A mi hijo

Algún día, vas a soltarte de mi mano

Para labrar los surcos de tu historia.

Para descubrir los secretos del arcano,

Y saber de fracasos y de glorias.

Izarás la vela de tu barca,

Y enarbolarás en el mástil tu bandera.

Dejarás en toda ocasión, tu propia marca.

Y tu conciencia, será tu consejera.

No arranques la flor de los jardines.

Pues si el fruto de los árboles desprendes,

O le robas el aroma a los jazmines,

Es acción, con la que tú mismo te ofendes.

Te colmarán con chismes y con dudas.

De trampas, tu camino sembrarán.

Recibirás mil halagos de los Judas.

Más tu ropaje, nunca mancharán.

Llevas en la sangre la semilla, 

Del perdón, del orgullo y la bondad.

Esta herencia, por lógica te obliga, 

A despreciar los actos de maldad.

No existe piedra más gastada,

Que la lijada por el polvo del camino.

Y en praderas, y en montañas y en cascadas,

Sigue  rodando sin llegar a su destino.

No lastimes ni al débil, ni al que es fuerte.

Ni subestimes, la altura de los dos.

De nadie, desees nunca la muerte.

El que da y quita la vida, es solamente Dios.

No escatimes la ayuda a tus hermanos.

Ni le niegues un techo al que se moja.

Siembra amor en todos los humanos.

Para que mañana, amor tu hijo recoja.

Algún día, formarás tu propio hogar.

Lucharás por tu pareja y por tus hijos.

Más si en la lid te sientes titubear,

Recuerda a tu padre, que desde niño te bendijo.