Jesús Aldama Vázquez (el Caifan, Cinturitas o también el Metro y Medio).
Sergio Ramírez Barba (Pica Lica)
11 de Septiembre de 2021
CON MOTIVO DE LA SEGUNDA EDICIÓN DE MI LIBRO “LECUMBERRI 2”, HOY LES DOY A CONOCER OTRO DE LOS 10 PRINCIPALES RECLUSOS DE LO QUE FUE EL LLAMADO PALACIO NEGRO (EL INFIERNO DEL INFIERNO) MISMOS QUE ME TOCÓ ENTREVISTAR CUANDO CURSABA LA MATERIA DE DERECHO PENAL EN LA UNAM, DÓNDE YA SE VISLUMBRABAN LOS BARRUNTOS DEL MOVIMIENTO DE LA TRAGEDIA EN TLATELOLCO 68 (PLAZA DE LAS 3 CULTURAS).
Reitero mi proximidad al Palacio Negro de LECUMBERRI, mi calle era Penitenciaría #12 y por la banqueta de enfrente estaban los nones. El terrible #11.
En el interior había una pléyade de jóvenes y señoritas. Los primeros tenían diferentes actividades delincuenciales, torvos asesinos, asaltantes, cruzadores, retinteros, zorreros, paqueros, trinqueteros, engatuzadodores, merolicos, cuicos y uno que otro judas. La convivencia en ellos era muy familiar y en una obvia complicidad. Las “señoritas” se dedicaban al baile profesional como vedetes de algún centro nocturno. Otras como meseras o cantineras “para llevar”, parejas de rateros y rateras también.
Un chabacano, morro, jovenazo, buky o carranclán del que me ocupo, era Jesús. En el barrio le decíamos “Chucho” pero ante la leyenda del Servicio Secreto y el DFS (Dirección Federal de Seguridad). El Cinturita, quien en ese entonces tendría unos 21 años y era estudiante de la Vocacional del IPN. Parece que se ilusionaba en cursar la carrera de Ingeniero Electricista pero abandonó sus estudios por vago (bailarín). Muy elegante, bien cambiado de traje o relingo y corbata así como buenos cascorros, una gabardina de ¾ y una sombrilla que usaba aunque no estuviera lloviendo ni el sol fuerte.
Su vicio era asistir a los centros de baile en toda la capirucha (DF) en los cabarets como el Ratón, el tío Sam, Casino Oaxaca, Esmirna Club, Saboy, Los Angeles, el Chamberi etc. Tenía un trabajo increíble ya que con su conocimiento de electricidad ponía los “diablitos” tanto a los bares que frecuentaba y también afuera de las viviendas o en los interiores; pero su fuerte era desbaratar los medidores y como si fuera un relojero rebajaba los engranes o los limaba para que el cliente pudiera pagar mucho más barato el recibo de consumo, lógico es que los dientes o engranes no marcaban esa parte y no registraban el gasto real del medidor. Cualquier cliente al año se podía ahorrar entre 200 y 300 pesos de aquellos ayeres, donde llegaban los recibos por 30 o 40 pesos.
Primero fue famoso en la cuadra y en las manzanas adyacentes, donde la gente guardaba discreción y complicidad para que no hubiera “pedo en el ejido y cacas en las parcelas” así se decía en caló, caliche o tatacha. Arreglaba 3 o 4 diarios de a 40 pesos, solo se tenía precaución cuando pasaban los visitadores de la CFE o los inspectores. Lógico es pensar que ganaba feria para su ropa y para andar en todos los lugares que visitaba en donde enamoraba porque apantallaba y es que le veían la luz, la firulilla o la cheliniza.
EN 1966 tenía ya como 4 años haciendo esta maroma o trinquete, todo por su gusto de ir a echar pleito o a gastar el tacón o los cacles como él decía. Pero emocionalmente le comenzaron a gustar las muchachitas de 15, 16 y 17 años. En ocasiones las invitaba al baile como pareja y adquiría una mesa en donde con meseros y cantineros, ya estaban coludidos para ponerle algo en las bebidas a las damitas. Él decía que era “afloja todo o afloja corvas”; obviamente que las muchachas en cuestión, ya no ofrecían resistencia y el aprovechaba para llevarlas al cinco letras más cercano para terminar de aflojarles el “quintonil” o “enchilarles el tlacoyo”.
Parece ser que una de las jovencitas que era veracruzana, vomitó en el baño la bebida y le hizo creer que ya estaba dispuesta a ser suya. Cuando se sentaron en la cama, para desvestirse ella agarró un cenicero que estaba en el buró y le dio varios golpes en la cabeza hasta que quedó desmayado, después se vistió para salir corriendo a la calle gritando que “el Cinturita” la quería violar. Para su buena o mala suerte pasaron unos agentes policiacos y de ahí capturaron al Caifan para recluirlo en LECUMBERRI. Algunos medios informativos publicaron su foto y le llovió una serie de acusaciones de muchachitas que habían corrido con la misma suerte.
En el hampa, cuando cae un personaje de esta naturaleza los aprehensores ganan méritos y hasta los premian con un grado superior. Cuando supieron que él ganaba mucho dinero y que a la mejor tenía su clavo o su guardadito lo empezaron a extorsionar los primeros meses, hasta que ya tuvo que chambear en el interior de la penitenciaría arreglando desperfectos eléctricos.
Un jefe picudo le dijo que iba a ver la posibilidad de liberarlo para que le pusiera un taller en dónde arreglara los medidores pero ya con el consentimiento de los “judas”, cosa que él se negó porque no quería trabajar para nadie. Su gran error fue haber caído en la drogadicción. El sujeto que lo quería liberar le montó un simulacro de reyerta donde el saldría mal herido, casi mortalmente y lo cambiaron que dizque por drogo a un centro de tratamiento psiquiátrico o sea a la Castañeda o “Loquerio”.
Me platicó él que ahí estuvo aproximadamente 30 días.-En ese tiempo seguí con la negación ante los judas y eso me costó que me regresaran a LECUMBERRI, pero ya más adicto que de costumbre pues en la Castañeda me inyectaban de tocho morocho. Ahí ahora si ya no sabía yo ni quien era porque estaba todo “lorenzo”.
Parece ser que era del estado de Guerrero (Teloloapan), y además sostenía que era pariente de Genaro Vázquez, que junto con Lucio Cabañas hicieron desmadres argumentando todo lo que podían en contra del gobierno establecido. En sus ratos de lucidez, me platicó que abusaban de su madre y querían matar a su papá por rebelde.-Un día que entraron la judicial y el ejército echando bala a su pueblo (Teloloapan) hirieron a mi madre en una mano y a mí me tocó un balazo en una de las corvas y por eso me fallaba poco un remo. Huimos y mi madre se refugió en Acapulco, después nos venimos al D.F. Con un tío a la calle Penitenciaría que es donde vivía.
En mi cuadra los vecinos decían que cuando lo iban a visitar a LECUMBERRI en ocasiones lo encontraban bailando solo, como si estuviera con una pareja imaginaria gritando y cantando. No omito decir que en la cuadra le pusieron el 1.50 porque una pierna estaba al 100 y la otra al 50. Todos teníamos miedo que supiera que así le apodábamos porque se ponía muy agresivo. Mi maestro en la facultad una vez que conoció su caso me dijo: Es casi seguro que estaba acomplejado y su forma de ocultarlo era ir a los centros de baile.
Después a los 3 años que lo busqué me dijeron que ahora si había bailado pero con las “más fea”. Este fue otro de los reclusos que me tocó saludar en la icónica LECUMBERRI (el INFIERNO DEL INFIERNO).
¿Dónde quedó?, ¿a dónde se fue? Sin visitas y sin expediente como otros muchos. Yo solo sé que ya no estaba y al parecer a nadie le importó…
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