Lo que no se enseña no se aprehende
Octavio Camelo Romero
16 de septiembre de 2013
El muy lamentable que los maestros no estén en sus aulas frente a sus alumnos. Pero es más lamentable que se paren frente a sus “discípulos” a inocularlos contra las matemáticas por lo menos. No es perversidad manifiesta del magisterio nacional. Ellos al igual que sus discípulos son el resultado de la perversidad del Estado Neoliberal Mexicano que desde Miguel de la Madrid Hurtado hasta el presente momento se han dedicado a desmantelar al Estado de la Revolución Mexicana y en especial, a la educación científica del sistema educativo nacional. No fue error el dicho del entonces Secretario de Educación Ernesto Zedillo de la inutilidad de la lógica en las matemáticas. Era la verdad oficial para justificar las mamarrachadas de programas y de textos gratuitos de matemáticas de educación básica cuyo perverso propósito fue y ha sido hasta hoy, que la niñez y la juventud mexicanas no únicamente no aprehendan el saber matemático sino que sientan un profundo rechazo por él.
Si se parte de la verdad oficial de la inexistencia de la lógica en las matemáticas, entonces estamos partiendo del innecesario orden y secuenciación no únicamente del orden estructural interno de la Matemática como ciencia, sino también de su presentación para la enseñanza-aprendizaje. Es algo así como pretender subir a una segunda planta por una escalera sin respetar el orden de los escalones y brincar de arriba-abajo hasta que por agotamiento decida no volver a intentar subir. Esa es la perversidad manifiesta del Estado Neoliberal Mexicano. Es entendible su tarea porque obedece a los intereses del Capital Extranjero y de los nacionales asociados a dicho capital.
La columna vertebral de todas las ciencias es la ciencia Matemática. Si los mexicanos fueran poseedores del saber científico de las matemáticas se estaría en condiciones de acceder a las otras ciencias y de desarrollar nuestra propia tecnología conforme a nuestras necesidades de Nación. Por lo menos se estaría desarrollando industrialmente la producción agroalimentaria sin lesionar la ecología y cuidando la salud pública nacional. Sin embargo la producción de científicos y tecnólogos mexicanos atenta contra la dependencia científico-tecnológica de México respecto del exterior, y con mayor precisión del país con Estados Unidos de América. Eso explica porque Ernesto Zedillo arrancó la cabeza a las matemáticas para dejarlas como un “jinete sin cabeza”. Pero lo más grave es la anarquía en la secuenciación de su presentación para la enseñanza-aprendizaje en la educación básica. No podía esperarse otra cosa. Como “anda” sin cabeza, ese jinete da tumbos por doquier y trae “vueltos locos” a los profesores. Esos educadores formados por el Estado Neoliberal Mexicano para impedir el aprendizaje de las matemáticas que ni ellos mismos conocen.
Lo que no se enseña objetivamente no se aprende ni mucho menos se aprehende. El magisterio nacional no está enseñando matemáticas porque además de desconocerlas, los libros de texto de matemáticas de la educación básica están hechos para que no se enseñe esta ciencia. Por decir algo, la escuela primaria debiera de enseñar por lo menos los números enteros, los números racionales y los números reales. Pero en ningún momento se hace tan siquiera alusión a ellos. No digamos su operatividad y sus propiedades, simplemente su presentación a los niños como cuando se presenta a una persona, con su nombre y apellido. Como consecuencia de ello, los niños egresan de la primaria sin saber sumar los números enteros. Lo peor del asunto es que la ignorancia hace que el magisterio repita una sarta de mentiras e invente otras que a la postre evitarán a los jóvenes mexicanos su acceso al saber científico-matemático. Ejemplos de estas situaciones hay muchos. Por citar algunos, que no se puede realizar la suma de números con distinto signo cuando el “sustraendo” es mayor que el “minuendo”, que las ecuaciones cuadráticas no tienen solución cuando se obtiene una raíz cuadrada con “radicando negativo”, etc. Por eso no se sabe que es mejor: la permanencia del magisterio en las aulas o fuera de ellas. Estamos atrapados y secuestrados. Dios se apiade de nosotros.
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