Migar no es un delito,
reprimir a los migrantes sí.
Libre Comercio y Migración
La integración neoliberal que nos trajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue sui generis en algunos aspectos. Con todo y ser un proceso homogeneizador, que busca hacer del mundo un mercado, tiene sus similitudes en los tres bloques económicos que se formaron al terminar la “Guerra Fría” entre el campo socialista y el capitalista, pero también tiene sus peculiaridades.
Para México, la aplicación del TLCAN significó:
1.- A diferencia de Europa, donde alcanzó mayor profundidad, entre nosotros se redujo al inicio a lo económico. Con el tiempo, se amplió a lo militar y cada día hay más presión para que alcance el ámbito político, con una mayor injerencia del gobierno norteamericano en asuntos que antes eran exclusivos de nuestra soberanía. Pero no llegó a la moneda única (porque el dólar tiene la pretensión de ser universal), ni órganos políticos compartidos (como el Parlamento Europeo), ni incluyó la movilidad de las personas. Por el contrario, a partir del 11 de septiembre del 2001 se alzaron más muros entre USA y México y se fascistizaron las leyes laborales antimigrantes.
2.- La región más atrasada del TLCAN no se acercó a sus socios (USA y Canadá), en tanto que la parte pobre de Europa sí elevó sus niveles de vida. Aunque tres décadas después están en crisis Grecia y Portugal, y muy cerca de ella Irlanda y la orgullosa España. En el área norteamericana, el perdedor desde el principio fue México, donde el campo se despobló y se miserabilizó, y donde la industria está desfalleciente después de “competir” en igualdad de circunstancias con las grandes empresas transnacionales.
3.- Como resultado de la desgravación del intercambio comercial (resultado del GATT y del propio TLCAN) el Estado mexicano se quedó sin recursos económicos y se dedicó a exprimir a la población con cargas como el IVA y con alzas constantes en los precios de los productos y servicios del sector público. Aunado a la pérdida de poder adquisitivo del salario, esto trajo más empobrecimiento.
4.- El desempleo generalizado y la contracción del financiamiento a las escuelas públicas de todos los niveles creó una legión que se calcula en 7.5 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan. Y eso que otros tantos se fueron de braceros y andan toreando las leyes gringas que los identifican con criminales. Los que se quedaron son carne de cañón para la crimnalidad organizada, que se encuentra en auge.
5.- México pactó con Estados Unidos la conversión de su política migratoria, al ofrecerse de policía para impedir el flujo de centroamericanos hacia el “American Dream”. El imperio amplió si frontera estratégica hasta el Río Suchiate, con la ventaja de que los vigilantes son pagados por el erario mexicano. En esto no nos diferenciamos mucho de la Comunidad Europea, que trata también a los migrantes africanos y latinoamericanos como delincuentes.
Los Polleros fueron convertidos en criminales
El ingreso de centroamericanos a México, que quieren cruzar nuestro territorio para llegar a Estados Unidos, en el pasado no fue reprimido entre nosotros. Siempre los vimos como hermanos en busca de mejores destinos. El movimiento de guatemaltecos en los estados del sur mexicano era natural; iban y venían con facilidad a su tierra de origen. Por muchos años, su entrada y salida fue parte de nuestra cotidianeidad.
Hacia el Norte, existían Los Polleros, que eran personas dedicadas a ayudar a pasar a nuestros connacionales a territorio gringo. Recibían a cambio alguna compensación, pero no se les consideraba infractores de la ley. Tampoco era perseguidos.
Cuando el gobierno mexicano selló la frontera sur (y el estadounidense la del norte), el tráfico de personas se convirtió en una fuente de enormes ganancias. Los que siempre habíamos tratado como hermanos, eran ahora delincuentes a los que había qué capturar para devolver a sus respectivos países. Las bandas criminales se dieron cuenta del negocio y lo hicieron suyo. Se amafiaron con los agentes de migración y se impusieron por medio del terror. Se les conoce hoy en día como los más crueles y sanguinarios, que hacen víctimas a los indefensos centroamericanos que quieren pasar por México y llegar a USA.
La trata de personas es hoy en día uno de los delitos más recurrentes. Las bandas secuestran hombre y mujeres (de cualquiera edad, pero de preferencia jóvenes como son la casi totalidad de los migrantes) para extorsionarlos a ellos o a sus familias, venderlos con fines de prostitución u ocuparlos como sicarios en sus acciones violentas. Es un negocio con conexiones transnacionales, pues opera con protección de autoridades de Estados Unidos y México. La operación Rápido y Furioso puso de manifiesto que funcionarios norteamericanos dejan pasar armas al crimen organizado, supuestamente para detectarlas y dar con los delincuentes. La verdad es que se benefician con ese infame negocio.
De modo que Los Polleros ya no son los de antes. Ahora son integrantes de poderosos grupos de mafiosos de alta peligrosidad, que viven de hacer daño a la población. Y que tienen asegurada la impunidad, por sus conexiones con el poder. Las bandas secuestran a los migrantes, los extorsionan, los roban, trafican con sus personas, los maltratan y, llegado el caso, los matan a mansalva como en San Fernando Tamaulipas, donde fueron ejecutados 72 seres humanos en una masacre sin nombre.
En sus ramificaciones, la trata puede alcanzar a niños y niñas, con lo que alcanza su mayor perversión.
De por sí, los migrantes son un grupo enormemente vulnerable; la trata de personas lo vulnerabiliza aún más.