Sergio Mejía Cano
11 de Junio de 2021
Este 10 de junio coincidió en jueves como hace 50 años, fecha fatídica para nuestro país, al volverse a dar otra matanza de estudiantes como la del 2 de octubre de 1968 que, igual que el 10 de junio de 1971, tampoco se olvida ni se olvidará, por ser fechas muy significativas y dolorosas para nuestra nación.
Muchos mexicanos, sobre todo los de más escasos recursos, se fueron dando cuenta de que los ideales revolucionarios y que supuestamente se implantaron posterior a la lucha fratricida que siguió a la Revolución Mexicana, nada más eran letra muerta, pues cualquiera tipo de manifestación por equis protestas que organizara algún sector de la sociedad, de inmediato era reprimida para dar a entender a los manifestantes que calladitos se veían más bonitos.
La represión en contra del movimiento ferrocarrilero en los años 1958-1959, fue una clara muestra de que no estaba todo permitido en nuestro país, y menos pedir mejores salarios o al menos dignos, solicitar servicios médicos tampoco; sin embargo, y gracias precisamente a ese movimiento ferroviario de casi finales de la década de los años 50, poco a poco se fueron otorgando lo que después se les llamó conquistas laborales que, por desgracia, desaparecieron con la privatización de los ferrocarriles.
Pero marcaron a gran parte de la clase trabajadora en su conjunto, porque no nada más los ferroviarios se dieron cuenta de cómo mascaba la iguana, sino trabajadores de otros rubros también sufrieron las consecuencias de gritarle al supremo gobierno revolucionario en turno de que tenían hambre y necesitaban ganar un poco más.
Y en el otoño de 1964, también los médicos, internos, enfermeras y enfermeros, principalmente del Sector Salud tuvieron que probar de las hieles que ofrecía el gobierno federal por sus protestas para mejorar su situación laboral, ya que el conflicto con el sector de los médicos se extendió hasta el siguiente año; y a este movimiento también se unieron médicos de otras instituciones públicas y privadas que, infortunadamente culminó con la represión total para apagar los movimientos de protesta y con una lista negra del personal médico que se extendió a todo el país para que no encontraran trabajo en ninguna institución de salud.
Pero tres años después, en 1968, el gobierno federal en turno dio una muestra más de lo que costaba protestar en el país por el motivo que fuera, ya que surgió el movimiento estudiantil que culminó con la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre.
Un personaje clave en todo esto de la represión gubernamental es desde luego, Gustavo Díaz Ordaz, y si bien no queda muy clara su participación al principio del conflicto ferroviario, sí lo fue después una vez que Adolfo López Mateos heredara la Presidencia de la República Mexicana de manos de su antecesor don Adolfo Ruiz Cortines, pues Díaz Ordaz fue el Secretario de Gobernación y, según algunos historiadores, era el que llevaba las riendas del gobierno debido a la enfermedad que padecía López Mateos en su cabeza.
Y aunque Gustavo Díaz Ordaz asumió toda la responsabilidad histórica de la matanza de Tlatelolco, algunos analistas le achacan el grueso de la actuación del denominado “Batallón Olimpia”, se le atribuye a su Secretario de Gobernación Luis Echeverría Álvarez, a la postre Presidente de México que asumió el cargo en 1970, así que para el 10 de junio de 1971, no hubo otra orden en contrario para volver a reprimir al estudiantado, solo la de Echeverría Álvarez; y se dice que quienes pagaron el pato fueron el entonces regente de la ciudad Alfonso (halconso) Martínez Domínguez y el jefe de la policía del entonces Distrito Federal, Rogelio Flores Curiel.
Y ahora, en la conmemoración del 50 aniversario de aquel trágico acontecimiento de la matanza del “jueves de corpus”, nadie más fue responsabilizado ni juzgado ni sentenciado; sin embargo, lo que sí quedó y ha quedado en gran parte de la ciudadanía, es el repudio en contra de los participantes que reprimieron y asesinaron a decenas de estudiantes de apenas entre los 14 y 20 años de edad, y desde luego, el rechazo total hacia aquellos integrantes del grupo denominado “los halcones” que, con varas de bambú, rifles de asalto y pistolas, se fueron encima de los estudiantes que se manifestaban en apoyo a los estudiantes del estado de Nuevo León.
Hechos trágicos que hacen pensar en cómo, esos elementos de los halcones se atreven a mirar a sus hijos –si es que los tienen o tuvieron- a los ojos, a sus descendientes y demás familiares.
Sea pues. Vale.