Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Nayaritas del centenario

20 de Julio de 2022

“Mi papá trabajaba en un hotel en Guadalajara, se encontró un cliente que se había ganado un hotel en Tepic en una jugada de cartas y le pidió ayuda para venderlo. Llegó al Motel La Loma, se supone que, a buscar comprador, el lugar estaba en ruinas. Tenía mucha idea de hotelería y convenció al dueño de remodelarlo, estuvo ahí unos años y se independizó. Nosotros llegamos en el sesenta y siete, somos de Mazatlán, pero veníamos de Guadalajara. Se independizó mi padre e inició con el Restaurante Bar Casino, más bar que restaurante. Con el apoyo de un compadre se le ocurrió hacer un restaurante más o menos con el sistema agringado, el mantel, la copa de agua, la mantequilla, el pan. Empezó la historia el cinco de enero del setenta y uno; inició y estuvimos hasta el setenta y cuatro frente a Catedral, en el edificio Mata. Fue un boom porque tenía el primer elevador en Tepic. Desde ese entonces ya medio le estorbaba más que ayudarle a mi papá, tenía la edad de doce años. El negocio se pasó al edifico Naya, ahí estuvimos como medio año y en agosto del setenta y cinco nos cambiamos frente a La Loma. La idea de esto fue de mi padre, Roberto Ramírez de La Paz; fue gente de mundo, hizo de todo. En Chicago empezó de afanador y llegó a capitán del hotel Ambassador que atendía tres mil personas diario. Traía buena escuela y estaba enamorado de esto, es algo que se ocupa. Hasta un día antes de que falleciera, a sus escasos noventa y un años, él vino a trabajar. Me gusta esto, mi papá estaba enamorado de esto. Yo estudié ingeniería, algo completamente ajeno a esto. Ya estaba trabajando en Teléfonos de México y mi madre me comentaba como que mi padre andaba queriendo vender el negocio, que ya estaba enfadado. Me vine en marzo del ochenta y dos, pedí un permiso, antes se podía. Vine por tres meses y en marzo cumplo treinta y nueve años en el negocio. Hemos pasado situaciones demasiado complicadas, pero también cosas muy gratificantes. El restaurante se ha mantenido, es un negocio viejo que no se ve viejo. Siempre se ha manejado como un negocio familiar. En un principio mi madre era la que echaba los canastos a la camioneta y se iba al mercado a escoger los productos y era la que cobraba.  Mi padre casi casi aquí dormía, lo veíamos el día que cerrábamos. Mi papá cuando recién abrió tenía una bodega, un cuarto grande, ahí tenía su catre. Los trescientos sesenta y cinco días del año trabajaba, no descansaba ni un día. Todos los días andaba de traje, cuando yo recién me vine fue lo primero que le dije a mi papá. Me costó trabajo quitárselo, pero eso nos ayudó y recién que me vine hicimos el bar que antes se llamaba Calipso. Ya llegaban muchachos con las novias, eso me lo atribuyo. Abrimos un restaurante en el Club Campestre cuando recién se inició, creo que por los ochenta. Empezamos con banquetes casi desde que abrió, servimos muchísimas veces en el Club de Leones que era de los pocos salones que había entonces. Toda la vida mi papá sirvió banquetes, en el Motel La Loma sirvió muchos eventos porque se prestaba el área que tenía. Recorrimos todo Nayarit inaugurando sucursales de bancos, íbamos a Vallarta, a Guadalajara. Anduve de chofer o estorbando a mi papá, ahora a mí me gusta atender mis eventos. En vida conviví más con él que con mi propia familia, lo veía todo el día, diario trabajando los dos. Primero fui su brazo derecho yo, luego él fue mi brazo derecho, me costó un poco de trabajo cuando me faltó. Ya la responsabilidad era menos la de él, pero era como el capitán, había clientes que se venían a platicar con él. El abuelo del gobernador era clientazo de nosotros, se venía Don Toño siendo gobernador muchas veces a platicar de su viejo. Le encantaba platicar, te podías aventar dos días con él y no se le acababa. Después de mi familia es esto, y de repente ha sido primero esto y lo han entendido porque de aquí vivimos y de aquí crecimos. Mi padre de aquí nos dio estudios a todos, nos dio hasta de más. A mis hijos no les ha faltado nada, gracias a Dios ya los saqué a los tres y queremos seguir. Estos meses que estuvimos cerrados me aventé la pintada del negocio y crecimos nuestro servicio a domicilio, mi hija me ayudó. Llegamos a los cincuenta años y estamos muy orgullosos, yo nada más le seguí, pero la labor fue de mis padres que en paz descansen los dos. Seguimos en la misma, a ver hasta cuándo nos alcanzan las fuerzas. Yo no sé cuánto más va a durar esa aventura, me gustaría hacer lo que hizo mi papá, a sus noventa años todavía manejaba. Mi idea es seguir manteniendo la calidad, la calidez y el servicio, es lo que la gente nos agradece. Tengo un compromiso con mi padre y conmigo mismo, con mis hijos y con mi mujer, es un legado que voy a seguir.”

Roberto Ramírez, 62 añosRestaurantero Él es #nayaritadelcentenario

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