Tepic, Nayarit, domingo 07 de diciembre de 2025

De bares y correrías de un periodista

Angélica Cureño

02 de Julio de 2025

-ÚLTIMA DE DOS PARTES-

30 de junio de 2019

¿Cómo definirías la experiencia de acudir a una cantina?

-- Bueno. Aparte que vas a tomarte unas cervezas, algún licor, es la convivencia un estado de ánimo muy agradable, relajado. Vas a bromear con los amigos, a convivir no solo con los íntimos sino con los de ocasión que allí conoces.

También se refiere a los clientes asiduos, los que acuden diario. "Ese tipo de gente te la encontrabas ahí siempre, como especie de comunidad de borrachos."  

Entiendo que las cantinas son espacios masculinizados ¿Por qué las mujeres no eran aceptadas?

--- Sí había bares con asistencia de mujeres, pero eran muy pocos. Más bien -prosigue- algunos bares contrataban mujeres para el servicio de meseras, por tanto, fueron siempre "el atractivo visual”, los bebedores se sentían atraídos por ellas y en consecuencia era mayor la asistencia al tugurio. "Aunque fueran una o dos, es más agradable que te atienda una mujer que un hombre."

¿Cuál es la importancia del cantinero?

--Hay bebedores que no acostumbran sentarse en rededor de mesas junto con los demás, colectivamente, sino que se apartan a la barra. Hay muchos que tienen esa costumbre de estar sentados frente a la barra, en lugar de convivir en grupo de bebedores lo hacen con el barman y le platican montón de cosas: confidencias, porque a lo mejor no tienen mucha confianza a la caterva y se separan. Pero también la gente que está en la barra, dos, tres o muchos más con base en el espacio, platican entre ellos, y el barman escucha todo lo que comentan. Al margen de hacer confidencias en lo particular, él sabe perfectamente definir a las personas por lo que le platican; sabe cuál es la posición económica de esa persona en particular, cuáles son sus amoríos, familia, cuál es su profesión, a qué se dedica, qué negocio tiene, cuáles son sus preferencias sexuales. Todo.

En resumen: el barman es hombre poderoso porque tiene información, incluso privada; aunque también se relaciona con las personas que conviven en las mesas, pero es más distante.  En los bares es común que la barra tenga asientos (bancos) individuales que son aprovechados para estar cómodamente y platicar con el cantinero que conoce perfectamente a sus clientes, más si son asiduos.

Otra característica del hombre que prepara las bebidas y domina la escena desde atrás de la barra, es que debe recordar los gustos de cada cliente, ese es el plus, el extra que espera cualquiera para sentirse bien atendido, como en casa.

Las cuatro paredes de la cantina protegen al parroquiano, es el espacio privado por excelencia, donde se hacen confidencias, tratos, confesiones, reclamos o propuestas. Se entrega la confianza al otro mientras se bebe vino o cerveza, y "se baja la guardia", es decir: se abandona la suspicacia y se van perdiendo las inhibiciones. La psicología indica que ahí hay confianza.

--Puedes decir muchas cosas, así, en lo corto, porque en lo colectivo no.

¿Cuándo un barman se vuelve famoso?

-- Cuando permanece bastante tiempo en un lugar. Aquí hay quienes iniciaron de barman y luego compraron su propio negocio de cantina; y las personas que convivieron con él lo siguen, van al nuevo negocio y se convierten en clientes por demás asiduos.

Es el caso de Rogelio, en la actualidad dueño del bar El Obrero de la calle Querétaro en Tepic. Él se inició en El Charro, cantina de Insurgentes y Veracruz (donde hoy se encuentra un restaurante carnes en su jugo). Rogelio se hizo famoso y ahora su clientela la tiene en su propio negocio. "Por su trato diario con la gente y porque conocen exactamente la ganancia que deja la venta de bebidas alcohólicas".

Pero como en todo "hay cabrones que se pasan de listos", comenta Óscar, y a la hora de pagar la cuenta alteran los precios y cobran de más, "pero ni modo de decir que no, si uno se encuentra borracho y más si te hayas acompañado de una dama con quien quieres quedar bien", dice y suelta la risa.

A propósito del lema "nunca te vayas con la finta", hace algunos años Óscar me platicó una anécdota muy original relacionada con el esparcimiento, los amigos y las parrandas. En esta ocasión, durante la entrevista, le pedí comentara su mejor recuerdo, una anécdota, de una parranda o de una cantina. Lo agarré de imprevisto porque no pudo, en ese momento, recordar alguna en especial.

Entonces le recordé lo que me había platicado aquella vez en el Congreso: en la ocasión, ya enfiestados, él y “El Chivo” Sergio Naya (qepd) siguieron la parranda en el lugar llamado El Nivel, sobre avenida Insurgentes, cerca del parque La Loma.

Luego a bordo del auto de Naya de casualidad pasaron por el casino María Magdalena, en la colonia San Antonio, y llegaron porque escucharon buen ambiente. En ese momento había terminado la elección de Miss Gay ante el jolgorio de numerosos homosexuales. Pero como todos vestían, peinaban y lucían como mujercitas, para los briagos fue muy fácil el engaño. Ambos se hicieron de chicas de muy buen ver que aceptaron la invitación a echar algunas copas, según las describió Óscar. El plan era seguir la fiesta en otro lugar, porque "ya andaban entrados" es decir, pasados de copas.

Subieron al automóvil de su amigo y agarraron rumbo. Lo malo de las bebidas alcohólicas es que provocan continuas ganas de orinar. De ahí que tuvieron que detenerse y bajar a liberar la vejiga en plena calle. Pero cuál sería la sorpresa de ambos cuando también bajó una chica del auto y sin más puso las piernas en escuadra se levantó su faldita para mear.! ¡Ahí se rompió el encanto! Pudoroso, “El Chivo” Naya, las abandonó en el acto.  Cuando me confió esta historia reímos mucho. Recuerdo que estábamos sentados en la oficina de prensa del Congreso del Estado, en la planta baja.

Para concluir la breve conversación Óscar González agrega que tal vez el gusto por frecuentar bares hubiera sido herencia de su padre, Donaciano González “Shanghái”, músico de oficio ya fallecido en 1987, también con la costumbre de asistir a bares y cantinas.

-- En ese tiempo conviví mucho. Me agradaba andar en ese ambiente porque me gustaba cantar y cuanta oportunidad me daban de hacerlo, cantaba; cuando a bares arribaban los músicos, un guitarrista o el trío, yo cantaba, más porque los compañeros reporteros me pedían que lo hiciera. Recuerdo les gustaba que interpretara la canción Collar de Perlas. Y empezó a canturrear: Siento en el alma unas ganas inmensas de llorar; tú me haces falta y juré no decírtelo jamás…

-- Es canción que me enseñó mi mamá, agregó momentáneamente nostálgico.

--Hoy ya no asisto a las cantinas, es muy raro que lo haga. --¿Por qué? --Porque, en primer lugar, después que me operaron en el 2000 para quitarme un tumor en la cabeza, siento que después de tomar unas cervezas me mareo y si tomo un poquito de tequila me emborracho. Lo hago muy de vez en cuando, me tomo unas tres cervezas y hasta ahí.

--Ahora, en lugar de dedicarle ese tiempo de ocio a la cantina, me dedico a leer y a redactar lo que tengo pendiente. Ya ves que esto del periodismo no termina, siempre tienes que estar en superación constante. Ya estoy viejo, tengo 65 años. Eso de andar tomando y en busca de mujeres se acabó.


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