Tepic, Nayarit, jueves 18 de abril de 2024

Debilidad incompetente frente a la prepotencia imperial

Manuel Aguilera Gómez

21 de Febrero de 2017

Los primeros treinta días al frente del gobierno más poderoso del mundo, ha sido para el señor Donald Trump una experiencia frustrante. Animado por el éxito de sus desplantes provocadores, de sus ofrecimientos desmesurados a lo largo de su campaña electoral, se propuso iniciar su gestión al frente del Poder Ejecutivo de la Unión Americana con una serie de medidas plasmadas en órdenes ejecutivas (decretos) inspiradas en móviles claramente xenófobos, anti-extranjeros, aislacionistas, tanto en los terrenos migratorio como  comercial.

Sus medidas en el terreno migratorio pronto toparon con la ley. Los tribunales judiciales estadounidenses las juzgaron como acciones persecutorias de las creencias religiosas y, por lo tanto, obligaron a suspender su aplicación. Fue un terrible revés político a su primer gran decisión encaminada a impedir el acceso a territorio estadounidense de los residentes en los  países donde se profesa mayormente el islamismo.

En el terreno comercial, algunas compañías internacionales fueron amenazadas con un tratamiento fiscal hostil si proseguían con sus planes de expansión en el territorio mexicano. Contratistas de los proyectos bélicos del Departamento de la Defensa, algunas doblaron las manos; otras, mostraron rebeldía a reverenciar las pretensiones gubernamentales. Si bien está presente en el catálogo de amenazas del gobierno norteamericano, el asunto ha perdido eficacia política, en espera de la renegociación del TLCAN.  

De inmediato apeló a una cuestión que no despierta simpatía en la opinión pública mundial: el muro fronterizo. El debate se cifró en la forma de financiarlo lo que dio origen a una innumerable catarata de opiniones insensatas en ambos lados de la frontera. ¡Mucho ruido, pocas nueces! Es claro que la construcción del muro va a proseguir pero no lo pagará el gobierno mexicano.

Desangeladas a causa del anuncio del presidente mexicano de declinar sus visita a la Casa Blanca, las relaciones entre ambos gobiernos entraron en una fase de frialdad diplomática, salpicada por una serie de malintencionadas filtraciones informativas a medios periodísticos a las que la Cancillería mexicana no es ajena, en el afán de su Titular de mostrarse como el “componedor irremplazable” gracias a su talento y a la cercanía con algunos  influyentes asesores en la oficina oval. Sus allegados repiten en voz baja y en las columnas periodísticas que los primeros frutos de su eficaz papel ya están a la vista: primero, las referencias públicas del Trump hacia el presidente de México son ahora muy corteses (“es un joven bien intencionado”); y segundo,  se ha logrado que el secretario de Estado norteamericano visite esta semana la Ciudad de México como signo de buena voluntad para comenzar a recomponer el clima de relaciones amistosas entre ambos países. Triunfos de la Cancillería.

El fondo del problema está entre nosotros, en todo del gobierno: el Poder Judicial está mostrando la suciedad moral que lo rodea. Gracias al imperio de la democracia, el Poder Legislativo se ha tornado en una carpa de circo pueblerino, pista propicia para el desenfreno político, desprovisto de todo respeto a las ideologías, ajeno a los intereses del pueblo que dicen representar.  Y un Poder Ejecutivo desprestigiado, sin respaldo popular, interesado sólo en la maniobra electoral, asfixiado en su incapacidad de brindar seguridad a los gobernados. Este esquema se reproduce a escala en las entidades federativas, gobernadas –casi sin excepción-- por señores feudales dedicados a enriquecerse sin coto ni vergüenza, a ciencia y paciencia del gobierno federal.

En este espacio periodístico he repetido que los políticos mexicanos se horrorizarían si conocieran las opiniones que, en Washington, se tiene de la clase política mexicana, de sus complicidades con el crimen, de sus propiedades en Nueva York y Miami, de sus fortunas escondidas en Panamá o en Islas Caimán, de su vida licenciosa en Las Vegas. En su opinión, la pobreza del pueblo mexicano es obra de la inmoralidad de sus gobernantes.

En entrevista a un diario inglés, el presidente Trump aludió a la incapacidad del gobierno mexicano de poner orden en su casa. El índice de homicidios violentos es altísimo, el descontrol sobre las policías es patente, la complacencia de los gobiernos locales a las actividades ilícitas es  inocultable, el imperio de la ley es algo enteramente desconocido. “El presidente Peña no ha podido controlar esta situación generada por los ; lo queremos ayudar, porque está poniendo en riesgo la seguridad interna de los Estados Unidos.” fue su concluyente opinión.

Estamos enfrentando una realidad inocultable: nuestra debilidad incompetente frente a la prepotencia imperial.

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