La jornada electoral del 3 de julio está prácticamente a la vuelta de la esquina y la hora de las definiciones para candidatos y electores está llegando a su punto de inflexión. Para los primeros, particularmente para los candidatos a gobernador opositores al PRI, tendrán que decidir -si es el caso- una alianza de facto para derrotar al candidato de Ney González; mientras que para los segundos, especialmente aquellos que no han decidido todavía el sentido de su voto que al parecer son una franja bastante considerable, deberán de hacerlo pronto.
En ambos casos, la decisión final que cada quien tome dependerá entre otros factores del conocimiento o percepción que se tengan sobre la correlación de fuerzas entre los distintos contendientes, concretamente entre los candidatos del PAN, PRI y PRD, es decir, Roberto Sandoval, Martha García y Acosta Naranjo, respectivamente. Sin embargo, es obvio que las herramientas para tener una idea de la situación real son radicalmente distintas entre estos candidatos y los altos dirigentes de sus partidos en comparación con la gente común y corriente como usted y yo. Esto es así porque el recurso de las encuestas, que es el instrumento más significativo para hacer una proyección relativamente válida del comportamiento electoral de los ciudadanos, es un arma de dos filos, pues por un lado, les permite a los candidatos que contratan a empresas encuestadoras, saber de manera muy aproximada lo que va a suceder en las urnas, pero al mismo tiempo puede ser usada con fines propagandísticos para incidir en el ánimo de los electores. En este último caso estamos hablando de un uso doloso o mañoso de unos resultados que pueden estar maquillados para generar una percepción favorable para la propia causa y desmotivante para los adversarios. El punto es que los electores no podemos saber a ciencia cierta si las encuestas que se hacen públicas son verdaderas o falsas.
Ahora bien, de acuerdo a lo que me han platicado algunos encumbrados dirigentes políticos y otras personas más o menos bien enteradas de los entretelones de estas encuestas, parece que hay un dato incuestionable por todos, incluidos los que poco o nada sabemos del tema: que quien está arriba indiscutiblemente es el abstencionismo. No me detendré por ahora a analizar las complejas causas de esta postura recurrente porque aunque vote una minoría ínfima los resultados son legales, por más que deslegitimen al triunfador. Pero enseguida de esta amplia franja de abstencionistas aparece una importante cantidad de “indecisos”, de ciudadanos que manifiestan que si van a votar pero que expresan no saber por cuál candidato lo harán o no quieren decirlo por desconfianza, temores o lo que sea. Este dato que aparece como constante en las encuestas publicadas,tiende a ser invisibilizadoporque es indicativo de que las asimetrías entre candidatos que éstas manejan, nocorrespondendel todo a la realidad, de manera que hay razones suficientes parasospechar de que éstas pudieran estar sesgadas, lo quea su vez permite pensar que es más probable que los tres candidatos a la gubernatura de Nayarit antes aludidos estén pisando firmemente en el terreno de los tercios.
Si ese es el escenario real, se entiende que tanto Martha como Naranjo se rehúsen a declinar uno por el otro y por lo tanto su tarea será la de intentar polarizar la contienda contra el candidato del PRI que es el enemigo a vencer. En este último caso entrará en escena el voto útil, pues el voto antiPRI que no es nada desdeñable, tendrá que decidirse por la candidata del blanquiazul o por el candidato del sol azteca. En este último caso, los electores en trance de decidir su voto habrán de poner en la balanza los diversos factores en juego:desde el perfil del candidato, esto es, sus cualidades y defectos(capacidades y experiencia) para gobernar Nayarit de acuerdo a las circunstancias especiales que estamos viviendo, lo que significan políticamente sus partidos en el contexto nacional, hasta las simpatías o antipatías personales que cada uno provocan, entre otros. Por su parte, los candidatos del PAN y del PRD, paralelamente a la estrategia de polarizar la disputa contra el candidato del PRI, buscarán capitalizar el voto útil tratando de presentarse ante éstos electores como la opción más viable para derrotar al PRI, sino también y a la vez, comola más conveniente para gobernar el estado, siempre bajo el supuesto de que las diferencias porcentuales entre ellos son muy estrechas.
No se puede ignorar tampoco que está en juego también la elección presidencial para el próximo año, de manera que ganar el estado para un determinado partido es altamente significativo, situación que deben sopesar quienes siendo un voto antipriista y sobre todo de izquierda, piensan abstenerse o vacilan respecto al sentido de su voto. Para quienes se autodefinen explícitamente como de izquierdas, no pueden alegar sin caer en el error o la hipocresía, que ya no se trata de decantarse por las ideologías sino por las personas, como si éstas pudieran sustraerse de tener de manera implícita o explícita una postura ideológica. Tratar de embozar su conducta incongruente incurriendo en simplificaciones y banalidades de este tipo resulta inadmisible, porque este tipo de elector debería de tener claro que la contradicción fundamental no está entre Martha y Naranjo, ni mucho menos contra el propio Naranjo por más resentimientos que haya hacia su persona, sino entre la izquierda y la derecha de cara al relevo presidencial del 2012.