Tepic, Nayarit, lunes 07 de octubre de 2024

El sueño de los niños y adolescentes

José Octavio Camelo Romero

28 de Septiembre de 2024

La infancia, sobre todo, durante el primer año de vida, es el periodo en el que se producen los cambios más importantes en el sueño, dando lugar al patrón definitivo alrededor de la pubertad.

De forma general, se producen grandes cambios en la duración del sueño, en su distribución a lo largo del día, así como, en la proporción de cada una de sus fases. Estos cambios vienen determinados principalmente por factores endógenos, pero también por factores externos. 

El sistema homeostático y el sistema circadiano son los Sistemas de Regulación Endógena que, aunque independientes, interactúan entre ellos, haciendo que la tendencia a dormir se produzca tras un periodo de Vigilia lo suficientemente prolongado y en Sincronía con la disminución de la Luz.

La Luz es el factor más importante para ajustar el reloj endógeno del organismo y, por tanto, el sistema circadiano de sueño.

Aunque el patrón de sueño definitivo del niño se consolida principalmente por estos factores endógenos, también está modulado por factores externos. 

De todos ellos, el establecimiento de unos hábitos de sueño y rutinas es el que se relaciona de manera más significativa con una mejor conciliación del sueño, menos despertares nocturnos y un incremento de la duración del sueño, pero además con una mejoría en la conducta del niño y en el bienestar de los padres. Esta situación es aplicable a niños de diferentes países y culturas

Respecto a qué hábitos de sueño y rutinas son los más adecuados, no existe una respuesta inequívoca. Cuando el niño no tiene problemas de sueño, seguramente numerosas rutinas son válidas, pero ciertas rutinas y estrategias favorecen con más probabilidad un sueño más fisiológico y ayudan a evitar futuras alteraciones de sueño. 

Incluso cuando el niño ya presenta problemas de sueño, éste se beneficia del establecimiento de unos hábitos y rutinas de sueño. El refuerzo de la seguridad y confianza del niño incrementa la capacidad para dormirse de forma autónoma.

Dormir demasiado durante el día dificulta el sueño por la noche. Como determina el sistema homeostático de sueño, cuánto menos despierto esté el niño durante el día, menos tendencia al sueño presentará por la noche y más superficial será éste. 

Existe una amplia variabilidad en la duración y en las características del sueño en función de la edad. Unos investigadores publicaron las curvas de percentiles de la duración del sueño en una muestra de 493 niños sanos seguidos longitudinalmente desde el nacimiento hasta la adolescencia, según los datos aportados por los padres, en general, la duración del sueño disminuye de unas 16-17 horas en el recién nacido hasta 8-8,5 horas en los adolescentes, con una gran variabilidad interindividual.

Esto refleja una gran diferencia en el ritmo de desarrollo del patrón de sueño en estas edades. Para toda la población infantil no puede determinarse cuál es la cantidad óptima de sueño, sino que han de tenerse en cuenta las necesidades de sueño individuales y ajustarse con las expectativas parentales y los horarios escolares. 

Durante el primer año de vida es cuando acontecen los cambios más importantes en el sueño. El recién nacido duerme una media de 16-17 horas, pero como los sistemas de regulación endógenos del sueño, estos son, los sistemas homeostático y circadiano son todavía inmaduros, los períodos de sueño duran poco, unas 2-3 horas, y se distribuyen al azar durante el día y la noche. El ritmo de alimentación, ritmo hambre-saciedad, es el factor externo más importante en modular el sueño en este período de la vida. Además, los ciclos de sueño son cortos, con una media de 40 min, y el sueño se inicia en fase REM, a diferencia de la fase no REM a partir de los 3 meses. Entre los 3 y 6 meses de vida, el sistema circadiano alcanza su madurez, con una mayor capacidad para mantener períodos de vigilia más prolongados durante el día, y una mayor consolidación del sueño al período nocturno. 

A partir de 6 meses, la mayoría de niños duermen durante toda la noche, con una media de 9-11 h, interrumpido por algunos despertares que coinciden con el final de los ciclos de sueño, y duermen unas tres siestas durante el día, que disminuye a 1-2 siestas al año de vida. 

La mayoría de niños se regulan rápidamente a este patrón de sueño durante el primer año de vida, mientras que otros lo hacen de forma errática, con frecuentes despertares durante el sueño, considerándose un fenómeno normal del desarrollo.

En función de la capacidad del niño para volver dormirse de forma autónoma y sin la intervención de los padres, estos despertares pueden ser el origen de dinámicasintervencionistas de los padres y conllevar finalmente un problema o trastorno delsueño. 

En la primera infancia, las transformaciones en el sueño son mucho más graduales. El sueño nocturno disminuye de 11-12 horas al año de edad hasta unas 10-11 horas a los 6 años. A partir de los 18 meses desaparece la siesta de la mañana y entre los 3 y 5 años desaparece gradualmente la siesta de la tarde.

En la edad escolar, los patrones de sueño muestran ya cierta estabilidad y se parecen a los del adulto. Duermen 11-12 horas a los 6 años y 9-10 horas a los 10 años. Una minoría de niños duerme una siesta a los 5-6 años, que suele desaparecer a los 7 años.

En la adolescencia, las necesidades de sueño son de unas nueve horas, independientemente del estadio puberal. Sin embargo, a pesar de estos requerimientos de sueño, los adolescentes de todo el mundo tienden a retrasar la hora de acostarse y de levantarse, tienen una mayor preferencia por las actividades al final del día, duermen menos horas y padecen somnolencia diurna. Hasta un 20% refiere tener al menos un problema por la somnolencia diurna, como dormirse en clase, haciendo las tareas escolares, etc. Muchos de ellos desarrollan patrones de sueño irregulares, de manera que duermen pocas horas durante los días de colegio y duermen más los días de fin de semana, así compensan parcialmente el déficit de sueño de los días previos.

La ganancia de autonomía e independencia, el aumento en las exigencias académicas, el incremento de las actividades sociales y extracurriculares, así como la mayor disponibilidad de dispositivos electrónicos como teléfono móvil, televisión e Internet, contribuyen de forma significativa en la regulación del patrón de sueño en el adolescente. Además, también participan los cambios hormonales debidos a la pubertad y los cambios en los procesos de regulación homeostático y circadiano del sueño, sobre todo, el retraso del ritmo circadiano de la melatonina en el inicio de la pubertad. 

Sin embargo, se pone poca atención a la relación de tres importantes factores cognitivos, el aprendizaje en los centros educativos, la fatiga mental y física, y la consolidación del aprendizaje en la memoria. Y precisamente estos tres importantes factores, generan la necesidad de incorporar en el programa educativo de todas las escuelas de por lo menos, educación básica, un tiempo y un espacio para que los niños y adolescentes duerman, desde la primera infancia, el preescolar, la primaria y la secundaria.

Existen muchas cosas que deberían de hacerse en educación y que no se hacen.

Doy gracias a mis 4 lectores.



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