Tepic, Nayarit, jueves 28 de marzo de 2024

Un nayarita muy altruista

Sergio Mejía Cano

04 de Julio de 2022

El contador público, Ricardo Moya Tovar trabajó durante 30 años en la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), hoy está jubilado y, después de jubilarse, para no estar de ocioso, se unió a un grupo pastoral de la Iglesia Católica que se dedicaba a llevar alimentos a las presas en el penal estatal Venustiano Carranza, hasta que un director de dicho penal de apellido Castro, ya no les permitió hacerlo porque supuestamente estaban influenciando en las mujeres presas.

Así que su asociación pastoral enfocó sus baterías a repartir comida a las afueras del Hospital Central (Civil) a los familiares de los pacientes; sin embargo, con el tiempo esta labor altruista la tomó otra agrupación, por lo que ahora, los días 5 de cada mes, llevan alimentos y ropa al albergue ubicado en donde anteriormente era el Hospital San Vicente, en la esquina de Guerrero y Padre Mejía y otros albergues; pero al señor Moya Tovar le toca en donde antes era el hospital.

A la SAGARPA entró como almacenista general de recibo de Distrito, y de ahí ascendió a subjefe de Distrito. Comenta don Ricardo Moya que, hubo momentos amargos al estar como almacenista, por negarse a participar en anomalías que cometían algunos de dirigentes y trabajadores, por lo que lo veía mal; sin embargo, gracias a su comportamiento fue que lo ascendieron de puesto en donde ya no tenía nada que ver con las auditorías de material y otras cuentas de debe y haber. En su vida activa tuvo que radicar en el entonces Distrito Federal y en el estado de Puebla; así que, cuando se jubiló regresó a su terruño: Tepic, a disfrutar de su jubilación junto con su familia.

Y a propósito de su familia, don Ricardo Moya guarda un triste recuerdo: la desaparición de su hija menor, de nombre Judith Guadalupe quien, comenta el contador público, su hija desde que entró a la adolescencia dio muestras de rebeldía, tal y como sucede con la mayoría de los adolescentes en cuanto a desobedecer a sus padres, no querer estudiar, pues su hija ahí tuvo comportamientos irregulares en su conducta, por lo que a cada rato los mandaban llamar de la escuela a él y su señora esposa para darles a conocer la mala conducta de su hija.

Así pasó hasta que, al cumplir los 18 años, su hija Judith Guadalupe se fue con un individuo con quien procreó una niña; pero por inestabilidad en la pareja de su hija, Moya Tovar fue por ella y su niña con la promesa, de ella, de que ya se iba a portar bien, por lo que le pidió a su papá si le ponía un salón de belleza, en donde la muchacha tenía práctica.

Sin embargo, cuando el contador público andaba viendo la posibilidad de adquirir lo necesario para instalar el salón de belleza, en el año de 2008, cuando su hija contaba con 22 años de edad, de pronto desapareció de su vida. Para pronto don Ricardo Moya preguntó a todas las amistades y conocidos de su hija sin recibir una buena respuesta, nadie sabía de ella. Durante un tiempo estuvo con la zozobra, por lo que levantó una denuncia por desaparición de su hija ante el entonces Procuraduría de Justicia Estatal. A los días le llegó un rumor de que la habían visto en el estado de Sonora y luego que en Chihuahua y, como extraoficialmente los rumores de Chihuahua eran más verídicos, fue allá en donde levantó otra denuncia por desaparición, regresándose a Tepic sin saber nada en lo absoluto.

A los 12 días de su regreso a su tierra, don Ricardo recibió unas fotos de su hija con remitente en Puebla, en donde le decía que no se preocupara y, en una de ellas, las palabras: “ya sé el camino de la vida”. Fue lo último que supo de su hija, porque hasta la fecha nada sabe; aunque no pierde la esperanza de que algún día aparezca. Fue a buscarla a Puebla, pero no obtuvo ningún resultado satisfactorio, nada más que la habían visto subir a un camión foráneo.

Pero como su amor de padres tanto de su esposa como de él, lo hicieron acudir a la ahora Fiscalía General del Estado, en donde tuvo una mala experiencia con el entonces fiscal Edgar Veytia, pues lo recibió en forma muy altanera poniendo una pistola en el escritorio y, con fuertes palabra le pregunto: a ver, ¿cuál es tu asunto? ¡Rápido, que no tengo tu tiempo! Al explicarle la desaparición de su hija y ver si había algo de las investigaciones, Veytia mandó traer el expediente y, al notar que también había levantado denuncias en Puebla y Chihuahua, Veytia lo regaño diciéndole que si creía que las otras fiscalías eran más fregonas que la de Nayarit.

Sea pues. Vale. 

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