Sergio Ramírez Barba (Pica Lica)
12 de Junio de 2021
CUÁNDO ANDUVE DE TAXISTA, PARA VER QUE SE SENTÍA
Conducía mi taxi con los peligros que acosan en la noche a todos los trabajadores del volante, los agentes de tránsito, los viciosos, los malandrines, los macacos, los cocalecos, los asaltantes, los cuícos y judas en aquél entonces.
Transitando por el boulevard Tepic-Xalisco me pidieron la “parada” (no sé cómo supieron), cuatro damiselas de la vida alegre, airada y trasnochadora. La caponera de ellas (guía) refiriéndose a las otras tres les dijo:- Oigan cabronas, como ya andan pedernales, petardas y chachalacas las voy a llevar a su cantón, cantera o chante, y luego que el chafirete me traiga a la colonia las Areneras (esto es frente a la curva del guayabo).
Acto seguido llevé a la primera a Santa Teresita, la segunda a la Mololoa y la tercera al Infonavit Los Sauces. Posteriormente la llevé a la colonia Nuevo Progreso. Sin más ni más me pagó los cuatro cortes y yo me seguí con la ruta natural que mueve al taxista, que es la fortuita.
Regresé al camino Tepic-Xalisco y me seguí hasta este poblado; pasando la cervecería Corona me solicitaron un servicio a Tepic de ida y vuelta, y lo cumplí.- Ya de regreso en el crucero donde había dejado yo aquella mariposilla, suripanta, la vi con el pantalón de mezclilla con una pierna adentro y otra al aire libre, me sorprendió y más cuando la vi llorosa y con un temblor, mitad miedo y mitad coraje. Casi a gritos me dijo:- ¡Llévame lejos de aquí pero pronto por favor!- Se subió y se puso bien el pantalón, yo ni siquiera volví la cara porque soy bien respetuoso, solamente me di cuenta que no traía calzones, y si traía eran modernos de esos que son tarzaneras y se pudieron haber confundido con los “pelícanos en la playa”.
Tratando de calmarla le pregunté qué le había pasado, y me expresó que al llegar a la casa de otra amiga, ésta estaba tomando y al terminarse el vino o vinagre, decidió mi cliente comprar otra botella y refrescos. Se salió del domicilio y a las tres o cuatro cuadras, tomó un taxi de esos “amarillos” y le pidió que la llevara a un depósito cercano.
El chofer del taxi amarillo en forma espontánea y pronta ya arriba del carro, sacó una navaja y se la puso en el cuello diciéndole ¡Cállate o te mueres!.- La llevó a un lugar menos poblado, la sacó del carro, la desnudó de la cintura para abajo, la trepó arriba del cofre del taxi y sin dejar de amenazarla “con las dos navajas” abusó de ella por la fuerza.
Poco después ya abandonada, llorando se empezó a vestir y vio la torreta de una patrulla de la policía “burricipal”, eso le volvió el alma al cuerpo, corrió hacia los “polecías” y les dijo lo que le había pasado. Los “polecías” eran cuatro y dos de ellos le cedieron el asiento de la caseta. Ya adentro la condujeron a otro lugar y ahí mismo sacaron sus “riflotes y pistolotas” y también abusaron de ella.
Con llantos y sollozos, lágrimas y coraje me preguntaba qué hacer, y yo le dije:- Pues si aguanta otros cuatro buscamos a la judicial y ahí la dejo con ellos ¡No, no, no! Llévame a donde quieras, me voy contigo, te hago pie de casa, te hago piojito, etc, etc.- Le dije mejor agarrara otro taxi amarillo o verde como el partido, porque esos agarran parejo, no se rajan, le entran a todano y a tocho morocho.
Se bajó y airadamente me mentó la madre como treinta veces y me dijo.- De la que te escapaste cabrón porque yo ya tengo tres años con SIDA.
Parecerá increíble, pero así eran nuestros taxistas amarillos y muchos verdes, así era nuestra “polecía” que nos cuidaba todas las noches y así son las pirujas todavía ¡aguas! No salga en la noche aunque traiga tapa bocas.
Lo que sí le puedo asegurar es que ya hay dos taxistas amarillos con “Sidral” y verdes también, hay varios y sabrá Dios cuantos cuicos.