Se ha perdido el encanto de los teléfonos públicos
Sergio Mejía Cano
13 de Julio de 2021
Es una tristeza ver cómo cada día los teléfonos públicos están más abandonados, deteriorados y hasta victimas del vandalismo, sobre los que aún perduran en las colonias de la periferia de la ciudad; porque al menos a los que están en el Centro Histórico o en sus inmediaciones, los vándalos los respetan por aquello de que les podría caer manotas al estarlos destruyendo.
Pero se ve claramente que ni a la empresa telefónica les interesan ya estos teléfonos en la vía púbica que antes le servían a prácticamente infinidad de personas. Y si bien el uso de los teléfonos móviles contribuyó al desuso de los teléfonos públicos, también comenzó a decaer su uso cuando la modernidad los convirtió en uso de tarjetas en vez de monedas.
Así que hoy en día es común mirar a estos teléfonos que antes dieron mucho servicio,abandonados, sucios y hasta con partes arrancadas como los auriculares, pintados con grafiti, con la pantalla quebrada y pedazos de madera en la ranura por donde se debe de introducir la tarjeta, y claro, como ya no son de monedas, ahora ni indigentes se acercan a estos teléfonos porque ninguna utilidad les podría reportar hurgarlos, como cuando funcionaban con monedas que a veces algunas quedaban atoradas o que, al golpearlos arrojaban las mondas por donde a veces las devolvían.
Y aunque ya mucha gente tenga sus teléfonos celulares, podría existir la posibilidad de que alguna vez tengamos que recurrir a uno de estos teléfonos públicos hoy abandonados; en el entendido de aquello de que jamás se debe de decir “de esta agua no he de beber”, porque tal y como dijo “El Principito”: uno nunca sabe. Sin embargo, cuando alguien tenga que usar un teléfono público, el problema podría estar en encontrar alguno que pudiera servir, por las condiciones tan deplorables en que se encuentran la mayoría, si no es que todos estos teléfonos públicos.
¿Pero por qué la compañía telefónica no hace nada por remediar la situación? ¿Acaso estará consciente de que así les dé mantenimiento o instale aparatos nuevos, aun así habrá quien los destruya nuevamente? ¿O dirán en la telefónica que para qué les pone atención si ya casi o nadie los usa? Aunque sería bueno recordar que para todo hay gente; y si bien ya hoy en día mucha gente cuenta con su teléfono móvil, también habrá quien requiera usar un teléfono público.
Se entiende que quienes destruyen estos teléfonos públicos lo hacen por vagancia y por mala leche, porque ni modo que puedan venderlos, pues es obvio que no hay mercado óptimo para estos aparatos, por lo que ninguna utilidad económica se podría sacar del robo o destrucción de los teléfonos públicos.
Pero aparte de los teléfonos públicos tradicionales y pertenecientes a Telmex, hubo un tiempo en que se comenzaron a instalar otros teléfonos de otras compañías, pero exclusivos para usarse con monedas, sin embargo, ahora ya casi no se ven, como que no fueron redituables.
En la esquina de la calle Hidalgo con su cruce con la calle Guadalajara, al oriente del centro de la ciudad, estaba un teléfono público de monedas, de color rojo; pero de la noche a la mañana desapareció. En esa esquina hay un depósito de cerveza, y el encargado de este depósito dice que tal vez lo retiraron por la noche, porque si fue en el día ni ruido hicieron los que lo quitaron. Y comenta esta persona que atiende la venta de cheve, que nunca vio que alguien lo usara, salvo alguna vez que vio que el chofer de un camión urbano se bajó de su unidad y trató de llamar, pero como que no le sirvió o no supo cómo usarlo, porque le dio un manotazo al aparato y aventó el auricular retirándose diciendo maldiciones.
Para los que ahora formamos parte de los adultos de la tercera edad, nos tocó vivir que el uso del teléfono allá en los años 50 y principio de los 60 del siglo pasado, era común ver que los adultos de aquel entonces acudían a la tienda de la esquina o con algún vecino para llamar o recibir llamadas por teléfono; luego ya se hicieron más comunes los teléfonos públicos que funcionaban con monedas de 20 centavos; pero a pesar de ser ya comunes, eran contados, pues tal vez había uno por colonia o en algún mercado o en las plazas públicas, y cuando se encontraba algún teléfono público, se tenía que hacer fila y esperar turno, pero era la costumbre, aunque se fuera a llamar a una estación de radio para pedir nuestra canción favorita. Y aunque en el cuerpo del aparato telefónico decía que los 20 centavos eran para una llamada de tres minutos, daban más tiempo.
Sea pues. Vale.
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