Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Periodismo enfermo

Darío Ramírez

06 de Mayo de 2023

El periodismo mexicano está enfermo de dinero público, de voluntarismo por estar cerca del poder, por falto de ética, por anteponer intereses metaperiodísticos al interés y servicio público. Lo cierto es que prácticas ancestrales dentro del periodismo impiden la renovación vigorosa y adaptación a un México distinto.

La enfermedad no es menor. No es un asunto de empresa privada y modelos de negocio, sino que abarca una esfera que es de lo público: el derecho a la información. Es un secreto a voces cómo grandes y pequeños medios de comunicación se acercan voluntariamente al poder para poder vivir de él. No hay reglas escritas sino códigos y actitudes a través de los cuales el poderoso premia o castiga. El periodismo pasa a un segundo plano y su devaluación implica ser un arma para conseguir dinero y hacer propaganda, rara vez periodismo.

Resulta increíble que las llamadas telefónicas desde Los Pinos a medios y periodistas siga existiendo. Tengo amigos cercanos que me han confirmado de primera mano que personalmente les han dicho “están vetados” por su cobertura informativa del Gobierno de la República. El veto consiste en la imposibilidad de acceder al banquete de los millones de pesos que gasta el gobierno en publicidad de manera discrecional. Seguimos en la época en la que el que veta siente que es su dinero y con él puede hacer lo que le venga en gana. Inclusive censurar —porque no nos confundamos, se trata de censura— por vía del dinero.

El problema es tan grave que hay muy pocos medios de comunicación que podrían sobrevivir si se cerrara la llave del dinero público. En otras palabras, más de la mitad de los medios de comunicación viven del dinero público. La enfermedad se llama dinero público. Ante la falta de transparencia y criterios para su repartición, los medios se desdibujan para convertirse meramente en agentes de publicidad.

Todos los que estamos cercanos a los medios sabemos de la enfermedad que vive el periodismo. Conocemos las muchas historias de censura y regaño a quienes cuestionan esos códigos voluntaristas. Pero hay demasiado dinero público y muy poco interés para que el modelo comercial de los medios cambie y se base en la credibilidad de su información y en sus audiencias y agentes privados. Para que eso suceda dos cosas deben pasar: 1) que el dinero público deje de ser una manera discrecional de censura y 2) que los medios salgan de esa comodidad que encuentran en los brazos del poder.

Es cierto que el mismo periodismo tiene serios obstáculos para ser ejercido de la mejor manera, tales como: falta de respaldo profesional y de recursos, las políticas informativas de los medios, rivalidad entre colegas, preparación deficiente, el miedo y, una muy importante, los bajos sueldos, entre muchos otros, son problemas reales, parte del mismo sistema enfermo. Pagarle mal a los reporteros y que la “elite” de los periodistas gane cifras absurdas habla más de la veneración a los “líderes de opinión” que a la investigación periodística. Y no porque todos deberían ganar poco, al contrario, la misma sociedad debería valorar la aportación del buen periodismo para sí misma.

El tema central es la falta de ética, tanto en el periodismo como en la gestión pública. La urgencia de renovar las prácticas periodísticas en México es ineludible. Se han hecho ya buenos esfuerzos para ello, pero sigue siendo insuficiente. El primer paso deberá ser quitarles el poder del dinero a los gobiernos. Es claro que no deben comprar publicidad oficial de manera directa. Si quitamos el dinero, quitamos la zanahoria y el garrote

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