Domingo: la penosa decisión de partir…
Juan J. Gaspar G.
05 de Marzo de 2024
Los últimos rayos del sol se filtraban entre los horcones de la enramada, que da al camino viejo en el jacal de adobe de Tata Pablo, en aquel domingo que los jóvenes de San Nicolás de La Torre habían elegido para partir, con rumbo norte… la decisión estaba ya tomada y nada podría hacerlos cambiar en tan penosas determinaciones.
Todos los jóvenes en edad de merecer tendrían que estar, en unos cuantos días en Alabama, reeditando una aventura más del migrante que, para lograr sobrevivir y sacar a su familia adelante se va para Estados Unidos, levando su pequeña mochila al hombro y un abultado equipaje de recuerdos y sueños en su mente…
ANTES DE PARTIR, HAY TANTAS COSAS POR HACER…
Como parte de la tradición, asistirían a misa de doce y después cruzar angustiados ese mar de llanto que suelen provocar las despedidas; ya han pasado seis largos meses de estadía en sus pobres comunidades, tiempo suficiente para consolidada sus noviazgos, hacer los pedimentos de mano y consumar, en ciertos casos, la planeada boda con la mujer de sus sueños…
Cada una de sus experiencias parecía ya más que previsto, algo predestinado y escrito en el libro de la vida…
En la vida del mojado sus ciclos de crecimiento son nacer, crecer y multiplicar, echar raíces y emigrar, para poder sobrevivir…
En casa de Pablo Medina, todos se aprestaban para la triste despedida, Eleuterio, el hijo menor, se iba y ya desde temprano todo mundo se estaba despidiendo de Él.
Ese sería su último Domingo en casa; se sienta a la mesa y casi en silencio engulle el típico almuerzo que se sirve en este día festivo, con bistec asado, guacamole, frijolitos refritos, queso fresco y un aromático café de olla, almuerzo que hoy no se disfruta con la euforia y la alegría de siempre…
SI TE QUIERE, TE TIENE QUE ESPERAR…
Las horas corren en su angustiante cuenta regresiva, Eleuterio, Tello Medina, irá al campo de futbol y ahí, entre besos, enjuagados por las lágrimas, se podrá despedir de su amadísima Hortencia… Han vivido tan intensa mente su romance que sería ingrato pensar que ambos no están esperando con dolor el instante final de sus dulces y apasionados escarceos amorosos…
Eleuterio, con lacónicas declaraciones amorosas le hará saber a Hortencia lo mucho que la extrañará y ella, sumergida en un inagotable manantial de llanto, escuchará de él las más tiernas, jurándole al joven varón fidelidad y mansedumbre…
El tronido de una gruesa de cuetes interrumpe la melosa despedida de Eleuterio y Hortencia, tomados de la mano se dirigen a la pequeña Capilla de La Torre para dejar sellados con la mano de Dios tan sublimes juramentos…
LA CUENTA REGRESIVA HA COMENZADO…
Ya por la tarde, todos los Medina desde el septuagenario Pablo, la abuelita Celia) hasta el Tilacuachín, de ocho meses de nacido están alrededor de la mesa…
Algo numerosa esa familia, festejará con acentuada melancolía la partida del Tello...
Todos en el comedor tratan de platicar animosos, sin lograrlo... Las mujeres en la pequeña cocina ya sirven los suculentos platillos que Nana Celia auxiliada por sus dos hijas solteronas, Lupe y Teresa, han preparado para tal ocasión...
Ya es un poco tarde y es hora de partir.
Una docena de cohetes ha sido quemada por Chepe, el sacristán. Un número igual de estallidos espanta a los escuálidos chuchos que husmeaban muertos de hambre alrededor del cazo de los chicharrones; los niños corren por la única calle del rancho y las novias lloriquean ante la proximidad de una amarga despedida.
Nana Celia le echa la bendición a su impasible vástago, mientras que Lupe y Teresa llorando recogen los trastos de la mesa…
Otra gruesa de cohetes ha sido quemada y el olor a pólvora se esparce, confundido con el delicado aroma de los guayabos en flor…
¡¡¡QUE DIOS TE BENDIGA, M’IJO!!!
El camión guajolotero ahora irá cargado de “pollos”. Ya han llegado los jóvenes de otras rancherías cercanas. Tata Pablo, rengueando y apoyado en su viejo bordón, se acerca al “Memín”, un afamado “coyote” del Chitejé de Garabato…
Se ve que le dice algo con discretos pero fuertes ademanes, luego voltea y le dice a Eleuterio: Mijo, pórtese bien, que ya está algo grandecito… Quiso hablar más, pero le ganó el sentimiento y con entrecortado llanto le dijo: __ Dios te bendiga, ¡¡¡M’ijo!!!
Minutos después una densa polvareda se mira allá a los lejos y todos se han quedado tristes, mudos y de una sola pieza, presos del dolor que dejan, por lo regular, las despedidas…
Comentarios