Edictoreal

Después de extraviado el rumbo, volvemos a la senda del periodismo impreso con renovada actitud por hacer las cosas con objetividad y, sobre todo, credibilidad. En esta segunda época nos empujan razones para mantener a nuestros lectores en actitud de pensamiento crítico.

Este espacio hoy decidimos dedicarlo al comunista luchador incansable por las causas democráticas de su ideología, que fue siempre Salvador Castañeda O’Connor. Nuestro personaje hoy en el descanso eterno.

A sus 87 años de edad (“es casi una indecencia cumplir más de 80 años de edad, pero tiene sus ventajas”, el mismo se fustiga), Salvador Castañeda O’Connor fue poseedor de un inacabable historial político. Abrevó conocimientos al lado del maestro Vicente Lombardo Toledano, fundador del Partido Popular Socialista (PPS), para hacer carrera mancomunada con su hermano, como él lo dice, Alejandro Gascón Mercado, fallecido también el 17 de febrero de 2005.

Afirmaba  que “las ideas del socialismo las adquirimos en la secundaria, tan sólo por ser esta para hijos de trabajadores era ya un nombre proletario, la mayoría de los maestros eran miembros del Partido Comunista, y los que no, cuando menos eran cardenistas, aunque en esa época predominaba el régimen de Miguel Alemán, mientras que los estudiantes teníamos una ligazón orgánica con la Confederación de Jóvenes Mexicanos (CJM), integrada en su base por estudiantes del Politécnico Nacional, de las normales rurales y de secundarias para hijos de trabajadores, pero dirigida por lombardistas”.

Dos veces diputado federal, primero por el Partido Popular Socialista (1973) y luego por el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), pero además en 1975 fue candidato a la presidencia municipal de Tepic y en 1993 candidato a gobernador de Nayarit por una alianza de cinco partidos de izquierda, entre ellos el Partido de la Revolución Socialista (PRS), PT y PPS. 

Castañeda O’Connor escribió cuando menos cinco libros. Nació en Tepic, ciudad capital del Estado de Nayarit, el 14 de octubre de 1931. Negaba que hubiera sido en el seno de familia acaudalada, tampoco pobre. Su padre fue don Gabriel Castañeda Landázuri, aunque también por siempre dedicado a la política, Salvador hace la acotación: “mi padre fue un hombre muy honrado”.

Hace años siendo yo estudiante universitario, de la Ciudad de México regresaba a mi terruño natal, con Salvador Castañeda O’Connor tuve encuentro casual en la terminal de autobuses de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, donde no sólo me dio un abrazo sino un beso en la mejilla como testimonio de amistad comunista, detalle que en la vida jamás olvidaré.