Se tenía que buscar el sustento diario como sea
Sergio Mejía Cano
07 de Mayo de 2024
En la entrega anterior se informó respecto a los extrabajadores ferroviarios caídos en desgracia debido a la concesión desde mediados de los años 90, pero consolidada en febrero de 1998, de los Ferrocarriles Nacionales de México a la Iniciativa Privada, tanto nacional como extranjera. Pues bien, resulta que, en forma “benévola”, por parte del gobierno federal a finales de la década de los años 90 del siglo pasado, a las mujeres con más de 20 años de antigüedad en el servicio y a los varones con más de 25, se les dio su jubilación anticipada; no así a quienes no cumplían esos años de servicio, a quienes se les dio una indemnización.
Tanto a mujeres como varones que les faltara una semana para cumplir la antigüedad requerida para su jubilación se les dio a escoger entre jubilación o indemnización; la mayoría prefirió la indemnización en vez de la jubilación, debido a que era muy magra, y la indemnización era dinero contante y sonante a recibir de inmediato. Sin embargo, varios compañeros que habían preferido la indemnización en vez de la jubilación, alegando a quienes les preguntaban por qué esa decisión, muchas de estas personas respondían: asegúrame cinco años de vida, así que mejor venga a nos la lana.
El problema de algunos ahora exferrocarrileros que prefirieron ser indemnizados en vez de jubilados les llegó prácticamente de inmediato, pues al no saber administrar el dinero de su indemnización a los tres meses ya no tenían ni un cinco, pues a muchos les llegó la loquera de tener una cantidad de dinero en sus manos, se dedicaron a gastarla de varios modos, sobre todo en bienes electrónicos, un auto o motocicleta, teléfonos móviles para esposa e hijos y hasta para los segundos frentes, tal vez sin tomar en cuenta de que ya no tenían trabajo, y si bien varios fueron recontratados por la nueva empresa concesionaria: Ferromex, al poco tiempo fueron dados de baja.
Desde luego que hubo exferroviarios que sí supieron administrar el dinero de su indemnización, ya sea poniendo un negocio o comercio o un taller de herrería, carpintería, de soldadura, etcétera; y, también adquiriendo un permiso de taxi.
A finales de la década de los años 90 abordo un taxi, al ir rodando se atraviesa un tren en un crucero a nivel. Sin decir agua va, el chofer del taxi comienza a emitir epítetos ofensivos no nada más al tren, sino hasta a los ferrocarrileros en sí. Al preguntarle por qué odiaba a los trabajadores del ferrocarril, me comenta el conductor del taxi que ya nada más le faltaban 3 mil pesos para completar el pago de un permiso de taxi, que en aquel entonces costaban alrededor de 48 mil pesos, en la capital nayarita; pero que por culpa de los ferrocarrileros el precio de los permisos se había ido a las nubes, pues ya comenzaban a rebasar los 100 mil pesos por permiso.
Resulta que un ferrocarrilero que acababa de recibir su indemnización por el término de sus labores en el ferrocarril, le preguntó a un taxista que en cuánto le vendía su permiso de taxi, al taxista se le hizo fácil decirle que se lo vendía en 80 mil pesos, así que el exferrocarrilero le dijo que no había problema, que si hacían el trato. Se dice que posiblemente ese mismo taxista hizo correr la voz de que había ferrocarrileros comprando permisos hasta en 100 mil pesos. Así que, por eso, ese taxista dijo que odiaba a los ferrocarrileros.
Pero se entiende que ambos, el ferrocarrilero con dinero y el taxista que le vendió el permiso al doble de lo que costaban en aquel entonces, tuvieron la culpa en la inflación del precio de los permisos, debido a que el ferrocarrilero recién indemnizado no tenía idea de cuánto costaba un permiso, pero como tenía en sus manos más de 80 mil pesos, pues ahí te van; y el taxista tuvo la culpa de esta inflación en el precio del permiso, por correr la voz y no quedarse callado.
A muchos ferrocarrileros que no les fue nada bien al no saber administrar el dinero de su indemnización se les cerró el mundo, pues muchos no tenían ningún otro oficio laboral; aunque sí hubo exferroviarios que se dedicaron a la fontanería, a ser electricistas, a la albañilería e incluso, hasta andar vendiendo frutas, verduras y legumbres en la periferia de la ciudad o en las zonas rurales de las inmediaciones del municipio de Tepic. Otros más, afortunadamente lograron colocarse como trabajadores del municipio tepiqueño y algunos de ellos llegaron a adquirir su base; aunque otros más solamente estar como por contrato, que antes eran por lista de nómina.
Sea pues. Vale.
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