Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Los retos que enfrentará Peña Nieto

Francisco Cruz Angulo

03 de diciembre de 2013

El domingo pasado el presidente Enrique Peña Nieto cumplió un año de su mandato constitucional.

Sin duda entregó buenas cuentas en términos generales. Tuvo dos logros importantes; a saber, al inicio de su gestión instituyó el “Pacto por México” un documento programático de 95 puntos de la agenda nacional consensuado por el PRI, PAN y PRD.

Ese pacto es un hito en la historia política contemporánea de nuestra Nación. Por primera vez un presidente de la república logró sentar en una misma mesa a tres fuerzas políticas disímiles, pero que tuvieron la voluntad de encontrar puntos de coincidencia en torno a problemas cruciales del país.

De esta agenda programática los tres partidos lograron sacar la reforma laboral, la de la Ley de Contabilidad Pública Gubernamental, la reforma a la Ley de Amparo, la reforma Constitucional  al Sistema Educativo Nacional, la Ley de Telecomunicaciones, la reforma Hacendaria, la reforma Financiera, la Comisión de Transparencia de la Información y Protección de Datos, a la cual se le da la total autonomía y posiblemente mañana será aprobada la reforma Política-Electoral y por si fuera poco la semana que viene se iniciará el debate y aprobación de la madre de todas las reformas, estos es, la reforma Energética de la que se dice ya están cocinadas entre el PRI y el PAN.

Según el decir del presidente Peña Nieto las reformas estructurales serán la base para la transformación de México para las próximas décadas.

Tiene razón el mandatario federal. Sin estas reformas no se podría impulsar el desarrollo económico ni sacar adelante los ambiciosos programas sociales y de inversión en infraestructura carretera, ferroviaria, hidráulica,  vivienda, educación, salud, seguro al desempleo, seguro a los adultos mayores y aún más hacer rentable y competitiva a Pemex y CFE.

No obstante estas buenas intenciones van a contrapelo de la realidad que exigen los tiempos.

Los desafíos que enfrentará el Gobierno Federal distan de ser fácil. Para empezar de las reformas constitucionales hasta hoy aprobadas por el Congreso de la Unión solo la de educación se aprobaron sus leyes reglamentarias. La reforma a la Ley de Telecomunicaciones solo quedó en el texto constitucional; su ley reglamentaria lo más probable es que se postergue a un periodo extraordinario o hasta el inicio del próximo periodo ordinario de sesiones. De las reformas Política-Electoral y Energética todavía no sabemos el alcance y profundidad de ellas. Lo único que conocemos es que están siendo pactadas por el PRI y el PAN lo que llevó al PRD a deslindarse de ellas e incluso amenazó con salirse del “Pacto por México”.

Era previsible que así ocurriera. La reforma energética será el parte aguas de un antes y  un después de las buenas relaciones con la política reformista del presidente Peña Nieto.

Ahora bien, el problema real vendrá cuando dichas reformas se tengan que aterrizar. Hasta ahora todo está plasmado en papel. Lo que falta es que entren en operación, es decir, cuando sean instrumentadas en las distintas tareas del Gobierno y las apliquen a sus destinatarios.

Tenemos, por ejemplo, las enormes resistencias de la Coordinara de Trabajadores de la Educación (CNTE) para acatar las leyes reglamentarias de la reforma educativa, así como la de otros caciques magisteriales del SNTE en otros estados de la república.

El Gobierno Federal y el de los estados de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán, Veracruz, Estado de México y Distrito Federal no logran meter en cintura a los de la Coordinadora que mediante paros, movilizaciones, plantones y actos vandálicos pretenden echar abajo la reforma educativa. Los gobiernos se muestran débiles justificándose  como dialoguistas y conciliadores. Si esto ocurre en materia educativa que no espera cuando tenga que encarar a los empresarios de la comunicación o a las huestes radicales de  López Obrador y algunas corrientes perredistas que se echarán a las calles cuando se apruebe la reforma energética que según ellos es privatizadora y que despojará a los mexicanos de la renta de los hidrocarburos.

Los tiempos de gracia se le agotan a Peña Nieto. En su segundo año de gobierno los mexicanos esperamos resultados tangibles.

En primer lugar restablecer el orden y la seguridad pública en los estados de Michoacán, Tamaulipas, Guerrero, Veracruz y Coahuila que gran parte de su territorio operan con impunidad los sicarios de la droga y bandas del crimen organizado.

Si bien este gobierno cambió su estrategia en materia de seguridad nacional y le ha generado buenos resultados al  disminuir el porcentaje de homicidios dolosos, por el contrario se incrementó el número de secuestros, la trata de blancas y el robo a mano armada, sobre todo en el centro y norte del país.

Del crecimiento de la economía y de los resultados en contra de la pobreza eso lo veremos en la medida que el Gobierno Federal y de los estados ejerza con prontitud las partidas presupuestales con transparencia, eficacia y rendición de cuentas.

No nos engañemos, hay obras de infraestructura que si bien generarán miles de empleos a corto plazo, los frutos final de esas obras las veremos a mediano y a largo plazo.

No será fácil sacudir inercias o enfrentar poderosos intereses económicos y políticos que se oponen al cambio o combatir la vieja concepción asistencialista del Estado en la cual papá gobierno lo resuelve todo sustituyéndola por una nueva cultura de trabajo,  solidaria y de corresponsabilidad en la toma de decisiones del gobierno. En esta nueva cultura  del esfuerzo mutuo estamos comprometidos gobierno y ciudadanía.

El presidente Peña Nieto durante este primer año publicitó grandes expectativas de cambio; vamos a ver si todos estamos a la altura de ellas.

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