Tepic, Nayarit, viernes 29 de marzo de 2024

Nada es para siempre, todo cambia, mas no desaparece

Sergio Mejía Cano

23 de junio de 2020

Parodiando en parte la frase de que “nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”, atribuida a Antoine de Lavoisier, queda claro que en el mundo todo va cambiando; sin embargo, nada desaparece, sino que se transforma;  y esto ha quedado claro en todos los ámbitos habidos y por haber, y desde luego que el periodismo no podría quedar exento de sufrir enormes cambios, pero nada más en forma, porque el fondo sigue siendo el mismo: comunicar e informar.

Anteriormente un personaje público o privado se podría sentir incómodo si se publicaba algo que hiciera referencia hacia su desempeño de servicio, púbico en el caso de algún funcionario pagado por el erario; y en cuanto al privado, en el caso de ser un empresario que fuera señalado por malos manejos en sus negocios, no pagar impuestos o hasta de estar esclavizando a sus trabajadores. Pero da el caso que hoy en día ha quedado claro que gracias a las redes sociales, ahí se desmiente alguna afirmación o se confirma o se le echa más leña al fuego, y todo depende de cómo lo tome el ente señalado que, como ha quedado demostrado últimamente en realidad injurias, infamias y difamaciones de todo tipo en contra de cualquier personaje ya sea público o privado no le hacen mella alguna si deja que todo resbale, porque si trata de impedir que algo en su contra se publique, ahí están las redes sociales que se encargarán de hacer público lo que se trató de censurar y hasta posiblemente corregido y aumentado con más sal y pimienta.

Ahora de nada sirve matar al mensajero, al que informa y da a conocer hechos y actividades de cualquiera persona, porque si bien quien se siente ofendido por lo que se publicó en su contra lo calla ya sea tapándole a boca a determinado periodista maiceándolo o desapareciéndolo, de todos modos ahí están las redes sociales a las que es prácticamente imposible hacer que guarden silencio; y si bien podría haber cierta forma de censura en dichas redes y que desaparezcan alguna información ya sea por favor o conveniencia a determinados intereses, si ya se desparramó una noticia en las redes, esta corre casi de inmediato y no nada más localmente, sino hasta mundialmente, y aunque la hayan borrado del máster, de todos modos ya quedó en infinidad de computadoras personales y teléfonos móviles; así que los que han atentado o piensan atentar en contra de periodistas supuestamente incómodos para alguien, se sacan la misma, porque de que se da a conocer una información, se da porque se da, y si bien podría ser una vez nada más, por ahí queda para revivirla en otro momento más adecuado.

En el sexenio de Vicente Fox Quesada, apareció una caricatura en algunos medios con una frase que también se corría en los correos electrónicos, que decía más o menos que “por qué le dicen a Vicente Fox el perro, porque nada más a puros ‘periodicazos’ entiende”, y esto debido a que las redes sociales no ofrecían el servicio que ahora dan, y aún funcionaban las notas fuertes en los medios impresos, radiofónicos o televisivos; sin embargo, hoy en día, toda información que llega a través de estos medios tradicionales de noticias, de inmediato mucha gente recurre a las redes para confirmar si es cierto o no y, aunque se compruebe que es falsa alguna noticia, si conviene a alguien para hacer ruido y fines aviesos o intereses de algún tipo, la difunde para ver si es chicle y pega o nada más para hacer la mosca chillar.

Allá por los años 70 del siglo pasado, circulaba una publicación de “Publicaciones Herrerías”, que después editaba “Novedades Editores”, que se llamaba “El libro policíaco”, y en uno de estos libros policíacos aparece una historia de unos supuestos periodistas que se la pasaban extorsionando servidores públicos y empresarios, hasta que uno de estos últimos no aguanta la presión y manda darles un escarmiento a los pseudo periodistas; no los matan, pero si les quiebran los huesos de las manos y en sí, no los dejan “buenos ni para vendedores de billetes de Lotería” (sic). Obvio que esto es ficticio e ignoro si en la vida real se hayan dado casos parecidos; sin embargo, hoy en día, un político, un servidor público o algún empresario, no se dejaría impresionar por un caso similar, pues si es pensante y congruente consigo mismo, sabría que si existiera algún tipo de periodista que lo amagara con publicar determinada cosa sobre su vida pública o hasta privada, de nada serviría tratar de callarlo de algún modo, pues
de todos modos no podría tapar el Sol con un dedo.

Sea pues. Vale.

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