Respirar aire puro oxigena nuestro organismo
Sergio Mejía Cano
31 de Febrero de 2022
Un compañero ferroviario, ya pensionado y que radica en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, subió una foto a su perfil de Facebook el pasado sábado, con la leyenda de “día de ejercicio en la barranca”; desde luego que se refiere a la barranca de Oblatos. El problema es que, aparte de traer sombrero y lentes para el Sol, porta un cubre-bocas, lo que me produjo sentimientos encontrados, por lo que le escribí que cómo era posible que al aire libre y con ese artefacto que impide la libre respiración y oxígeno.
Y esto porque se supone que el cuerpo necesita oxigenarse y más, recordando que, a principios de que se desató esta pandemia en nuestro país, precisamente en Guadalajara y en otras ciudades del país se escaseó el oxígeno y, además, en donde era posible adquirirlo, su precio se alteró considerablemente. Así que, si se anda al aire libre, lo más sensato sería descubrirse nariz y boca, para respirar libremente.
Esto, se supone que lo saben los médicos, porque ya he preguntado a uno que otro al respecto, y afirman que sí, que andando al aire libre lo mejor es hacerlo sin cubre-bocas; sin embargo, añaden que por su institucionalidad y para no contrariar a nadie y para recordarle a la gente que estamos en una pandemia, es por lo que se ven obligados a usar este artefacto que, por donde quiera que se le vea, es lo más antinatural que pueda haber para obtener una mejor oxigenación de la sangre y del organismo en general. Aclarando que, en espacios cerrados sí es lo más opcional tanto para proteger a las personas cercanas como a uno mismo.
Y así como mi compañero ferroviario anduvo en la barranca con cubre-bocas, es de llamar la atención que, en parques y jardines haya gente haciendo caminata, corriendo y haciendo algún tipo de ejercicio portando su cubre-bocas, sin que estén otras personas cercanas o los que caminan o trotan de vez en cuando se cruzan con otras, pero sin haber mucha cercanía de por medio.
También es de llamar la atención, personas caminando por una calle solitaria, en una cuadra en donde no va caminando nadie más y, sin embargo, llevan su cubre-bocas puesto, igual, hay quienes van conduciendo un vehículo automotriz solos, sin compañía y que llevan su cubre-bocas, tal vez porque crean que el virus pulula en el aire viajando para todos lados. ¿Cómo se podría contagiar una persona que va conduciendo su automóvil sin compañía a su lado o atrás? Así como la gente que va caminando por una calle solitaria, ¿pensarán acaso que talvez el virus brote o salga de alguna de las ventanas de las casas por las que van pasando?
Desde luego que se trata de asumir y cumplir todas las restricciones que han emitido las autoridades sanitarias, pero por lo que se ve, algunas de estas medidas de precaución como que son un poco incongruentes, porque por ejemplo, cuando se autorizaron de nuevo los deportes en los estadios con público asistente, se obligó a este público a portar cubre-bocas; pero a los jugadores no, y vaya que entre los deportistas en acción puede haber mucho contacto corporal, como en el béisbol en que en el plato están muy próximos el umpire, el receptor y el bateador y, cuando hay corredores en primera o tercera base, hay proximidad de los jugadores; pero no se diga en el fútbol, en donde el contacto corporal entre los futbolistas es más que cercano y posiblemente hasta más riesgoso, debido a lo agitado que andan los jugadores y por lo mismo, su respiración los hace abrir la boca con más frecuencia para agarrar aire y, al acercarse a otro jugador, posiblemente le podría hacer llegar el vaho con más fuerza.
Es común que, cuando en una casa alguien le da gripe, por lo regular les da también a todos los que moran en esa casa; suele suceder, por lo que existe la posibilidad de que tal vez los confinamientos contribuyeron a que hubiese más gente infectada, posiblemente, podría no ser un hecho; pero si de lo que se trata es de oxigenar el organismo, ¿qué no era mejor que la gente acudiera a parques, jardines, al cerro, a la montaña y a la playa?
No por nada, en la novela “El Decamerón” de Bocaccio, de entrada, se dice que, para salvarse de la peste que azotó Florencia, Italia, allá por el siglo XIV, siete mujeres y tres muchachos salieron de la ciudad instalándose en una campiña a las afueras de la ciudad, y ahí, para entretenerse se dedicaron a narrar sus cuentos. Lo que da a entender que, lo que salvó a estos jóvenes de la peste, fue haber estado al aire libre; respirando aire puro, alejados de la peste.
Sea pues. Vale.
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