Crónica de una sesión de cabildo accidentada
Ulises Rodríguez
20 de Mayo de 2022
Faltaban unos minutos para las 5 de la tarde cuando llegué a la plaza bicentenario. La avenida México estaba inusualmente tranquila debido a la manifestación de gondoleros que había tapado el tramo que va desde la calle Miñón hasta la avenida Allende, estacionando allí sus vehículos de trabajo. Debajo de los árboles estaban en pequeños grupos los choferes platicando, comentando el posicionamiento del gobernador respecto a su manifestación. Yo iba allí en busca de una manifestación a la que se había convocado a través de redes sociales a quienes consideramos que el proyecto de Reglamento para el Bienestar Animal tiene muchos huecos y que era perfectible. El objetivo de dicha manifestación era solicitarles a las y los regidores que sacaran del orden del día ese punto y pudieran posponer su aprobación hasta que se socializara dicho proyecto, cuyo documento había generado reacciones encontradas desde la tarde del domingo en que comenzó a circular.
Reunidas bajo una carpa instalada en la plaza bicentenario para algún evento de gobierno, estaban apenas una decena de personas. La señora que me acababa de topar hacía unos momentos y que también iba a la marcha me mostraba orgullosa una hoja blanca con la leyenda “Seamos la voz de quienes no tienen voz”, escrita por ella misma con una pluma con la que tuvo que remarcar varias veces su mensaje para que este fuera más visible.
-yo vengo con Piojito- me dijo, mientras me mostraba a un gracioso perro chihuahua con cruza de pug que llevaba un traje color rojo que lo hacía ver todavía más tierno.
Al fondo distinguí a la doctora Tere Sumaya y a su famoso “pechocho”. Se tomaba fotos con diferentes cartulinas y posando con su mascota, imagino que para compartir en sus redes sociales. Convenimos esperar unos minutos a ver si se juntaban más personas para empezar a marchar. Sabíamos que teníamos tiempo pues se nos había informado que la sesión de cabildo donde se discutiría lo del reglamento comenzaría entre 6 y 6:30 de la tarde. Allí, bajo esa carpa, intercambiamos los primeros puntos de vista sobre la propuesta del proyecto.
Decidimos marchar. Una chava llamada Sandra y Deysner -la increíble vecina de Fraccionamiento Real Montecarlo que tiende su mano a quien la necesita, sea humano o animal- encabezaron el contingente sosteniendo una pancarta cuya leyenda no recuerdo, pero que traía dibujadas algunas caricaturas de perritos. Hicimos no más de 15 minutos desde el punto de partida hasta la plaza de armas, frente al edificio de la presidencia municipal. Delante de nosotros, la doctora Tere Sumaya iba dando entrevistas a algún medio de comunicación que se interesó en la manifestación. Los choferes de las góndolas comenzaron a gritar también nuestras consignas y es que, nada hermana más que la decisión de luchar por algo que se cree justo.
Una vez en la explanada de la presidencia, decidimos organizarnos y definir lo que haríamos. Los perros que viven en la plaza principal se nos acercaban con curiosidad y uno de ellos vio en el “pechocho” de la doctora Tere Sumaya al objetivo de su ira y de sus gruñidos. Nuestra intención era presenciar la sesión, que debe ser pública de acuerdo a la Ley Municipal en su artículo 50, fracción V, pero pronto advertimos que sería imposible. Mientras platicábamos, se acercó la regidora panista Esther Mota, quien manifestó que su voto sería contra el reglamento y que llevaría al cabildo nuestra petición. Instantes después llegó la también regidora, Magaly Hermosillo, representante del PRI, quien se sumó a la propuesta. Fueron ellas quienes se ofrecieron a procurar que entráramos a la explanada del edificio, donde se disponen sillas para el público asistente, lugar en el que esperábamos poder dialogar con algunos regidores y con la presidenta municipal, aunque esto no pudo ser. Los policías municipales apostados en la puerta hicieron una valla para impedir el paso de los manifestantes.
-¿ninguno de ustedes ha tenido alguna vez un perro?- les preguntó con impotencia y apelando a la empatía alguna de las compañeras.
-tengo cinco, señora, pero tenemos instrucción de no dejar pasar a nadie- le respondió el oficial. Ese mismo elemento de seguridad, minutos más tarde sacó una bolsa de croquetas y comenzó a alimentar a los perros que viven en la explanada y que hasta ahora han sido ignorados por la titular de la presidencia municipal.
Fueron 3 policías municipales, por cierto, quienes me comentaron que, por parte de la dirección de seguridad pública les están pidiendo cuotas diarias de personas remitidas a los juzgados cívicos por cualquiera de las faltas administrativas que puedan generarle ingresos al Ayuntamiento. Para incentivar dicha medida, me platican que se les promete “un bono” a repartir todos los días entre los elementos de seguridad que más ciudadanos lleven para ser multados… pero eso será motivo de otro análisis, lo menciono porque es parte de la voraz política recaudatoria del actual Ayuntamiento y en ese contexto es donde aparece el reglamento objeto de polémica.
A la distancia, el regidor del verde, Iván Petrovich observaba la escena mientras se reía con sorna. La presidenta municipal, inmutable ignoró por completo lo que ocurría en las puertas del histórico edificio, no se sabe si por indolencia o por incapacidad de poder responder ante la ausencia de su más cercano asesor.
Cuando nos cerraron las puertas en la nariz, una señora narró cómo el año pasado recibió en su casa a la entonces candidata a la alcaldía.
-yo le abrí las puertas de mi hogar, andaba asoleada y le ofrecí un vasito de agua. Ahora ella nos cierra las puertas en la cara ¡qué rápido cambian las cosas! –
Mientras esperábamos afuera, advertimos los esfuerzos de la dirección de comunicación social del Ayuntamiento por cambiar la percepción sobre el polémico reglamento. Los medios de comunicación con los que se tiene convenio -del que, por cierto, su servidor tiene una copia-, empezaron a difundir comunicados donde destacaban las bondades de dicho proyecto y la foto de la presidenta municipal acariciando un perro. Se hablaba, por ejemplo, de evitar la pirotecnia, haciendo un juego de palabras que ocultaba el hecho de que dicha disposición no se contenía en el reglamento sometido a votación esa tarde, con el ánimo de generar empatía ante una medida que es una añeja demanda de los que tenemos mascotas.
Esperamos el desarrollo de la sesión y, sin sorpresa de por medio, fue aprobado por mayoría. Afuera, convenimos organizarnos y seguir luchando para que el reglamento ya aprobado pueda perfeccionarse y ser un reglamento que de verdad procure el bienestar animal en Tepic y no sólo la nueva herramienta recaudatoria del Ayuntamiento que no sonríe, sino que se ríe burlonamente de quienes hace meses confiaron en ellos.
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