“La Concepción del Mundo”
Rocío Alegría Treviño (Cielo)
01 de Diciembre de 2023
A través de las épocas, el Mundo se concebía en tres niveles. El Celestial, El Terrestre y El Inframundo: Existían Dioses en cada uno de estos niveles; Existía la Diosa Pincoya, que era una especie de Sirena que vivía en el fondo de los Mares, esta Diosa ayudada por su marido, socorrían a los náufragos, cuándo se los permitía el Dios Omnipotente del Cielo, si éste les mandaba mensajes por medio de rayos dorados, era que debían vivir, si eran violetas, debían morir, dejando los cuerpos de los ahogados en un Barco Fantasma. Donde vagaban por todos los tiempos.
Pincoya, danzaba frenéticamente, cuando los hombres salían a pescar y si danzaba bajo luces doradas que hacían resplandecer su hermosura; era buen augurio, la pesca sería enorme y grandiosa; pero si danzaba a la luz de color gris y rojizo, los pescadores se asustaban y alejaban, pues temían que les hiciera algo. Sabiendo que de nada servía lanzar sus redes, pues la pesca sería mala y podrían morir atrapados por la hermosura de Pincoya, que era hermana de las Sirenas, pero ella no tenía cola, sino una hermosas piernas largas y torneadas, que le servían para danzar y llamar a los peces, la música con la que danzaba, era tocada por su esposo con un caracol hermoso, de donde salían melodías suaves y cautivadoras.
Fiura, era una Diosa temible y malvada, que transitaba por los bosques, tenía una horrible cara, con una enorme nariz, ojos rasgados que parecían solo una línea, seducía a los hombres convirtiéndolos en seres mancos o tullidos, a los que solo se les podía ayudar, cortando ramas de enredaderas al amanecer y golpearlas hasta que brotara la savia, y con ésta curar a los enfermos, ella, con su solo aliento provocaba miles de epidemias en el mundo terrenal.
Buscaba siempre el aliento de los hombres para aspirar su poder y hacerlos sus esclavos, se robaba a los niños para criarlos a su manera y hacerlos malévolos como ella; le fascinaba nadar en los pantanos, danzando bajo la luz de la luna, a la que quería robarle su hermosura, reflejaba su rostro horrible en los charcos y peinaba sus erizados cabellos, con peines de plata, para así parecerse un poco a la Luna, a quien envidiaba terriblemente. Si algún hombre se topaba con ella, luchaba ferozmente, y con sus largas uñas, los hería, de tal manera que esas heridas no sanaban nunca, acabando por morir de infecciones, hasta que un gran Sabio llamado Berengaio, les dijo que tenían que buscar rocas de mármol de piedras de Iglesias antiguas y con ellas raspar la piel hasta sangrar, para que saliese todo lo malo y poder sanar.
En el Mundo Celestial reinaba El Dios Supremo, rodeado de sus Serafines, Querubines, Arcángeles, tronos y ángeles, los ángeles son los más cercanos a los hombres, generalmente son los guardianes, pues al nacer cada uno de los hombres tiene un ángel que lo cuida desde su concepción, hasta el regreso de su alma al Cielo, donde mora el Dios Supremo, Creador de todas las cosas.
Existía esa lucha interminable, de los Dioses Terrenales con los Dioses Celestiales, faltaban los Dioses de Inframundo.
Estos Dioses se caracterizaban por su ferocidad y maldad, eran aterradores y seducían a los hombres susurrando palabras a sus oídos para convencerlos de pecar, entre ellos se encontraba, Apobis, una serpiente enorme, que se revivía aunque le cortasen la cabeza, enredaba a los hombres en sus terribles anillos con que los envolvía y los arrastraba hasta el fondo de las cavernas, dejándolos morir, o les arrancaba las cabezas, les sacaba el corazón y lo entregaba a los buitres para que se lo comiesen adquiriendo así fuerza para crecer más y ser poderosos, volar sobre inmensas áreas de la tierra y guiar a los hombres al lugar donde moraba Apobis.
Apobis, tenía la facultad de engañar, se aparecía a los hombres en forma de bellas mujeres, seduciéndolos y a la hora de tenerlos a su lado, se convertía en una enorme y feroz serpiente, que con su vaho los atraía, y con su lengua viperina, les relamía, enterrando sus colmillos filosos llenos de veneno, para luego succionar su sangre y así fortalecerse, era La Gran Diosa de la Noche y de la Maldad, tenía bajo su mando un montón de murciélagos, ratas, y vampiros, que en su cacería robaban bebés de sus cunas para entregarlos a ella en sacrificio.
El Gran Dios Supremo, sufría de ver las atrocidades de estos Dioses malévolos, así que mandó a Polaris, un Dios hermoso, lleno de luz dorada, con azul Celeste y Plata; éste portaba una enorme y afilada espada que centelleaba y enceguecía con su luz brillante, tenía que enfrentarse a los Dioses del Mal. Iba acompañado por Polia, la Diosa de la Esperanza. Que relucían sus colores verdosos y violáceos, ella llevaba un arco, con flechas plateadas y en sus puntas afiladas brillaba el oro con el que habían sido forjadas.
Era de una hermosura sin igual, Fiura, al verla, se jalaba los erizados cabellos, pues al reflejar su horrible rostro en los charcos, ella misma se asustaba, así que corrió en busca de Polia, para pelear con ella y robarle su belleza. Pero Pincoya, no era una Diosa mala, solo obedecía las leyes Divinas, así que se unió a Polia y juntas junto con Polaris, lucharían contra Fiura y Apobis.
El Dios Supremo desató fuertes tormentas, para que los hombres se resguardaran en sus casas y no vieran lo que estaba por suceder. Era una Lucha a Muerte, si ganaban los malos, la tierra perdería su luz, se oscurecería por completo y reinaría la maldad, los olores nauseabundos proliferarían; todo sería espantoso, los hombres estarían a merced de Fiura y Apobis. Esto pintaba mal, Los Dioses del Bien del Amor y la Benevolencia, de La Paz y la Armonía que eran Polaris y Polia, junto con Pincoya, se enfrentarían a esos fuertes y poderosos malvados, que tenían enormes posibilidades de ganar pues tenían un gran séquito de roedores, vampiros y serpientes; que aparecían por doquier.
Sin embargo, Pincoya, con su dulce canto, los fue conduciendo hasta el mar. Donde muchos de los roedores y serpientes perecieron ahogados; felices Polaris y polia, estaban decididos a enfrentar a Fiura y Apobis. Se encontraron con ellos, Polia, se enredó en una lucha de odio contra el amor, o sea Fiura encarnaba el más grande de los odios y de maldad; mientras que Polaris, se enfrentaba a Apobis, quien casi lo seduce con su aliento y lo marea hasta hacerlo caer, pero los cantos de Pincoya, lo reaniman, se levanta y con su divina espada, corta la cabeza de Apobis, pero luego le aparece otra, Pincoya mientras ayuda a Polia, quien ve desesperada como Fiura, la tiene con la cabeza sumergida en un pantano, a punto de morderla con sus horribles dientes, para succionar su sangre, llega pincoya y le asesta con un caracol gigante, un golpe, que la hace caer, momento que aprovecha Polia, para recuperarse y con una de sus flechas atraviesa su malvado corazón y aun latiendo, Pincoya se lo lleva y lo da de comer a los Tiburones.
Fiura, se va desvaneciendo ante el ataque de Polia, pues las flechas eran sagradas y al tocar su corazón con la punta dorada, el maleficio terminaba y sólo así, Pincoya pudo extraer su corazón y dárselo a los animales más feroces del mar.
Corren las dos en busca de Polaris, a quien ven enredado en la horrible serpiente, a punto de ser tragado por ella; Rápidamente saca una de sus flechas sagradas y le dispara certeramente en uno de los ojos de la horrible cabeza de esa serpiente maligna, llamada Apobis, ésta pierde fuerza y suelta a su presa, cayendo desfallecido el pobre de Polaris, la serpiente se retuerce; pero no ha muerto, tiene que sacar la espada Polaris y sólo él la puede usar, puesto que a él se la entregó el Dios Supremo, sólo él puede hacer uso de ella y éste está desvalido y sin fuerzas.
Desesperadas Polia y Pincoya; no saben qué hacer, cuando aparece el Sabio Berengaio, lleva en sus manos un bracero, lo pone en el suelo enciende fuego y quema un montón de incienso, y algunas hierbas como la menta, la hierbabuena y pétalos de rosas, los quema y del aroma que sale al olerlo Polaris, comienza a despertar, mientras la horrible serpiente da coletazos, por todos lados, pues el dolor la enardecía, se llenaba de odio y rabia.
Polaris se incorpora, toma fuerza aparte de un brebaje que le preparó el Padre de Pincoya, hecho con algas marinas y aceite de pescado, esto le da una enorme fuerza y esgrimiendo su hermosa espada plateada, asesta un duro golpe y le corta la cabeza a Apobis, y antes de que salga otra, la va cortando en pedazos, mientras Berengaio, la rocía con las cenizas de todas las hierbas aromáticas y el incienso, haciendo que ésta se vaya evaporando. Convirtiéndose en una columna de humo, que sube hasta el cielo, donde El Dios Supremo, la recoge, en un pocillo de oro y lo vacía en lo más profundo de los cráteres de un Planeta lejano.
La lucha ha terminado, ha dejado de llover y los hombres, sin saber lo que afuera había sucedido, salen radiantes y contentos, pues el Sol, brillaba en su esplendor. Comenzando un Nuevo Día, en Un Nuevo Mundo, sin Maldad, Sin Odio, donde brilla el dorado Sol, la Esperanza, La Paz y sobre todo, El Amor.
Y Colorín colorado, este cuento, se ha terminado.
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