Al inicio del pluripartidismo en México a mediados de la década de los 90, es decir, cuando el PRI como partido de Estado entró en crisis y empezó a perder elecciones, o mejor dicho, a reconocer sus derrotas electorales, primero en los ayuntamientos, luego en las cámaras de diputados estatales, después en gubernaturas, para finalmente perder la misma presidencia de la república, llegando incluso a darse escenarios hasta entonces inéditos donde a veces un gobernador no contaba con una mayoría de legisladores de su partido y/o había alcaldes de distintos partidos, los procesos electorales se fueron convirtiendo en contiendas más competitivas donde a diferencia de antaño donde se sabía de antemano quién iba a “ganar” las elecciones, la incertidumbre electoral se instaló como un sano elemento indicativo de que la democracia electoral había ganado terreno, todo ello apuntalado desde luego por la creación de instancias de arbitraje electoral más imparciales, a diferencia de cuando el PRI-gobierno era juez y parte de las elecciones de tal suerte que el PRI funcionaba como un apéndice del gobierno y las autoridades electorales como sus incondicionales operadores.
Traigo esto a colación porque en el actual proceso electoral en Nayarit priva un sentimiento de incertidumbre pero que a diferencia de otros momentos históricos como el aludido, parece no tener mucho que ver con el hecho de no saber a ciencia cierta quién va a ganar, lo cual también existe, sino con una confusión que el caos social y la decadencia política presente ha provocado. La recurrente inseguridad pública que genera una percepción de vulnerabilidad en todo mundo, así como la evidente impunidad que gozan los delincuentes, se manifiesta también en el terreno electoral donde los políticos brincan de un partido a otro apareciendo como candidatos de partidos distintos a los que se solía asociarlos, generando una confusión o desconcierto generalizado.
Las encuestas tampoco son un elemento confiable para ofrecernos certidumbre, porque no sólo desde hace mucho tiempo se han estado utilizando con fines propagandísticos al grado de no saber ya cuándo son verdaderas y cuando falsas, sino porque la desconfianza de muchos ciudadanos encuestados provoca que las encuestas arrojen márgenes de error muy altos dando la impresión de un comportamiento ciudadano veleidoso. Las movilizaciones masivas tampoco son un referente confiable por las mismas razones, pues para no ir muy lejos, todos atestiguamos que Gerardo Montenegro realizó las muestras de músculo más impresionantes dentro del PRI pero eso no le sirvió de mucho.
Las versiones del PRI de que su candidato va muy arriba de las encuestas son por ende fácilmente puestas en duda. En efecto, uno se pregunta cómo es eso posible con el malestar ciudadano generalizado por la inseguridad pública cuyos crímenes no deja de sorprendernos por su consistencia, salvajismo y descaro, así como por la impunidad evidente que los delincuentes gozan, ya sea por la incompetencia o complicidad de las autoridades. Está también el hecho de que tanto Sandoval como Ney gobernaron con absoluta irresponsabilidad hipotecando las finanzas públicas dejando ambos enormes deudas y con ello poco margen para cumplir con las necesidades del estado y para impulsar su desarrollo, resaltando por razones obvias la que dejó Roberto Sandoval en el Ayuntamiento de Tepic con los proveedores y con sus propios trabajadores al grado de que se sabe que muchos afiliados al SUTSEM piensan ejercer un voto de castigo contra él y contra otros candidatos del PRI. ¿Y qué decir de las inconformidades que dejó el proceso de selección de candidatos del PRI donde a muchos aspirantes que no fueron tomados en cuenta emigraron a otros partidos porque consideraron que les tomaron en el pelo porque no hubo ni encuestas ni consulta a las bases para determinar éstas sino el más puro y simple dedazo del gobernador?
¿Cómo creer asimismo que Naranjo va en tercer lugar alejado de sus dos competidores principales con los grandes beneficios que les llevó con sus gestiones como legislador federal a los pobladores y productores del campo de 8 municipios gobernados por el PAN y el PRD respectivamente cuyos alcaldes lo apoyan sin titubeos.
Así las cosas, la incertidumbre en el actual proceso electoral en Nayarit sigue presente, si bien por otras razones a las mencionadas al principio y por ende tienen que ver más con la descomposición del tejido social y de las instituciones políticas, ligadas ambas a un modelo económico altamente depredador y excluyente que pervierte la democracia.