Indígenas exigen justicia por el despojo de sus tierras ancestrales
Sergio Mejía Cano
01 de Junio de 2022
Vuelve a resurgir el conflicto territorial entre las líneas fronterizas de los estados de Nayarit y Jalisco, pues las comunidades autóctonas vuelven a reclamar lo que les pertenece ancestralmente. Y si bien es un problema añejo, pasan los años y nada que se resuelve este asunto que, en sí, usando el sentido común y la razón, se podría resolver rápido y más, ahora con la promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de que atenderá este caso de inmediato.
El pasado lunes 30 de este mes, AMLO recibió a integrantes de la comunidad Wixárika, que llegó a plantarse a las afueras del Palacio Nacional, después de culminar una marcha a pie de más de 900 kilómetros, para exigir justicia y que les sean reintegradas alrededor de 11 mil hectáreas, las que ya tienen décadas reclamándolas al ser invadidas por ganaderos que ya se han apropiado de esa zona territorial, a pesar de que existen documentos que acreditan a los de la etnia Wixárika como legítimos propietarios.
Y, al señalar que este conflicto se podría resolver usando el sentido común y la razón, es porque si el problema lo han generado los ganaderos, pues el asunto sería sacándolos de ahí y dejando a las etnias indígenas que se repartan esas 11 mil hectáreas sin importar límites de los estados de Nayarit y Jalisco, pues si se piensa bien, dichos límites no existían cuando las naciones originales de este continente vivían libremente y sin problemas de límites territoriales ni fronteras más que las del idioma y nada más.
El problema fue con la llegada y expansión de los españoles y posteriormente por mestizos ávidos creyéndose superiores y por encima de los antiguos habitantes de estas tierras. Tal y como sucede ahora que, en sí, de no haber sido protegidos los ganaderos y demás invasores de esas tierras que ancestralmente les han pertenecido por siempre a las naciones originales, el conflicto no hubiera crecido y no se estarían viendo estos problemas en donde tiene que prevalecer la razón de quiénes son los verdaderos dueños de esas tierras: los habitantes originales de las etnias autóctonas y no los invasores que no tienen la pureza de la sangre indígena. Así que, por más títulos de propiedad que se hayan dado a particulares posteriormente a la llegada de los españoles y mestizos ambiciosos, frente a la Naturaleza y el tiempo, dichos títulos no tienen ninguna validez siempre y cuando se trate de despojos a los verdaderos dueños cuyo único titulo de propiedad es haber nacido ahí.
Se ha dicho y se ha documentado que, todas las grandes extensiones de terreno que hoy están en manos de particulares, son productos de despojo. Por lo que yéndonos hacia la noche de los tiempos, más allá de la llegada de los españoles y después de los mestizos ambiciosos, la tierra les pertenecía a los habitantes originales a sabiendas que estos habitantes también pertenecen a la tierra, pues para la mayoría de las naciones autóctonas, es un hecho de que la tierra para ellos es sagrada, intocable y que no se le puede hacer daño alguno, pues ella, la tierra, es la que da de comer; sin embargo, al introducirse los ganaderos en esta región, obviamente que se tuvo que cambiar el uso del suelo causando el dolor de los antiguos habitantes al ver el daño que le estaban y están haciendo a la tierra que desde siempre les ha pertenecido y a la que ellos, los indígenas, sienten que se pertenecen mutuamente.
Un claro ejemplo de la indolencia y falta de respeto hacia las tradiciones, usos y costumbres de los pueblos autóctonos, de algunos mestizos, se podría tomar de una declaración que hizo en su momento el entonces gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval Castañeda, cuando ante los representantes de los medios informativos, criticó a quienes se oponían a la construcción de la presa “Las Tres Cruces”, en el río San Pedro, pues decían esos críticos que, en caso de que se llegara a construir dicha presa se inundarían varias poblaciones ancestrales, así como lugares de veneración de acuerdo a sus creencias heredadas, en donde en uno de ellos estaba una piedra muy venerada por los indígenas de esa zona, diciendo Sandoval Castañeda al respecto: “imagínense, una piedra”. Posiblemente esa piedra podría no significar nada para él; sin embargo, para los indígenas esa piedra podría significar lo que a un creyente significan las imágenes religiosas en los templos.
Así que tal vez por eso, a los que invadieron la propiedad de los indígenas, no signifique nada eso de que la tierra es sagrada.
Sea pues. Vale.
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