En México, ¿decrecimiento paulatino del reconocimiento de los derechos humanos?
Alfredo Padilla
08 de Marzo de 2024
La semana que transcurre (del 4 de marzo), albergó el clímax de un singular acontecimiento que engloba, por un lado, la postura oficial del Gobierno Federal -fijada en la ‘mañanera’ de este miércoles 6 de marzo por el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador-, ante a su vez, por el otro, la fuerte manifestación el miércoles mismo, de los padres de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa (que desde días atrás estaban ya plantados frente a Palacio Nacional), desaparecidos en septiembre de 2014 a manos de presuntos criminales, por respuestas ya contundentes a su reclamo de justicia, aún pendientes después de casi 10 años del terrible suceso, luego de que, al fragor de la intempestiva desesperación por lo que consideraron desinterés del presidente para recibirlos en directo, irrumpieron junto con normalistas violentamente en el recinto gubernamental, a lo que el titular del Ejecutivo tachó de provocación. Su inquietud: que termine el presente Mandato, pese haber sido un compromiso de campaña, y se ejerza otro sin solución.
No obstante, lo más preocupante, son los mensajes que ha mandado el Presidente, responsabilizado incluso a organismos internacionales de derechos humanos de no coadyuvar a la causa, frente a la acogida otorgada en su momento a los padres de las víctimas, decepcionados de los engaños que, afirman, han recibido, y donde simplemente han tenido que desfilar entre justificantes, evasivas y argumentos poco convincentes de los funcionarios asignados al caso, en su peregrinar cuesta arriba en la búsqueda de sus hijos.
No es la primera vez pues, que el Mandatario niega las observaciones de instancias tanto del país como del plano internacional, aduciendo que se trata de ‘complot’s’ y estratagemas en su contra y de la transformación que propugna vía el movimiento que encabeza y dio origen. Particularmente en el caso de la información generada en el exterior, ha acusado de querer interferir en su gobierno y la soberanía del país, por mostrar a la luz datos que no coinciden con el parte oficial. Cuando se ha abordado, por ejemplo, el lamentable índice de periodistas asesinados en nuestro país, con una tendencia al alza, a efecto de solicitar la activación de mecanismos de gran calado que garanticen la integridad física de los comunicadores, la mañanera ha sido el espacio ideal para criticar de injerencia y mala fe, no obstante que tampoco se ha estructurado un plan de fondo para la protección a los que ejercen dicha labor. De igual forma, cuando la estadística de casos de violencia contra la mujer, revela un escenario altamente preocupante, la respuesta es la misma: hay dolo, manipulación de los colectivos y expresiones de defensa de las féminas, y están en su contra.
Así, queda claro entonces, que todo aquello, empezando por demandas y reclamos añejos como los de los padres de los normalistas de Ayotzinapa, que no concuerda con la visión del presidente, simplemente es causa de un gran malestar, trátese de quien sea, cualquier organismo que contradiga el discurso de Palacio, con todo y las pruebas contundentes que presente sobre la realidad que vive el país ( y de ello dio cuenta, vale decir, el ex secretario de Hacienda Carlos Urzúa, con su gran experiencia y conocimiento desde el día de su renuncia al gabinete, hasta su fallecimiento); todo, más allá de ideales o principios.
Solo queda esperar que este gobierno termine con el menor de los efectos colaterales desfavorables, y que el siguiente respete y ayude realmente a todas las organizaciones, y a todo aquel que busque el bien de la sociedad: asegurando incluso el apoyo cuando el gobierno no pueda o quiera dárselos. Esperemos entonces que la próxima Presidenta de la República sí respete los derechos humanos del pueblo mexicano, y revierta el decrecimiento paulatino de su reconocimiento.
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