Tepic, Nayarit, miércoles 22 de enero de 2025

Sin entrevista no hay periodismo

Salvador Mancillas Rentería

21 de Enero de 2025

(Texto leído por Salvador Mancillas Rentería en el acto del viernes 17 de enero en la presentación del libro titulado Acontecer Nayarita/Entrevistas, cuyo autor es el singular periodista Oscar González Bonilla)

El prólogo del presente libro, que tuve el honor de elaborar a invitación de mi amigo Oscar González Bonilla, fue una oportunidad espléndida para resaltar que las capacidades técnicas del oficio no son suficientes para ser un buen periodista. Son necesarias algunas cualidades humanas que den brillo, identidad y singularidad a esta especie de profesión que, al mismo tiempo, tiene mucho de aventura y riesgo: el periodismo.

Cité ahí a Ryszard Kapuscinski, connotado periodista, quien tiene una obra cuyo título es tajante: “los cínicos no sirven para este oficio”.

Es decir, las malas personas, malintencionadas y subyugadas fácilmente por los oropeles del poder, no sirven para esta profesión que tiene que ver con una cuestión delicada: con la construcción social de la verdad.

Es necesaria también la pasión por el oficio, como Óscar lo ha demostrado con su propia vida, para quien la calidad del trabajo periodístico no depende de la posición y de las condiciones circunstanciales en que se encuentre, sino de la disposición perpetua de informar, de entrevistar y de investigar ahí donde se necesite una guía, una orientación y unas mínimas luces para entender un acontecimiento crucial.

Conocí a Oscar en uno de sus momentos de gran fama en el estado. Lo escuchaba casi todos los días a través del exitoso informativo Notisistema, de la señal 98, dirigido por ese otro grande el periodismo nayarita, Rogelio Zúñiga Escobedo. Cuando llegué aquí a Tepic, siendo un imberbe, desempleado y tímido veinteañero, me sorprendió la generosidad, la humildad y el compañerismo de esta generación de comunicadores de gran estatura profesional. Se trata de los rasgos de los que habla precisamente Ryszard Kapuscinski en el libro antes citado: el periodismo sólo lo pueden hacer seres empáticos, dispuestos siempre a ayudar y a enseñar, sin malicia disolvente; porque estas son, precisamente, las características apropiadas para entender la necesidad social de informar.

Entender qué pasa en nuestro entorno, en los distintos aspectos de la vida social, es una demanda cotidiana. Entender lo que sucede en el aquí y ahora, es la fuente de confianza social por excelencia, de ahí la importancia del periodista, diestro técnicamente para comunicar sin interferencias y sin sesgos, pero sustentado en el cuidado de trasmitir la información de forma ética.

Porque informar para entender lo que sucede, es la condición sine qua non para crear y recrear sociedades cohesionadas, prósperas y pacíficas. En este sentido, el buen periodismo es aquel que se hace para robustecer el poder social, por encima de los poderes y las ambiciones privadas.

La verdad no es algo abstracto o espectral; no se reduce a la cuestión lógica e instrumental del pensamiento formal. La verdad es un acontecimiento que se sustenta socialmente, que alienta perspectivas, abordajes creativos e, inclusive, contradicciones o negaciones, de las que es necesario dar cuenta. Por eso los filósofos de la antigüedad denominaban “dialéctica” a las argumentaciones proposicionales: no hay afirmación que no suponga su negación o su probabilidad de falsación.

Pero esta dialéctica no anula la verdad, sino que la presenta como un acontecer dinámico. El periodismo es uno de los oficios que muestran este carácter nunca fijo que integra las conciencias en un mundo y en un tiempo específico. Ni siquiera la memoria de una época pasada, por muy fijo aparezca en los textos, testimonios o en las fosilizaciones del lenguaje, está realmente quieta: nuevas evidencias, nuevas perspectivas pueden cambiar su percepción y concepción. Ocurre como en las investigaciones de fósiles u objetos arqueológicos: un nuevo hallazgo (el descubrimiento del esqueleto de un homínido) puede cambiar las teorías vigentes hasta ese momento, por la sencilla razón de que las teorías no son La Verdad (con mayúsculas); simplemente puede aludir a una posibilidad de ella por medio del acontecimiento que sacude el pensamiento y el espíritu general de una época, o de un momento histórico.

Aludíamos también, en el prólogo, al carácter polémico de la entrevista, el género por excelencia en que Oscar González Bonilla ha concentrado su dedicación. La entrevista es dialógica; requiere un mínimo de dos personas para realizarse. Sin diálogo no hay verdad, según el paradigma platónico. E igualmente, sin entrevista no hay periodismo. Hay que entrevistar, consultar a alguien más, siempre, para obtener información qué dar.

Para eso, aparentemente simple, se necesita ser empático; no poseer ningún ápice de cinismo, porque hay que entender al otro para entrevistarlo. En suma, hay que ser buena persona para ser un buen periodista, como lo escribimos en el prólogo y termino con las palabras ahí consignadas:

“Ser buena persona le permite a Oscar González Bonilla entender el aspecto genuinamente humano de los demás para poder hacer la pregunta pertinente, la observación reveladora y la iluminación de posibilidades sociales en el mundo actual, en beneficio del lector preocupado por el destino de su comunidad. En este sentido, la mirada de Oscar es privilegiada, atenta y técnicamente confiable: procura siempre no alterar los dichos del entrevistado. Ser buena persona lo aleja, en suma, del cinismo de quienes se concentran en servir al poder, y lo acerca a las causas solidarias, a los temas que importan hoy y siempre”.


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