Enésima tragedia militar
Sergio Mejía Cano
06 de Marzo de 2024
En cuanto se dio a conocer una trágica notica que sucedió el pasado 20 de febrero en una playa en Ensenada, Baja California, respecto a que se habían ahogado siete cadetes durante una práctica de adiestramiento, esta noticia se difundió a nivel nacional y ha tenido gran trascendencia que ya tomó cartas en el asunto el Gobierno Federal, dándose a conocer los avances de las investigaciones hasta en la conferencia matutina que ofrece el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Se dio a conocer últimamente que ya se han recuperado los siete cuerpos de estos cadetes que, según se ha informado, al momento de llevar a cabo sus prácticas de adiestramiento el oleaje estaba muy alto, así como agitado el Mar y que además, los cadetes portaban sus implementos militares e inclusive hasta las botas, por lo que tal vez estos aperos les impidió salir a flote, perdiendo así la vida por ahogamiento; también se documentó que eran 11 los cadetes en adiestramiento, pero que cuatro de ellos alcanzaron a salvar su vida.
Si bien después de las investigaciones pertinentes se darán a conocer las causas y efectos de lo ocurrido, por lo pronto ha corrido la versión de que posiblemente hubo abuso de autoridad del encargado del adiestramiento, además de que hay protocolos que rigen estas prácticas en las que se determina que por ningún motivo se debe poner en riesgo la vida de los cadetes o que las prácticas representen algún tipo de peligro y riesgo físico; sin embargo, al parecer todo indica que el encargado de dar el adiestramiento no tomó en cuenta algo que fue lo que le costó la vida a siete cadetes. Así que ojalá y todo se aclare por el bien y consuelo de los familiares de los cadetes fallecidos, al saber y entender la verdadera causa del suceso y que no fue por negligencia de los ahora muertos.
Este hecho me hizo recordar cuando presté mi servicio militar en Guadalajara, Jalisco, allá a principios de la década de los años 70 del siglo pasado, cuando el sargento encargado de la práctica militar nos quiso castigar a los que integrábamos su batallón por no querernos cortar el pelo y vestir adecuadamente, ya que en aquel tiempo todos traíamos melena, pantalones acampanados y huaraches o tenis. Y como no le hacíamos caso a cortarnos el pelo y llevar un calzado adecuado a la prácticas militares, el sargento quiso obligarnos a hacer lagartijas, patitos, así como dar una o varias vueltas a la manzana a paso veloz, a lo que nos negamos rotundamente, obviamente, apoyados en nuestras ideas disidentes en pleno auge en aquellos años, cuando ya se oía hablar de la guerrilla urbana y estar muy cercanas aún las fechas del 2 de octubre de 1968 (no se olvida) y el 10 de junio de 1971.
Uno de los muchachos del batallón que prestaba su servicio militar le preguntó al sargento por qué esos castigos, si para lo que estábamos ahí era para aprender a marchar con paso redoblado, hacer flanco derecho e izquierdo, la media vuelta, las posiciones de firmes y en descanso, etcétera y no para sufrir castigos innecesarios. A lo que el sargento respondió dizque para que nos hiciéramos “hombres”. Entonces ese muchacho, al que los que éramos del barrio o nos conocíamos por la escuela tanto primaria como secundaria ninguno lo conocíamos, le dijo al sargento que tal vez difería del concepto de lo que era ser hombre, pues muchas de las cosas que hacían los hombres también las podían hacer las mujeres, incluso disparar armas, hacer bombas molotov, petardos y hacerlos explotar en los bancos o supermercados y, cuando ya lo dejó callado al sargento, fue cuando le dijo que un hombre era el que hacía frente a sus responsabilidades como tal y que un hombre no se formaba haciendo lagartijas, patitos ni corriendo nada más para satisfacer el ego de un militar. ¡Sopas! Obviamente le aplaudimos y, lo único que se le ocurrió decir al sargento fue que nos iba a reportar con sus superiores.
Pero no pasó de ahí. Lo que sí cambió fue el modo de prestar el servicio militar, ya que después de nombrar lista nos pasábamos a la Unidad Deportiva Adolfo López Mateos que estaba a un lado de donde se nos daba el adiestramiento, supuestamente dizque para practicar el deporte de nuestra preferencia, pero a lo que nos dedicábamos la mayoría de lo de 18 años de edad y un poco más, era a ponernos a fumar como chacuacos mientras veíamos en la alberca olímpica de la Unidad Deportiva, cómo a otros jóvenes los hacían saltar del tercer nivel del trampolín de dicha alberca con 4.50m de profundidad.
Sea pues. Vale.
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