La malograda alianza electoral del PRD con el PAN en Nayarit deja varias enseñanzas que es importante valorar, siendo la más obvia e importante las naturales discrepancias ideológicas que estaban siendo relegadas (que no negadas) momentáneamente en aras de un objetivo común: impedir que el PRI continuara en el gobierno del Estado así como en otros espacios como el poder legislativo y las alcaldías. Se supone además que no obstante las profundas diferencias entre estos institutos políticos, no se pretendía nada más desplazar al PRI del poder, -al menos desde los ciudadanos había esa expectativa- sino que ahora sí se hiciera un gobierno de transición hacia la democracia desmontando todas las prácticas autoritarias, de corrupción e impunidad típicas del priismo, promoviendo asimismo formas de democracia participativa, saneando las instituciones públicas, apoyando a los productores del campo, mejorando la educación, abatiendo los altos índices de criminalidad, etc.
Estos objetivos se lograrían mediante la construcción de un gobierno de coalición de manera que se pudiera implementar un programa de gobierno con base en las propuestas que ésta alianza había planteado a la ciudadanía tanto en la plataforma electoral oficial, como en las propuestas que los entonces precandidatos Martha García y Guadalupe Acosta Naranjo venía haciendo por distintos medios a la gente, aunque a decir verdad, sólo Naranjo venía haciendo propuestas concretas y significativas. La agenda del cambio supondría también mecanismos colegiados de concertación y consenso para darle cumplimiento y rumbo al gobierno del cambio verdadero.
Visto retrospectivamente, las pugnas que se dieron entre ambos personajes por conquistar la candidatura de la alianza durante el proceso de competencia interna, así como el encono entre sus respectivos partidarios, fue subiendo de tono hasta que se llegó lamentablemente a la ruptura, misma que unilateralmente realizó el PAN haciendo a Martha García su candidata. Este hecho se derivó del resultado de la encuesta que definiría la mencionada candidatura, mismo que reveló un empate técnico o virtual pero donde era evidente el crecimiento acelerado y vertiginoso de Naranjo y el estancamiento y ligero retroceso de Martha. Sumado este hecho a que en el convenio se había establecido que la candidatura a gobernador era para el PRD, suena lógico que Naranjo llevará la preferencia por ser un dirigente histórico de éste, además de que indudablemente tiene un perfil político muy superior a la señora Martha.
Por otra parte, no es posible evitar relacionar esta ruptura de alianza electoral en Nayarit entre PAN y PRD a una vendetta de los primeros luego de que el PRD, ante la presión de los lopezobradoristas y de cara a la elección presidencial del próximo año, diera marcha atrás a la alianza que se había estado tejiendo entre ambos en el estado de México. Esta ruptura significó un verdadero descalabro para el PAN porque su continuidad en la presidencia de la república se cifraba en parte en el supuesto debilitamiento que ocasionaría al PRI una derrota en dicho estado porque el eventual candidato a la presidencia de la república del PRI es Enrique Peña Nieto, actual gobernador del estado de México.
Este hecho, aunado al evidente fracaso del gobierno federal panista de Felipe Calderón cuya estigma de usurpador no ha podido diluirse, proyecta un escenario nada halagüeño para las aspiraciones de continuidad de los panistas en la presidencia de la república. Sin embargo, por desgracia el proyecto neoliberal sigue incólume toda vez que el PRI podría regresar al poder presidencial. En efecto, las coincidencias entre panistas y priistas en los asuntos de fondo los han llevado durante décadas a un maridaje evidente manifestado principalmente en alianzas parlamentarias. Sus más recientes acuerdos acerca de una reforma laboral lesiva a los trabajadores y una ley de seguridad que convertiría al Estado fallido en un Estado de excepción (Estado policíaco), son un botón de muestra de dicha afinidad ideológica de derechas. Ciertamente, estos acuerdos fueron pospuestos unilateralmente por el PRI por conveniencias inmediatas, pero quedó claro su interés por aprobarlos.
Por otra parte, el excesivo pragmatismo del PRD y su incapacidad para procesar sus diferencias internas, los llevaron a un desdibujamiento ideológico cuya máxima expresión se manifestó en las recurrentes alianzas electorales con el PAN en diversos puntos del país y/o en la promoción de tránsfugas priistas que fueron hechos gobernadores. En ambos casos, cuando se ha tenido “éxito” mediante estas estrategias, no se ha observado que las victorias sobre el PRI se hayan traducido en formas de gobernar distintas (superiores) generando la sensación de que todos son iguales en la medida en que todos buscan el poder como un mero botín. Esta política errada ha provocado como consecuencia un PRD cada vez más debilitado, desprestigiado, y por ende, cada vez más dependiente de personajes, partidos y circunstancias externas para mantener una presencia política, aunque ésta sea más de puestos que de una forma de gobernar distinta, a despecho por cierto de lo que marcan los principios políticos del PRD en sus documentos básicos donde se hace énfasis en que no se trata de conquistar el poder por el poder mismo, sino para transformar la sociedad con justicia, equidad, democracia, respeto a los derechos humanos, solidaridad, etc. Desde luego, no se trata de apegarse a los principios en detrimento de la eficacia sino de implementar una dialéctica entre éstos y la dosis necesaria de pragmatismo.
En consecuencia, las recientes rupturas electorales entre PAN y PRD en el EdoMex, Coahuila y Nayarit no deben ser dramatizadas excesivamente sino incluso saludadas como un posible principio de rectificación que permita al PRD constituirse como una opción verdadera para los mexicanos con un proyecto propio, contrastante con el proyecto neoliberal que abanderan frenéticamente el PAN y el PRI. Es hora de que el PRD empiece a valerse de sus propias fuerzas y recupere credibilidad construyendo la alternativa de izquierda democrática que millones de ciudadanos anhelan. No se trata pues de obtener el poder por sí mismo sino en función de un proyecto de nación que reclama revertir de manera urgente las prácticas depredadoras del neoliberalismo.
De este modo, si bien es cierto que el voto contra el PRI en Nayarit se va a dividir inevitablemente, no significa necesariamente que el candidato del PRI tenga el camino libre como algunos creen, pues si es cierto que los tres principales candidatos están en el umbral de los tercios, cualquiera puede ganar la gubernatura, aunque muchos electores perciben que Naranjo es el candidato que cuenta con más y mejor experiencia política y capacidad intelectual. Sus gestiones como diputado federal para apoyar a distintos ayuntamientos nayaritas, a los productores del campo, a los jóvenes, entre otros, así como sus propuestas de precampaña, particularmente su compromiso para mejorar sustancialmente la seguridad pública, avalan que representa el mejor perfil para gobernar un Nayarit que el PRI ha sumido en una grave crisis financiera, además de su evidente incompetencia para frenar la ola de delincuencia organizada y común que mantienen asolado a nuestro estado. Del mismo modo, no hay que olvidar que el PAN representa entre otras cosas una traición a las aspiraciones de democracia de los mexicanos al pactar con el PRI la continuidad del régimen, todo en aras de seguir adelante de manera suicida con el modelo neoliberal que es el principal responsable del grave deterioro del tejido social que ahora padecemos.
Para concluir, los electores indecisos que dudan entre Martha y Naranjo pero están convencidos que es necesario derrotar al PRI, tendrán que decidirse por uno de ellos valorando quien es más capaz de gobernar a Nayarit para hacer frente a la crisis financiera, moral y de seguridad que estamos padeciendo. En lo personal, creo que Naranjo tiene la experiencia y capacidad suficiente para asumir el reto de gobernar en condiciones de crisis, mientras que la señora Martha está envuelta en un evidente conflicto de intereses que la hacen inviable. Votar por un rico para gobernar, es como poner a Drácula de gerente del Banco de Sangre.