Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Ser periodista

Ulises A. Rodríguez

23 de septiembre de 2013

Ser, en México, periodista y crítico político no es poca cosa. Para ejercer un periodismo de esa categoría se requiere mucha inteligencia, mucho valor y un profundo amor por nuestro país. La información, siempre ha sido una herramienta indispensable para la sociedad, pero la información real, esa que retrata con crudeza la verdad de nuestro país y que invariablemente incomoda a una clase política gobernante que está acostumbrada a las lisonjas y a la manipulación colectiva que disfraza sus errores como aciertos. Por ello es  una deuda moral, reconocer a quienes con su trabajo –y a costa de sus vidas en muchos casos- tratan de abrir los ojos de los mexicanos, quizá esperando que la información que dan a conocer, haga reflexionar a sus lectores, los haga indignarse y finalmente los decida a tratar de cambiar la realidad de nuestro país. Mi reconocimiento a algunos de ellos.

Cuando cursaba el bachillerato, en el conalep 169 de Tepic hace ya 8 años, mi amigo y maestro de matemáticas en ese entonces, el arquitecto José Luis Flores, me facilitó el libro “La tempestad que viene”, de Rafael Loret de Mola. Fue un libro que disfruté profundamente, pues no conocía hasta ese entonces, otras obras del autor y sin embargo su estilo inteligente y directo de desnudar a los políticos más poderosos del país mereció desde el principio mi reconocimiento. Rafael Loret ha escrito decenas de libros de crítica política, ha abordado antes que nadie temas delicadísimos para la agenda política nacional y nos ha obsequiado, son sus trabajos, la posibilidad de conocer sin caretas a quienes manipulan los hilos del poder en nuestro país. Desde aquel libro que me prestó mi maestro, no he dejado de leer uno de don Rafael, “Destapes”, “Marta”, “Ciudad Juárez”, “Confesiones y penitencias”, “Sangre política”, “2012: La sucesión”,  “Sin redención” y recientemente “Despeñadero”, donde el autor nos da permiso de acercarnos un poco a su drama personal, vivido en España, donde su ex pareja sentimental le arrebató a sus dos pequeños hijos, mismos que se han convertido en la fuerza del escritor y en su mejor impulso para seguir informando a la sociedad, con la esperanza seguramente, de heredarles a ellos un mejor país. No podía ser de otro modo, el padre de Rafael, don Carlos Loret de Mola Médiz, gobernador de Yucatán en los tiempos de Luis Echeverría, fue no solo un político honorable, sino un periodista que tuvo el valor de dar a conocer la forma en que se gobernaba el país por aquellos días, sin cortapisas ni medias tintas, don Carlos rompió el silencio cómplice de quienes eran cómplices de un sistema, por una sencilla razón: tenía la conciencia limpia. Don Carlos, fue asesinado por ordenes del secretario de gobernación de Miguel de la Madrid, Manuel Bartlett, hoy flamante senador petista, en una más de las ironías políticas de México, pues resultaría impensable que el que como funcionario orquestó el asesinato de no pocos periodistas que incomodaban al sistema, además de los perredistas que mandó desaparecer, hoy sea senador y se ostente como izquierdista, en fin.

“La información es poder”, me dijo la señora María Eugenia Jiménez Valenzuela en agosto de 2005, cuando el TRIFE tenía en su poder la impugnación de la “Alianza por Nayarit” (PRD, PT y PRS) donde se solicitaba la anulación de las elecciones de julio de ese año, que daban como supuesto vencedor al priísta Ney González Sánchez, apoyado en todo momento por Roberto Madrazo desde la cúpula del priísmo nacional, por el poder económico de Roberto González Barrera y por el crímen organizado, con el que Ney tuvo tratos desde su pre- campaña a la gubernatura. Doña María Eugenia, ex alcaldesa de Tepic e incansable durante la campaña de 2005, como coordinadora de “redes ciudadanas” a favor del candidato de la Alianza que encabezaba el PRD, el Dr. Miguel Ángel Navarro Quintero, me hizo el favor de aceptar una entrevista informal y hablar sobre el obscuro panorama que se veía venir para nuestro estado si el PRI y Ney González ejercían el poder en el próximo sexenio, como finalmente sucedió. Ambos coincidimos siempre, en que la información se convertiría a la postre en nuestra mejor herramienta para contrarrestar los abusos de poder. Por desgracia, en Nayarit la mayoría de los periodistas están supeditados a sus intereses personales, vendiendo su dignidad y traicionando su compromiso con la sociedad a cambio de no verse desamparados de la generosa nómina gubernamental. Reconocimiento merecen, por mantenerse firmes en esa convicción, periodistas nayaritas como don Oscar González Bonilla, más brillante y sencillo que cualquiera de los que se ostentan como la nueva camarilla de periodistas del “gobierno de la gente”, don Oscar ha sido siempre generoso con quienes buscan un espacio para dar a conocer sus ideas, no lo ha cegado nunca la soberbia a pesar de ser –para mi gusto- uno de los mejores periodistas de nuestro estado. Caso similar a mi amigo Roberto González Bernal, que jamás ha vacilado en dar a conocer la realidad política de nuestro estado y denunciar, desde su “Trinchera universitaria” en el periódico Realidades, innumerables casos de corrupción, siempre con el humor, eso sí, de quien disfruta a plenitud de la vida. Miguel González Ibarra, Héctor Severiano Ocegueda, Juan Manuel Estarrón y Jorge Aguayo, son otros ejemplos de periodistas valientes y valiosos en Nayarit.

Deberíamos estar agradecidos también, con mujeres tan valientes como Sanjuana Martínez, Lydia Cacho, Manú Dornbierer y Anabel Hernández. Las primeras dos por dar a conocer la enorme red de pederastia, controlada y fomentada por las más altas esferas del poder político y eclesiástico.  A Manú, guerrerense que nunca cesó de denunciar el acoso y muerte de periodistas en su estado natal y en el resto del país, a Anabel Hernández, valiente por cualquier ángulo que se le vea. Anabel nos lleva en “Los señores del narco” por el podrido mundo de las complicidades soterradas entre criminales vinculados al narcotráfico y los políticos que, ambiciosos por adquirir más poder, eran capaces de vender la tranquilidad de sus estados a cambio de satisfacer su ambición. Las mujeres mexicanas son, no cabe duda, una muestra de valor.

Nadie en México ha narrado mejor la relación y los intereses en común que existen entre el actual presidente de la república, Enrique Peña Nieto y TELEVISA, que Jenaro Villamil. La precisión de Villamil al escribir sobre los gastos millonarios que el estado de México –durante la gestión de EPN como gobernador- hace irrefutables sus argumentos, después de todo, no puede defenderse lo indefendible. Un par de detalles me hace admirarle, además de por su espléndido trabajo periodístico, por su enorme calidad humana. La dedicatoria de su libro “Si yo fuera presidente, el reality show de Peña Nieto” fue a las víctimas de represión de San Salvador Atenco, y en el contenido del mismo escrito da a conocer lo que los medios nacionales y masivos de comunicación pretendieron disfrazar, Jenaro hace con sus escritos, un poco de justicia a las víctimas de Atenco. Hace meses, le solicité a Jenaro la publicación de una nota donde pudiera darse a conocer aspectos de la política nayarita, a través de su portal de internet, que tiene lectores de todo el país y muy agradecido quedé con él, no por haber publicado dicha nota –“El PRI no solo es Granier”-, sino por el genuino interés que mostró en Nayarit. La información sigue siendo un arma eficaz para frenar abusos o cuando menos, para saber qué esperar.

Pudiera extenderme por cuartillas y cuartillas, pudiera escribir sobre mis razones para admirar a don Julio Scherer García –ícono del periodismo… ¿qué haríamos sin proceso?-, a Miguel Angel Granados Chapa y a muchos otros periodistas valientes. Ya habrá tiempo y espacio en otra ocasión… hoy solo obedecí al impulso natural de rendir un humilde reconocimiento a quienes, con su trabajo y aún a pesar de sus sendas personales de dolor –citando a Rafael Loret de Mola-, nos ofrecen los elementos informativos necesarios para poder indignarnos… y recordemos que de la indignación han nacido profundos cambios sociales.

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