Desquehacerado
Oscar González Bonilla
10 de Febrero de 2025
Abatido por decaimiento del ánimo, más bien por un sentimiento de insatisfacción, me posesioné en una de pequeñas bardas que circundan jardines de la plaza principal de la capital nayarita. Las bancas metálicas a la sombra estaban más bien que ocupadas por personas diversas, mientras que las expuestas al sol, vacías.
Me senté muy cerca donde desemboca al norte la calle Veracruz a la zona de esparcimiento. Desde allí observé el trajín de personas, mujeres y hombres, de las diferentes edades que transitaban en distintas direcciones con destino, para mí, desconocido. Pero, además, en su andar, muchas de ellas consumían golosinas de diversa naturaleza.
Cuando menos tres amigos que pasaban por el lugar, llegaron a saludarme. Pretexté que esperaba una persona, dicho con el interés de que no se sentaran a mi lado para platicar. Deseaba estar solo, únicamente acompañado por mis pensamientos.
De frente, al lado izquierdo de mí, llamó mucho la atención un hombre, al parecer afectado de sus facultades mentales, sentado en una de las bancas de la plaza principal. Delgado, estatura regular, medio encorvado, calculo que con edad superior a los 50 años, pero con vitalidad física. Portaba una camiseta de color verde intenso, en la espalda visible era el número 11. En la zona de los hombros y tras los sobacos circundaba línea blanca, parecía que traía una camiseta de resaque sobre otra, pero no, era una camiseta de una sola pieza.
En su momento, llegaron dos mujeres a saludarlo, ante una de ellas se puso de pie, pero las contestaciones que les daba era a gritos, al parecer, es su manera normal de platicar. Cada una se retiró en porción de tiempo muy breve.
Observé que meditaba sentado en la banca de metal. Al lado tenía una bolsa de lona de regular tamaño, una chamarra, una bufanda y una escoba. De momento, se pone de pie, toma la escoba y empieza a barrer desde debajo de la banca hasta metros al frente. La basura iba directo a una alcantarilla pluvial con enrejado cercano. La acción de barrer la realizó hasta cuatro veces en el mismo lugar.
Sentado, esculca en su bolsa y saca documentos de entre una carpeta. Tras de escudriñar entre varios, se queda con una hoja que aparta cuidadosamente dentro de su bolsa. Luego entonces, a la misma introduce bufanda y chamarra. Agarra la escoba y emprende la retirada con rumbo a la pérgola. En su caminar toma con la mano derecha la escoba de la parte inferior y como si el palo fuera una espada la mueve al aire de derecha a izquierda.
Un anciano de baja estatura, mochila a la espalda y vestimenta sucia, camina cerca. Se le ocurre sentarse en la pequeña barda de la jardinera, precisamente frente a mí. Me doy cuenta que me mira detenidamente. Fija la mirada en mi persona permanece allí durante buen tiempo. Luego se retira. No descifré sus intenciones.
Llega luego joven mujer que traía en venta vasos desechables llenos de gelatina y arroz con leche, así como jericayas. Me hace el ofrecimiento.
-Cuánto cuesta el arroz con leche, pregunto.
-A 20, contesta.
-A 20 es mala palabra, digo.
-Entonces 21, dice.
-En otro sitio de venta ese mismo producto me lo dan a 15 pesos, reclamo.
-Bueno, a ese precio se lo doy. Ya me quiero ir a mi casa, expresa.
-Deme dos.
Después de echar los vasos y dos cucharas de plástico en pequeña bolsa, se retira llena de contento.
Después llega a mí un tipo de elevada estatura, corpulento, portaba cubre bocas y en una cajita ofrecía chicles. Sin más quiso entablar plática conmigo. Me le hice cara conocida. De su verborrea escuché me preguntaba si me había gustado la (actividad) política. No, le dije. Continúo con la producción excesiva y acelerada de palabras, pero dentro de mi sordera le oí decir que las personas siempre tenemos parecido con alguien. Y se retiró.
Este episodio de la vida cotidiana en la plaza principal de Tepic me hizo recordar al ya fallecido doctor José Lucas Vallarta Robles. En ese entonces, me parece que, a finales del año 2000, era él el presidente del comité directivo estatal de PRI de Nayarit, y yo, secretario de Información y Propaganda. Este cargo se me adjudicó por el doctor Vallarta a petición expresa de los compañeros periodistas Servio Tulio Berúmen, Bernardo Macías Mora “El Venado” (qepd) y David Silva.
Me decía el doctor Lucas Vallarta: Mira, Oscar, no se te ocurra sentarte en las bancas de la plaza principal, y menos en las que están frente a Catedral.
- ¿Por qué?, preguntaba intrigado.
- Por dos sencillas razones: primero, van a creer que eres joto; y la segunda, es que van a pensar que eres mayate.
Y sí, en aquellos tiempos idos, la plaza principal de Tepic estaba convertida en el lugar predilecto de reunión de homosexuales, quienes en el sitio buscaban enganchar pareja joven de su mismo sexo, por quien era atraído emocionalmente y capaz de satisfacer sus deseos sexuales. Una vez logrado el afecto y condiciones, se dirigían al lugar que el maricón tenía destinado para la relación erótica.
Como reportero de la gente supe de denuncias judiciales de los gay contra su pareja de ocasión, pues se aprovechaban de la situación para robarlos, incluso asesinarlos.
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