Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Violencia imparable, posiblemente orquestada

Sergio Mejía Cano

23 de Junio de 2022

El reciente asesinato de dos sacerdotes jesuitas, junto con un guía de turistas en la Sierra Tarahumara, ha dado pie nuevamente para achacarle culpabilidad al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), enfatizando que, debido a su fallida estrategia de “abrazos no balazos” es lo que ha incrementado la ola de crímenes a tal grado que, hoy en día, en lo que va del sexenio de AMLO, ha habido ya más muertos violentamente que en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, a quien se tacha también, de haber empezado esta ola de violencia al haberle dado un garrotazo al avispero sin tomar en cuenta las funestas consecuencias en las que ahora nuestro país está sumido.

Se ha dicho, de acuerdo a estudios serios que, cuando alguien está dispuesto a quitarle la vida a alguien, no habrá poder humano que lo impida; incluso también se ha hecho referencia a una frase que se atribuye al malogrado presidente norteamericano John F. Kennedy: “cuando alguien va a atentar contra tu vida, lo hará aun a costa de la suya propia”, palabras más, palabras menos, 

Así que, por más vigilancia o estrategias para prevenir la violencia en asesinatos, es prácticamente imposible poder controlar esto, pues no puede haber un policía detrás cuidando a todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas; porque siempre llega el momento adecuado para atentar contra alguien sin que nadie pueda impedirlo. Claro que, como se dice comúnmente: cuando el gato está cerca, el ratón no sale de su guarida; pero en cuanto se aleja, el roedor sale a ver qué consigue-

Ahora bien, ¿qué acaso no podría haber mentes perversas capaces de orquestar toda una gama de asesinatos nada más más para hacer la mosca chillar y así, hacer quedar mal a la actual administración? Cerebros que, con tal de desquiciar tanto a la población como a una parte o casi todo el país, aprovechando la frase emitida por AMLO de “abrazos y no balazos”, haberse agarrado de ahí para empezar con una serie de asesinatos indiscriminados, como por ejemplo los de periodistas de ambos sexos que, en sí, ha sido en donde más mella ha hecho esta actual ola de violencia, inclusive hasta en el extranjero ha habido indignación por los asesinatos de periodistas, lo que ha servido para hacer más ruido, cosa que en cierta forma hace despertar la sospecha de que podría haber algo muy turbio detrás de todos estos recientes asesinatos. 

Así que, como el tema de los comunicadores asesinados tal vez ya se esté haciendo costumbre, pues ha buscar otro tipo de gente que levante ámpula entre la sociedad si se atenta contra otro tipo de personas; como hoy con los sacerdotes, ya que como nuestra población es religiosamente muy creyente, pues entonces la indignación de la sociedad crecerá más y más. Como cuando han asesinado familias enteras o las desaparecen, obvio que hay indignación y más, si no hay resultados de quiénes fueron los agresores. Porque también la impunidad es lo que le echa más leña al fuego al no haber detenciones y, si las hay, muchas de las veces se piensa de que a la mejor son chivos expiatorios; aunque no lo sean, porque el escepticismo crónico del que padece ya la gran mayoría de los mexicanos de ambos sexos, hace que se piense mal, sobre todo cuando en algunos asesinatos las autoridades tardan mucho tiempo en resolver y en otros de inmediato se informa de la detención de los supuestos autores tanto intelectuales como materiales, haciendo que muchas personas apliquen aquello tan común de que qué casualidad.

Esto de la incredulidad, desde luego que es lo que ha afectado más a la sociedad; y la responsabilidad que recae inmediatamente en las autoridades crece más cada día. Y, obviamente que, la incredulidad, así como la indignación se acrecienta más cuando de parte de las autoridades se informa que tal matazón fue un ajuste de cuentas y tan, tan, fin de la información. Y, claro que también está el tema de las fosas clandestinas, de las que han convertido prácticamente a todo nuestro país como un gran cementerio. Se da a conocer que, en determinado lugar se encontraron cuerpos humanos enterrados y hasta ahí, no se sigue al parecer una línea de investigación para saber quién o quiénes sepultaron ahí esos cuerpos y, si hay presión de la sociedad, por lo regular las autoridades salen con el consabido ajuste de cuentas entre bandas del crimen organizado y fin de la plática.

Se entiende que, información verídica y oportuna haría que la sociedad crea en lo que dicen las autoridades; pero esto no sucede.

Sea pues. Vale.

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