Liverpool no es parte de mi vida
Oscar González Bonilla
13 de Julio de 2025
Por la sencilla razón de liberarme a plenitud de adeudos financieros, con suma puntualidad acudí como es costumbre (antes del día 12 de cada mes) a las instalaciones de venta que posee la empresa Liverpool en la avenida México de la ciudad de Tepic para, en cualesquiera de las múltiples cajas, liquidar mil setecientos noventa y ocho pesos con 52 centavos.
Esta operación la realicé en el mes de junio anterior. Un mes me duró el gusto de no tener compromiso económico con dicha empresa que ofrece compras a crédito, puesto que antes del día 12 del presente mes, como es habitual por años, llegó a mi domicilio conocido sobre que al interior trae hojas impresas que detallan tu estado de cuenta y otras sandeces comerciales, donde se explica que tengo un adeudo de 120 pesos.
Me inconformé. ¿Cómo es posible que me cobren dicha cantidad sin haber adquirido ninguno de sus productos? Pertinente, sea de paso, decir que, de la enorme variedad de artículos en venta, el mínimo tiene un costo superior a mil pesos. ¿Entonces, cuál es la fundamental razón para cobrarme 120 pesos? Pensé que, si esto hacen los empresarios de Liverpool con sus miles de clientes, entonces se allegan buena cantidad de dinero.
También vino a mi mente la idea de cobrar esa baja cantidad para que el cliente mantenga su status de crédito. Pero nunca, después de ser poseedor por muchos años de mi tarjeta de crédito, me había ocurrido una acción similar. Recuerdo que esa empresa tenía el nombre de Fábricas de Francia. Al final de los años setentas, el periodista Bernardo Carbajal Ortega (qepd), quien en esa época se desempeñaba como reportero del periódico El Nayar de don Antonio Pérez Cisneros, cultivó estrecha amistad con quien fuera el gerente de Fábricas de Francia, por consecuencia a sus compañeros de oficio nos ofreció la adquisición de tarjetas de crédito.
Fue de esa manera como yo fui merecedor del valioso documento. Incluso cuando ya hace años Liverpool entró en lugar de Fábricas de Francia mi tarjeta de crédito sigue vigente con el logotipo de esta última dependencia, no me la quisieron cambiar a Liverpool. Por siempre con ella he realizado mis compras a crédito.
Fue entonces que decidí ir a Liverpool con el propósito de conocer a ciencia cierta del por qué el cobro de 120 pesos. Mi intención fue abordar a la primera empleada en funciones de cajera. Sabía que ella no poesía ninguna responsabilidad en el cobro, los empresarios de Liverpool son los que ordenan a sus empleados más cercanos ejecutar acciones económicas como esta.
Había que proceder con sutileza. Al entrar por la puerta de la avenida México, al lado derecho avisté empleada en funciones de cajera. Al mostrarle el documento que llegó a mi casa, le pedí me detallara la razón del cobro de 120 pesos. Sin más explicación me pidió el papel. Con los datos allí expuestos, maniobró en la computadora y me entrega un recibo con un nuevo saldo a pagar por 240 pesos.
Es decir, a falta de pago, la cifra monetaria irá en aumento mensualmente. La empleada me aseguró que es un sistema de avance tecnológico que se aplica en el equipo computacional que está muy lejos del alcance del personal que allí labora. Solamente en oficinas centrales de Liverpool (que bien pueden estar ubicadas en otra ciudad importante de nuestro país) se puede corregir esta situación, siempre y cuando el afectado lo exija.
Ante esta argumentación, mi interés es presentar una demanda ante la Procuraduría Federal de la Defensa del Consumidor. Creo que no hay otra alternativa. Además, en mi caso personal, Liverpool ya no es parte de mi vida.
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