Mantener la hegemonía
Carlos Fránquez
02 de septiembre de 2013
En estos días el estado mexicano se enfrenta a una de las etapas más críticas de su existencia como nación democrática.
En el marco de un apaciguado activismo sacrificial (al menos eso reflejan los medios) de los grupos de la delincuencia organizada y del poder del estado actuando con una estrategia fundada más en la inteligencia policial que en el uso indiscriminado de las armas y la fuerza militar, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto se dio a la tarea de impulsar grandes reformas apoyado en un acuerdo con su partido y las dirigencias de las dos principales fuerzas políticas opositoras a su régimen.
Sin lugar a dudas los avances han sido importantes al lograr reformas constitucionales en materia de educación y telecomunicaciones. Las cosas, sin embargo, no se miran fáciles ahora que corresponde la complementación de las leyes secundarias de la reforma educativa --particularmente en lo relativo a contratación, evaluación y permanencia laboral del profesorado--; así como las reformas energética y fiscal.
Pese a la natural inquietud de los profesores por los perjuicios que les genera una evaluación que consideran lesiva a sus derechos, estos han sabido responder a las indicaciones que la dirigencia del SNTE ha establecido en términos de agotar las negociaciones en la mesa antes de salir a protestar a la calle.
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación con influencia en los estados del sur y Michoacán optó por las manifestaciones de protesta en la Ciudad de México con lo que tensa el ambiente reformista y obliga a los actores políticos a precisar sus posiciones respecto a su papel en el fortalecimiento del poder hegemónico del estado para transitar hacia los cambios que se consideran necesarios.
En este reacomodo de fuerzas se observa un PRI debilitado en términos de fuerza legitimadora del régimen, derivado de su mermada capacidad movilizadora mostrada recientemente. Con todo, la tensión de las reformas puede obligar al instituto político a salir de su atolondramiento.
El PAN, debilitado por la derrota en la elección presidencial no termina por recuperar su figura, sin embargo, la dirigencia nacional, fortalecida por su presencia en el Pacto por México, ha logrado reunir la fuerza suficiente para impulsar y apoyar las reformas requeridas y con ello brindar su aporte para el mantenimiento de la hegemonía por el grupo gobernante.
El otro actor del Pacto, el PRD, dada la complejidad de su vida tribal actúa en al menos dos pistas. La tribu dominante --de los Chuchos-- al mantener la interlocución con el poder por participar en el pacto cuenta con una fuerza de negociación del que carecen las otras tribus, de ahí su obligación de apoyar las reformas. Dada la presión de su hoy antagonista en gestación de partido Morena se ven en la necesidad de asumir una posición relativamente crítica a las reformas para lo que tuvieron que revivir a Cuauhtémoc Cárdenas en el afán de competir por la militancia y clientelas.
Es en esta complejidad que veremos la capacidad de Enrique Peña Nieto y su equipo como actores políticos para fortalecer o debilitar la hegemonía que el estado mexicano requiere para que nuestra nación mantenga la gobernabilidad.
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