Aquellos tiempos…
Oscar González Bonilla
15 de Junio de 2024
En mi casa robaron jóvenes chingones
Más de una hora antes de la medianoche llegamos a casa mi esposa, mi hijo y yo. Nos trajo en su coche una de mis hijas desde terrenos de la plaza monumental de Don Antonio. Era el domingo 8 de mayo del presente año, regresamos de un viaje de cinco días por San Luis Potosí.
Una de ellas trató de abrir la puerta, y nada. Luego mi hijo, y tampoco. Enseguida yo, fue entonces que nos convencimos que tenía seguro por dentro. Luego mi esposa pidió las llaves para abrir el portón y entrar ella y mi hija por el patio, por la puerta de atrás.
La sorpresa fue mayúscula cuando encendieron luces. Había reguero de cosas por doquier, los ladrones “voltearon” la casa en su afán de encontrar objetos de valor. Cargaron con cuanto pudieron, al grado que a mi hijo le vaciaron cajones de ropa, tenis zapatos, lap top y mochila. Fijaron mucho más su atención en utensilios de joven.
Con sorpresa al ver el espectáculo, mi hijo en el acto dijo: fueron ellos, a eso se dedican. Se refería a un grupo de jóvenes drogadictos que se da cita en una casa de relativa cercanía a la nuestra para comprar droga y quemarle las barbas a Satanás. En pared exterior de nuestra vivienda había sido marcada la inscripción o grafiti: Chopan y SC. Luego supe que lo primero significa Pancho (como le dicen a uno de los tres jóvenes que se metieron a la casa) y lo otro Somos Cabrones o Somos Chingones, como a usted le parezca mejor. Ahí estaba la evidencia.
Se calcula que el hurto fue realizado la madrugada del sábado. Sola la casa, los rateros tuvieron el tiempo suficiente en maleta y en bolsas acomodar una y mil cosas, mismas que concentraron en el patio y desde allí acarrear por bardas y azoteas hasta casa cercana. Les facilitó el tránsito una escalera que mi esposa pidió prestada a una vecina para cortar limones en el árbol casero.
Aún no me explico la razón para que en el patio dejaran algunas bolsas cargadas con zapatos, ropa y, aunque parezca de risa, en una de ellas como dos kilos de frijol en grano, croquetas para perro y jabón contra pulgas de éste. Algo los espantó, o le hicieron caso al papá y abuela de dos de los jóvenes rateros que por la barda de su casa recibían el producto del robo, quienes les dijeron “ya párenle”, versión de la cual nos dimos cuenta después.
Mi hija Claudia llamó al 006 de emergencias. A nuestro domicilio en Infonavit El Mirador se presentó patrulla de la Guardia Civil, cuyos elementos tomaron datos de lo acontecido y toda información que les proporcionamos. Ellos mismos pidieron la intervención de peritos de la propia Fiscalía del gobierno de Nayarit, dos que se dedicaron a tomar huellas dactilares dejadas en mueble y objetos. En la madrugada del lunes terminaron todo el trabajo que a ellos correspondía.
Otro día la primera delación. Caía la noche cuando vía mensaje de texto por el celular mi hijo recibe de un amigo invitación a platicar, pero en un sitio discreto, donde no los vieran juntos. Se trataba de un muchacho con amistad hacia la familia protagonista del robo, en la casa de la misma vio todo lo robado y reconoció ropa de mi hijo.
Mi muchacho acudió a la cita, pero antes lo consultó conmigo. Di aprobación. Le platicó a detalle lo que sabía. Incluso que en una maleta llevaron parte de lo robado a otro domicilio, que habían vendido el Xbox y estaban por vender una de las dos lap top, sólo que tenían temor de ser descubiertos si la policía se diera a investigar. Que uno de los raterillos, de 16 años de edad, se pegó un tiro en la pierna con la pistola que robaron. Seguro fue en su casa, porque en la del robo no había mancha de sangre. Este es precisamente el nombrado Pancho, miembro de la banda Somos Cabrones.
De inmediato me apersoné ante el Fiscal Veytia. Sabedor del asunto comisionó enseguida a su comandante de robos para que se encargara de la respectiva investigación, no sin antes con enérgica voz manifestar a los dos de sus agentes que como estatuas se hallaban a cada lado frente al escritorio: “La prevención está fallando, pero nosotros como investigación debemos ser muy efectivos”… continuó con su perorata en su intento por ser convincente, me pareció buen actor.
Traes carro, me dijo. No, señor, contesté. Haber, se dirigió al comandante de robos, llévenlo a su casa. En el trayecto platiqué con la intención de algo espulgar: El Fiscal Veytia sabe recompensar al personal que es efectivo en su trabajo y leal a su persona, ¿verdad? Nada manifestaron en contrario, se mostraron agradecidos y dispuestos a entrarle a los putazos cuando se los requiera el Fiscal.
Entramos a la unidad habitacional para trabajadores con más de 40 años de existencia, fue entonces que a los agentes policíacos desde la camioneta señalé puntos donde es bastante conocido se comercializa y consume droga, pero además el domicilio de la familia de rateros y sitio de reunión de una decena de jóvenes drogadictos. Se sabe que éstos son autores de múltiples hurtos de partes de automóviles, así como a casas habitación.
Me dejaron frente a mi casa, no sin antes prometer que me mantendrían informado sobre el curso de la investigación. Para eso, ellos ya tenían fotografías, nombres de los presuntos involucrados directos e indirectos, así como nomenclatura de dos domicilios donde guardaban los objetos robados. Es decir, un caudal de información que facilitaría el trabajo. Aun así me enviaron un agente que me pidió convencer al joven delator para que platicara con ellos, garantizando plena seguridad para él. El muchacho se negó por temor.
Pasaron los días y ninguna información recibí al respecto. Incluso en el ínter, al grupo de jóvenes se le vio ingerir bebidas alcohólicas en plena vía pública. Alegres departían y se comentaban sus cuitas y desvaríos, no les importaba que tierna la noche todo el mundo los viera. Celebraban su triunfo. Entonces me di cuenta que se llevaron tres botellas de tequila, una de brandy Torres y una de coñac Martell que reservaba para saborear en reunión con mis hermanos y familia. Nomás pasaba saliva por el gaznate.
Comentarios