Víctima de la víctima

Cierta ocasión al salir Rocío a pasear a su perro, se encontró con una señora de la tercera edad, quien le hizo plática al referirse a su mascota, y a la vez comentarle de lo mucho que ella quería a las suyas.
 Con los días se siguieron encontrando, y conociendo más una de la otra. Rocío, sentía compasión por la mujer, quien al ser mayor tenía un largo historial con muchas desgracias: el marido la había dejado hacia más de dos décadas, el único hijo que procreó, no llegó a ver la luz, debía la hipoteca de la casa que habitaba, y su hermana, que toda la vida la había apoyado, estaba gravemente enferma.
 Ambas, su hermana y ella, tenían un negocio que se había ido a pique, y los problemas económicos iban en aumento; la desesperación hacia presa de la desamparada mujer.Fue así como Rocío, compadecida, le enpezó a proporcionar ayuda; la escuchaba por horas, le ofrecía un plato de comida; le llamaba al presunto marido,  fingiendo ser encargada de cobranza del Infonavit.
 También la acompañó muchas veces mientras la crisis de salud de su hermana pasaba; fueron tres o cuatro años en los que estuvo Rocío siempre al pie del cañón, para ayudar a aquella sufrida amiga.
 La mujer la elogiaba mucho, le decía que amigas como ella no se encontraban fácilmente, que compartían su gusto por las mascotas, su empatía, su generosidad, y otras muchas cualidades...
 Un familiar de Rocío, le advertía que era una amistad muy dispareja, que la mujer aquella siempre se pintaba como la víctima, y que eso no estaba bien, porque quienes agarran ese papel ya nunca lo sueltan, y al rato se le iba a voltear.
 A Rocío le pareció una exageración, y para demostrar que eso no iba a pasar, y que su confianza en ella era absoluta, pusieron un negocio juntas, siendo ella la socia financiera.
 Con los días la mujer fue dando otra cara, quejándose del trabajo, quejándose del horario, molestandose por todo;  nunca aceptaba que se equivocaba, y cada vez estaba más irritable y hasta grosera 
 Rocío pensaba que el negocio tenía que funcionar, y sacar al menos lo que invirtió, además de recuperar un dinero que le habían prestado a su amiga en una financiera,  cuyo monto ella absorbió.
 Nada de eso pasó; y como Rocío le empezó a exigir que se pusiera las pilas, la mujer estaba cada vez más molesta... Para colmo enpezó a hablar de ella con familiares, vecinos y amigos, que le fueron cambiando el modo.
 Después de cuatro meses, harta de la mujer y sus enredos, Rocío decidió dar por terminado el negocio y la amistad, a lo que la otra reaccionó de manera excesiva, llorando a lágrima viva, preguntando por qué, y lamentándose de manera exagerada... Prometió pagar lo que le debía a Rocío, se dijo muy agradecida por todo el apoyo que le brindó; y entre hipos de llanto, decía que no podía creer que tan bonita amistad fuera a terminar así.
 Rocío esperó que las cosas se enfriaran, y hasta pensó que la mujer le iba a  regresar (si no todo) parte del dinero, que iba a reflexionar...  y el tiempo pasó; la mujer anduvo quejándose de ella, llorando, haciéndose la víctima, logrando que la gente le echara ojos de pistola, le hicieran groserías y le echarán habladas.