¿Igualdad de género en México?
Francisco Cruz Angulo
15 de octubre de 2013
En el transcurso de la semana pasada fue aprobada por el Pleno de la XXX Legislatura local reformas al Código Estatal Electoral entre las que destacaron las candidaturas independientes y la Equidad de Género, esto es, la obligatoriedad para que los partidos políticos asignen en sus listas de candidaturas el 60% para varones y el 40% a mujeres, tanto en titulares como en suplentes.
Naturalmente todas las fracciones parlamentarias calificaron como un avance en nuestro sistema democrático en tanto que otorga una mayor participación de las ciudadanas en el Congreso del Estado y en los ayuntamientos.
Sin embargo el pasado viernes el presidente de la república Enrique Peña Nieto durante una reunión con la Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO) hizo quedar cortos a nuestros legisladores al anunciar que en los próximos días enviará una iniciativa al Congreso de la Unión para reformar el COFIPE con el propósito de obligar a que todos los partidos políticos otorguen el 50% de las candidaturas a mujeres y el 50% a varones. Ahora faltará que esa reforma transite y sea aceptada por los partidos políticos toda vez que acotará el poder y la influencia de las cúpulas de poder en mano de hombres.
Creo que será motivo de un intenso debate esa iniciativa presidencial. El hecho de igualar las oportunidades a la mujer para que esta ocupe más curules en las dos cámaras del Congreso de la Unión no resolverá el problema de la igualdad de género en nuestro país.
Si bien la mujer desde que se le otorgó el voto hace 60 años sigue siendo víctima de discriminación en el hogar, en la vida social, económica y política por quienes ostentan el poder (varones) que no le ofrecen oportunidades para prepararse académica e intelectualmente de manera que puedan alcanzar importantes puestos públicos con luz propia.
Esta condición de subordinación lo podemos constatar en la mayoría de los Congresos Estatales y presidencias municipales y en el mismo Congreso de la Unión.
Si echamos un vistazo a la vida interna de estas instituciones podemos ver la casi nula participación de la mujer en los debates parlamentarios y reducido número de legisladoras ocupan la titularidad de las principales comisiones, ya que en su mayoría son utilizadas para ir a la cargada. En su mayoría pasan sin pena ni gloria, todo porque no llevan el bagaje intelectual para confrontar ideas en los debates de parlamento.
Lo ideal sería que llegaran a esos puestos de elección popular las mujeres más capacitadas para que no sean utilizadas como objetos por los líderes parlamentarios o por los dirigentes partidistas.
La igualdad de género no se resolverá por una reforma política-electoral. El problema está anclado en profundas raíces culturales que propician esa desigualdad de oportunidades a lo largo de la vida de una mujer. Hoy en día en estados sumamente atrasados como Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Guerrero, incluso en la zona serrana de Nayarit se le ve a la mujer como una mercancía de cambio, la cual es sometida desde su infancia por los usos y costumbres de las comunidades.
Es más, en las zonas sub urbanas y rurales de la población es víctima de una brutal violencia de parte del hombre pese a la existencia de la comisión de los Derechos Humanos y de la penalización de la violencia y de la violencia en el hogar o el acoso sexual en sus centros de trabajo.
La mujer será libre y competitiva cuando se despoje de los viejos patrones culturales y acceda al conocimiento científico y tecnológico que serán la herramienta para abrirse camino en la actividad gubernamental, empresarial, social y cultural. La lucha por la igualdad del hombre y la mujer estará en función a que superen ambos los viejos atavismos de una cultura machista. La liberación del uno será la liberación del otro.
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