a punto de las lágrimas –conociendo su emotividad- al ver en la gran pantalla que se yergue sobre las espaldas del gobernador salían obras que todavía algunas de sus constructoras personales alcanzaron a realizar. Durante la pasada campaña, no fueron pocos los dueños de constructoras que apoyaron de manera decidida las candidaturas del PAN en Nayarit, solo a cambio de cobrarle la factura al grupito que ha hecho de la licitación de obras en el estado, su negocio personal.
Si no me equivoco, Sandoval no dejaría pasar la oportunidad de distanciarse de Ney González y de culparlo del desastre financiero en que dejó al estado, un desastre hijo de la irresponsabilidad no solo de Ney en su calidad de titular del ejecutivo, sino de quienes aprobaban en el congreso, sin mayor discusión las iniciativas de Ney para solicitar deuda pública. Uno de ellos fue siempre el diputado del 3er distrito entre 2005 y 2008, Roberto Sandoval Castañeda. Finalizo diciendo que entre más pretende Sandoval establecer diferencias respecto de Ney, más termina pareciéndose a él. Puede que exista una animadversión del gobernador hacia su antecesor en el cargo, pero nadie podría negar que sus estilos de gobernar son muy parecidos: aviones privados para viajar, despilfarrar dinero en tiempos de crisis, gobernar en base a ocurrencias en lugar de hacerlo de acuerdo a proyectos trazados, adictos a la lisonja y a la publicidad pagada, de piel sensible –dijera Genaro Martínez- a la crítica. Sin duda, esta fue la noche de Roberto Sandoval, rodeado de artistas, de gobernadores –igual de repudiados en sus estados de origen como él lo es aquí-, de miles de personas que acudieron bajo amenaza o con la promesa de un lonche y 100 pesos, pero que ya estando ahí, aplaudieron seguramente y tal vez creyeron en esas bonitas imágenes que se transmitieron en la pantalla, pero que al salir del auditorio de la gente se preguntan ¿Dónde está el Nayarit del informe, que contrasta brutalmente con la realidad del estado?
Comentarios