Tepic, Nayarit, viernes 29 de marzo de 2024

La economía global al borde del cataclismo

Octavio Camelo Romero

08 de Agosto de 2016

Para nadie es desconocido el entramado internacional del capitalismo. Quizás, los que algunos desconozcan son las leyes objetivas del sistema que han provocado semejante situación. Desde la década de los años 70 del siglo pasado ya se vislumbraban las nuevas condiciones del desarrollo capitalista. Por efecto de la competencia feroz entre los grandes capitales enfundados en monopolios y oligopolios, se cumplían “las profecías” del genio de Carlos Marx: el capitalismo desataría e impulsaría el desarrollo vertiginoso de las fuerzas productivas materiales y sociales. La lucha entre los capitales por la preservación de su existencia social estaba vinculada a la lucha por mantener su presencia en el mercado y por encontrar nuevos mercados para su valorización. Este último aspecto de la lucha lleva a la demolición de las barreras político-territoriales y a enfundar la acción dentro del planteamiento político-ideológico de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad. Sin embargo esta trilogía tendría otras connotaciones muy distintas a las tenidas en los tiempos en que nacía el capitalismo y luchaba contra el feudalismo. Sería un nuevo “Renacimiento” que reclamaba la liberación de los mercados para hacer posible el libre tránsito de las mercancías y de los capitales. Se requería de nuevos instrumentos legales, de los acuerdos entre los diversos países para tal efecto. Por eso surgieron el GAT, el TLC, entre otros.

Las condiciones socio-materiales requeridas para el desarrollo del capitalismo en los periodos de los años 70-80 del siglo pasado requerían del respaldo político de los gobiernos dominantes del mundo. Fue en esas circunstancias que Margaret Thatcher, Karol Wojtyla y Ronald Reagan constituyeron el triunvirato ideológico del “Neoliberalismo”, del “liberalismo de nuevo cuño”.

Por su parte China avanzaba por la senda del capitalismo que bautizaron como “socialismo de mercado”. Su vasto territorio y su abundante mano de obra lo hacía un país ideal para la conquista de su mercado. Una mano de obra barata siempre ha sido un atractivo para la inversión productiva. Si a esto se le suma un transporte también barato, entonces la inversión resulta por demás seductora. Eso le permitió ser un “país atractivo” para el capital líquido internacional, el cual ya tenía serios problemas para su inversión en los países tradicionalmente capitalistas. Por efecto del desarrollo vertiginoso de la ciencia y la tecnología aplicada a la economía, se dejaba sentir la presencia de la ociosidad del capital enfundada en lo que se conoce como la sobreacumulación. El uso de la tecnología instalada empezó a tener problemas por la sobre-oferta en un mercado cada vez más restringido y limitado. Empezó a haber una sobre-oferta de capitales líquidos que vieron en China la oportunidad de su valorización, de su inversión rentable o del cumplimiento de la reproducción ampliada del capital. China se convertía en la salvadora del capitalismo en crisis tanto de finales del siglo pasado como de los años 2008 y 2009 de este siglo. Nuevamente resurgía la figura de Carlos Marx con sus premoniciones hechas en sus obras de juventud, sobre todo, en el “Manifiesto Comunista” de mediados del siglo XIX. El capitalismo se universalizaba, esto es, conquistaba todos los rincones del mundo y los entramaba en un complejo sistema.

Sin embargo el desarrollo de la economía china por la senda del capitalismo tendría sus efectos para el propio sistema. La producción mercantil del “Dragón Rojo” desplazaría la producción de los antes países dominantes: Estados Unidos, Reino Unido, Unión Europea, Japón, etc. La aportación del PIB de esos países al Producto Mundial se reduciría sensiblemente en tanto que el PIB chino incrementaría su participación porcentual. Esta situación se traduciría en un decrecimiento de la producción industrial de dichos países y en un sobre-crecimiento de la inversión en las bolsas de valores. El crecimiento de la inversión especulativa contrasta con el decrecimiento de la economía real. Por eso, es perfectamente previsible el estallamiento de otra crisis en el capitalismo global. En fin.

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