Ulises A. Rodríguez
Flaco, muy flaco favor le hace a la memoria del ex gobernador Gilberto Flores Muñoz su nieto, Gilberto Flores Alavéz, quien en fechas recientes ha desatado una lastimera persecución en redes sociales contra el periodista Oscar González Bonilla. Flores Alavéz se indignó mucho porque don Oscar transcribió, en su reseña sobre el homenaje al doctor Julián Gascón Mercado el pasado 21 de marzo, el emotivo discurso pronunciado por don Salvador Castañeda O’connor, donde afirmó que “uno de los mayores logros del gobierno del doctor Gascón Mercado había sido el de acabar con el cacicazgo de Flores Muñoz, quien asesinaba a los campesinos que no se dejaban arrebatar sus tierras”.
El descendiente más conocido del único nayarita que ha estado a punto de convertirse en presidente de México, acusó torpemente a González Bonilla de haber sido él quien hizo la anterior afirmación primero y después, cuando se percató de que el periodista sólo había transcrito el discurso de Castañeda O’connor por su enorme valor histórico, aceptó que don Oscar no hizo esa declaración, pero lo acusó de co-autoría sobre la misma. Tratando de defender lo indefendible, lo único que logró Flores Alavéz fue que aquellos que estimamos y respetamos a don Oscar González Bonilla, saliéramos a solidarizarnos con él y emitiéramos nuestra opinión sobre el periodo en que Gilberto Flores Muñoz fungió como cacique en Nayarit.
A casi 37 años del asesinato de Flores Muñoz y de su esposa, la escritora María Asunción Izquierdo, el político compostelense sigue siendo un personaje lleno de claroscuros que genera polémica cuando se debate sobre él. Gilberto Flores Muñoz fue secretario de agricultura durante la presidencia del veracruzano Adolfo Ruiz Cortines y, como decía líneas atrás, el nayarita que más cercano ha estado a convertirse en presidente. “Pollo” solía decirle el presidente Ruiz Cortines, quien durante los últimos dos años de su gobierno, cuando la sucesión presidencial se vuelve el tema más importante entre los secretarios de estado que aspiraban a convertirse en el nuevo presidente –según la usanza del viejo sistema político-, le dio a Flores Muñoz suficientes insinuaciones para hacerlo sentir que sería él el elegido a la hora del destape. A pesar de las provocaciones y las señales cifradas de Ruiz Cortines, en noviembre de 1957, el “destapado” –término y concepto acuñado por el caricaturista Abel Quezada para referirse al personaje que finalmente se convertiría en candidato presidencial– fue el Lic. Adolfo López Mateos.
Hay que decir que Flores Muñoz, aunque nació en Compostela, radicó gran parte de su juventud en San Luis Potosí, al amparo del cacique de aquel estado, Gonzalo N. Santos. En San Luis y bajo la sombra de su mentor, Gilberto Flores fue diputado federal y más tarde, senador de la república. Ambicioso e inteligente como era, Flores Muñoz entendió que en San Luis Potosí siempre estaría a la merced del “Alazán Tostado”, así que decidió convertirse en cacique de su propio feudo: Nayarit.
En agosto de 1945, Flores Muñoz ganó la gubernatura del estado para el periodo de 1946 a 1951. Al igual que otros caciques de aquella época como Maximino Ávila Camacho en Puebla, Carlos Sansores en Campeche o el propio Gonzalo N. Santos en San Luis Potosí, Gilberto Flores Muñoz ejerció un cacicazgo férreo en Nayarit. Persiguió y asesinó a opositores, como Miguel Echauri y Crispín Durán Zamorano, “El prieto Crispín”, asesinado en marzo de 1954 –cuando Flores Muñoz era secretario de agricultura– por el jefe de la policía judicial Enrique Díaz, quien después de asesinar cobardemente al “prieto” se refugió en un ejido de Ahuacatlán para dedicarse a la ganadería, pues como pago por sus servicios de sicario, Flores Muñoz lo dotó de al menos 100 cabezas de ganado de la mejor calidad en aquel entonces, circunstancia que el mismo Díaz narró en aquel poblado. El control político de la entidad no sólo lo ejerció Flores Muñoz durante su gobierno, también se dio el lujo de imponer a sus sucesores, los gobernadores José Limón Guzmán y Francisco García Montero.
El cacicazgo de Flores Muñoz terminó casi al final del gobierno de Adolfo López Mateos, en 1963, cuando el presidente, para entonces ya muy enfermo por los aneurismas cerebrales que lo aquejaban y que pasados algunos años, lo llevarían a la tumba, decidió cobrarle a Flores Muñoz el hecho de que, durante los meses previos al destape de 1957, el entonces secretario de agricultura haya pagado a algunos medios de comunicación para revivir una vieja acusación que afirmaba que López Mateos había nacido en Guatemala y que por tanto, no tenía derecho a la presidencia. En el proceso de auscultación hecho por López Mateos, cuando era hora de decidir al hombre que gobernaría Nayarit en el periodo 1963-1969, pesaron las opiniones del doctor Gustavo Baz Prada, ex gobernador mexiquense al que el presidente conocía y respetaba -pues había hecho su carrera política en el estado de México-, así como la opinión del maestro Vicente Lombardo Toledano, quien era un personaje de prestigio e influencia que además, tenía como secretario particular al hermano menor del médico nayarita al que se mencionaba como opción para postular al gobierno del estado. El elegido fue el doctor Julián Gascón Mercado.
Nos guste o no, Flores Muñoz es un personaje que forma parte de la historia de Nayarit. Como cacique, fue protagonista de nuestra vida política por un espacio de 18 años al menos, fue un político de altos vuelos que encabezó una secretaría de estado y como ya escribí, el único nayarita que ha estado a punto de alcanzar la presidencia de México… sería lastimoso que su legado histórico se redujera a su nieto, una persona que merece respeto –como todo ser humano- pero que le gana el histrionismo –fue actor de teatro– y el afán de protagonismo que a veces le prohíbe poner los pies sobre la tierra.
Dada la controversia que causó la acusación de Flores Alavéz contra don Oscar González Bonilla, un amigo me preguntó hace días:
–¿Ya leíste el libro de “Asesinato” de Vicente Leñero? ¡Éste mató al propio abuelo con un machete!–
Sí, había leído el libro de Leñero y aunque me pareció una investigación excelente, me generó más interrogantes que respuestas. En lo personal, no creo que Gilberto Flores Alavéz sea un parricida, creo que es medio fantoche, pero no un asesino, una gran cantidad de nayaritas no opina lo mismo, sin embargo, de su abuelo.
Apenas saludé a don Salvador Castañeda O´connor unos minutos durante el homenaje al doctor Julián Gascón, su agilidad mental y humor me parecen extraordinarios. Estoy seguro de que ha de disfrutar toda esta controversia y de que sus palabras sigan incomodando a los descendientes de Flores Muñoz, como lo hicieron hace más de cincuenta años con el propio cacique. Don Oscar González Bonilla, sin haber ejercido nunca una posición de poder, cuenta con amigos sinceros que estamos dispuestos a sacar la cara por él, pues, parafraseando a don Salvador, González Bonilla NO ha robado, NO ha matado, NI ha perseguido y eso, al menos para mí, le da mucha ventaja sobre la figura de Flores Muñoz.