Tepic, Nayarit, martes 19 de marzo de 2024

Reconfortar la fe en la democracia

Manuel Aguilera Gómez

04 de Mayo de 2017

Es muy conocida la expresión de Sir Winston Churchill: “La democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los sistemas políticos restantes”. Sin embargo, nadie nos alertó acerca de las demenciales sumas de dinero que se requerían para su funcionamiento. Las prácticas democráticas involucran negocios de dimensiones descomunales.

América Latina ha sido escenario de una larga lista de golpes de Estado. En una infinita cadena de atropellos, la terrible experiencia de Chile fue un testimonio inequívoco de la decisión de la Casa Blanca de apelar al cruento golpe de estado para no permitir el advenimiento de gobiernos progresistas surgidos de la voluntad popular. Sin embargo, a finales de los años 80s, el Departamento de Estado informaba a los líderes de los ejércitos latinoamericanos su decisión de no reconocer a ningún gobierno que no fuese producto de la voluntad popular expresada en las urnas. Muy pronto los mandos militares de Guatemala conocerían el alcance de esta nueva política cuando pretendieron expulsar al presidente Cerezo de su cargo. Esta vocación democrática fue refrendada en el Consenso de Washington al desaparecer el “peligro socialista”, es decir, cuando demolido el Muro de Berlín, se disipó el riesgo de que la rebeldía cubana se propagara por América Latina.  

A partir de 1929 y hasta el año 2000, México vivió la experiencia de gobiernos surgidos de un solo partido político. Los gobiernos fueron sucesiones pactadas por las principales fuerzas políticas coaligadas bajo de siglas de un partido predominante con diversas denominaciones: PNR, PRM y finalmente el PRI. Los demás partidos políticos desempeñaron un papel presencial en los comicios.

Con la derrota del PRI en las elecciones presidenciales de 2000 por parte del PAN, se inició un incierto camino hacia la democracia. 12 años de gobiernos panistas y 5 de un gobierno priista han producido una gran decepción en la sociedad, ávida de gobiernos con autoridad suficiente para impulsar el desarrollo  y brindar la seguridad. La decepción no parece ser privativa de la realidad mexicana sino está muy extendida en el subcontinente latinoamericano como lo demuestran las informaciones de Latinobarometro. Se  propaga la impresión de que los gobiernos surgidos de los procesos democráticos no sirven a la sociedad sino a los intereses de los políticos.

En un ambiente hostil, se están llevando a cabo las elecciones en los Estados de Coahuila, Nayarit y Estado de México.  Atendiendo al elevadísimo número de electores y a peculiaridades políticas, las del Estado de México han despertado cierto interés morboso debido a los intereses políticos en juego.

Con este motivo se organizó la semana pasada un debate entre los seis candidatos registrados, debate desdeñado por las cadenas televisivas comerciales porque no les significaba ningún provecho económico. Naturalmente, sus comentaristas calificaron de “rígido, insípido, aburrido” el  formato. ¿Solo ellos son capaces de crear un formato atractivo? En rigor, el llamado debate no fue muy diferente al que presenciamos entre la señora Clinton y Donald Trump en las semanas previas a las elecciones norteamericanas.

De un lado, los aspirantes a ser electos gobernador(a) se dedicaron a autoelogiarse y, de otro, a exhibir las miasmas morales de sus adversarios. Fue patética la evasión de la realidad. Todos afirmaron tener experiencia en materia de administración financiera, pero ninguno abordó el tema de los ingresos del gobierno del Estado. Todos hablaron de cómo gastarían los fondos públicos, pero ninguno aludió a la forma de acrecentarlos. Todos ofrecieron dádivas para las personas, especialmente el llamado bono rosa ofrecido por Del Mazo a las amas de casa, pero nadie hizo alusión alguna respecto de la forma de financiar tales ofertas.

En el caso de la inseguridad, los estoicos observadores del debate trasmitido por la televisión estatal se percataron de que no hay sustancia en los planteamientos de los aspirantes a gobernar la entidad más populosa de la República. Desconocen por completo el tema.

En fecha muy cercana se llevará acabo un segundo debate. Será la ocasión para demostrar la sinceridad  en sus planteamientos de políticas  públicas  y su conocimiento de las medidas a tomar para que el gobierno cumpla con dos compromisos fundamentales: masificar las oportunidades de empleo decorosamente remunerado y brindar seguridad a las personas y sus patrimonios. Es la oportunidad de reconfortar la fe en la democracia.

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