Enconos a flote
Carlos Fránquez
27 de septiembre de 2014
La política y la democracia tienen en el marketing comercial, travestido a la política, su principal enemigo.
Los millones y millones de pesos que se invierten en cada proceso electoral (unos legales y otros de dudosa procedencia) han traído como consecuencia el enriquecimiento desmedido de los propietarios de los medios electrónicos e impresos y de los “consultores” políticos, pero no han mejorado la democracia ni incrementado el número de electores en la urnas.
Mucho menos han mejorado el nivel de conciencia de la ciudadanía ni de los que ahora se dedican a la política.
Estos hechos quedaron manifiestos en la reciente toma de poder de la presidencia municipal de Tepic por parte del Dr. Leopoldo Domínguez.
Después de varios dimes y diretes con propósitos mediáticos entre el presidente municipal electo y el gobernador del estado acerca de si este último asistiría o no a la toma de poder del triunfador en las urnas, Roberto Sandoval decidió, de última hora, asistir.
La presencia del gobernante en un evento que consideraban solo de ellos inquietó, desde un principio, a los invitados al teatro en el que se llevó a cabo el cambio de poder. La incomodidad de los asistentes derivó en abucheos al titular del ejecutivo en el momento en que hacía uso de la tribuna.
En opinión de algunos los abucheos tuvieron como base un resentimiento acumulado por la intromisión de Roberto Sandoval en el proceso electoral, en el cual, el actuó en favor del candidato del partido oficial, según él le llamó. Sumado a lo anterior, en el tiempo transcurrido entre el triunfo del candidato opositor y el evento de transmisión de poder, el gobernante estatal emitió otras tantas opiniones mediáticas vertidas con un sentido beligerante.
Ante los improperios, ante la gritería, una de las ventajas de la política es que ésta, a diferencia del marketing político, sí tiene que decir. La molestia –justa o no—de los inconformes brindó una magnífica oportunidad para que el gobernante, saliéndose del libreto, entablara una comunicación con los manifestantes y pidiera disculpas por lo que los tenía ofendidos; invitar a esos mismos a establecer una nueva relación en beneficio de todos y comprometerse y cumplir (como dice otro eslogan ampliamente repetido). Pero eso implica oficio político y este se adquiere con muchos años en el ejercicio de tal arte. No podía suceder.
Pero igual, el presidente municipal electo careció de las tablas necesarias para convocar al respeto a los manifestantes, eran sus invitados y la receptividad de éstos a su voz era muy alta. No sucedió, su actitud se mantuvo férreamente sostenida en las distancias definidas de antemano, actuó al gusto del cliente, que en ese momento se sentía airado.
La política tiene pues, mucho que hacer en Nayarit: confrontar el dañino papel del llamado marketing político; formar ciudadanía; invitar a los que hoy día se dedican a la política a crecer ideológica y culturalmente; a impulsar la vida en democracia; a pensar en el bien común, antes que en del privado del posicionamiento de su imagen que, apenas mañana, estará depositada en el bote de la basura, en tanto el “nuevo” paga a los merolicos mercadotécnicos millones y millones de pesos –algunos se tasan en dólares– para que posicionen su “marca”, es decir, su imagen para que los spots digan que él es el nuevo (y seguramente anunciará el manido “cambio”), presentado no como un demócrata, sino como un objeto de consumo para una masa cada vez más voraz e irracional.
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