Tepic, Nayarit, jueves 28 de marzo de 2024

Asignatura pendiente en la UAN: democracia

Ulises Rodríguez

02 de mayo de 2016

La mañana del pasado miércoles 27 de abril, en un evento convocado por los dirigentes del sector académico (SPAUAN) y estudiantil (FEUAN), Carlos Muñoz –“Carlitos”, como se le conoce no sé si por su estatura física o más bien por su estatura como líder- y el controvertido Ángel Aldrete Lamas, respectivamente, se presentó al maestro Ignacio Peña como el aspirante oficial de estos dos sectores -¿o acaso de sus dirigentes?- para que se convierta en el sucesor de Juan López Salazar en la rectoría de la Universidad Autónoma de Nayarit.

Dicho evento me recordó mucho, en lo personal, a los “destapes” que se realizaban durante la época de la “dictadura perfecta”, donde se presentaba a la opinión pública al secretario de estado que había sido socorrido por el presidente en turno para que se convirtiera en el candidato del PRI a sucederlo y, de acuerdo a los usos y costumbres antidemocráticas de la época, ese funcionario se convertía de facto también en el próximo presidente de México. Enmarcados en esas prácticas, encontramos conceptos definitorios de esa época tales como “cargada”, “destape”, “dedazo”, mismos que no han perdido por desgracia su vigencia. En la vieja usanza del PRI, cuando se llevaba a cabo el “destape”, los tres sectores del PRI, el sector obrero encarnado en la CTM, el popular en la CNOP y el campesino, representado por la CNC, le brindaban su apoyo al recién designado candidato, es decir, se producía “la cargada” hacia el hombre que muy pronto se convertiría en presidente. En aquella vieja usanza, los sectores del PRI no decidían, ese privilegio estaba reservado exclusivamente para el presidente de México, el papel de los líderes de las organizaciones afiliadas al revolucionario institucional era más bien el de avalar al hombre ungido por el mal llamado “jefe de las instituciones nacionales”.

En el evento al que acudió Jorge Ignacio Peña para ser destapado como el candidato a rector, tanto Ángel Aldrete como Carlitos Muñoz le ofrecieron el apoyo de los consejeros que están en sus respectivas organizaciones, mismos que junto a los consejeros que representan a la rectoría, hacen el total de 96 de un total de 118 miembros del consejo. Fue notoria la ausencia del dirigente del SETUAN, Dip. Luis Manuel Hernández Escobedo, a quien le cayó de perlas la comisión legislativa para asistir a la COPECOL, en el estado de Coahuila y no estuvo en la ciudad cuando se sepultaron las posibilidades de Humberto Lomelí Payán de convertirse en el próximo rector. Hernández Escobedo era el principal impulsor y cabildero de las aspiraciones del actual director de la Unidad Académica de Derecho.

Rectores han ido y venido en la UAN. Cada hombre que ha ocupado la rectoría ha impuesto su sello y ha enfrentado coyunturas que han definido a través de su historia, el derrotero de la máxima casa de estudios de los nayaritas. Hubo rectores conciliadores como Germán Rodríguez, aves de tempestad como Petronilo Díaz Ponce, defensores de la autonomía universitaria al estilo de Fco. Javier Castellón Fonseca y otros más de gris desempeño, Omar Wicab y el rector en funciones, Juan López Salazar. Los rectores son transitorios, el verdadero control de la vida política, económica y administrativa de la UAN está depositada en un triunvirato conformado por los dirigentes de la FEUAN, de la SPAUAN y por Luis Manuel Hernández Escobedo, dirigente del SETUAN desde el 28 de julio de 1979.

La asignatura pendiente en la UAN sigue siendo la democracia. Es necesaria una representación auténtica de quienes ejercen el cargo de los consejeros y tienen la responsabilidad de elegir al próximo rector. No deben olvidar ellos –los consejeros-, que fueron electos por los estudiantes y los maestros, que es a ellos a quienes deben su lealtad, no a los dirigentes. Los dirigentes sectoriales pueden orientar, exponer sus razonamientos de aquello que creen mejor para su organización, pero no deben jamás, reclamar la obediencia de la base para avalar imposiciones que benefician más a sus intereses personales que a la propia universidad. De corazón espero que los consejeros así lo entiendan, que si desean votar por Ignacio Peña –como lo manifestaron la semana pasada- lo hagan, pero que lo hagan por convencimiento propio y no por una mera consigna.

LOMELÍ PAYÁN, DE VICTIMARIO A VÍCTIMA.

En redes sociales vi a algunos amigos indignarse frente a lo manifestado en el desayuno del miércoles pasado. No obstante, el lamento de ellos no era por la ausencia de procesos democráticos en la UAN, sino más bien porque consideraban que se estaba cometiendo una injusticia en contra de Humberto Lomelí Payán.

Para quien esto escribe, resulta casi una maldición contar con una memoria tan extraordinaria como la que tengo. Pues bien, cuando leí estos posteos a los que hago mención, me vino a la mente la elección de director de la Unidad Académica de Derecho en el 2012. A 4 años de distancia de aquella elección, al recién doctorado Humberto Lomelí Payán le toca jugar el papel de res sacrificada, pero en el 2012 su comportamiento fue el de un ambicioso y cruel carnicero. Hoy se queja de la antidemocracia en la Universidad y de la cooptación a decenas de consejeros, pero parece olvidar que hace apenas cuatro años usó los métodos más viles para ganarle la elección a un hombre digno, académico de verdad y abogado con principios, el Dr. Alfonso Nambo Caldera.

Eran los últimos días del mes de junio de 2012 y yo tenía menos de una semana de haber arribado a Tapachula, Chiapas, cuando recibo una llamada de mi ex novia –cuyo nombre me tomaré la libertad de omitir por temor a provocarle un infarto, sólo diré que era una linda chica de verdes ojos y piel blanca con pecas, linda aunque priísta, una especie de Beatriz Paredes bonita y sin Huipil-. El proceso para elegir al sucesor de Salvador Madrigal Martínez estaba en su punto más álgido. Del otro lado del teléfono, ésta chica me pedía mi intervención para convencer a dos amigos míos –consejeros en ese entonces- de que votaran en bloque con ella por el maestro Lomelí. Actuaba ella como cabildera del ex dirigente de la FEUAN que veía la dirección de la Unidad Académica de Derecho como el vehículo que lo llevaría en el 2016 a la rectoría de la UAN. Tenían –según me lo contó-, quienes operaban a favor de Lomelí, total libertad para ofrecer a los consejeros dinero, posgrados, veranos de investigación, cargos administrativos y todo lo que hiciera falta para comprar los votos que garantizaran la elección de Lomelí Payán. Me disculpé con ella por no poder ayudarla, eran mis amigos sí, pero también hombres libres, no creíamos nosotros en “líneas”, le recriminé que si no le daba vergüenza apoyar a un tipo como Lomelí Payán. Al final, me llevé desagradables sorpresas de ese proceso, pudo más la conveniencia en la mayoría de los consejeros que una auténtica oferta de mejora educativa para la Unidad Académica de Derecho.

Desde que llegó a la dirección de derecho -incluso antes-, Humberto Lomelí Payán encaminó todos sus esfuerzos hacia la rectoría de la UAN. Ambicioso como es, pensó que ante el fracaso de su carrera política –perdió la elección para diputado local por el 4to distrito en 1999-, quizá la política universitaria sería más benevolente con él. Desde hace al menos un año comenzó a moverse en distintos medios de comunicación y a hacer declaraciones futuristas sobre sus aspiraciones, afirmaba Lomelí que “se sentía preparado para ser rector”… no lo será, según parece.

Finalizo con otra frase emblemática del viejo sistema político mexicano, don Fidel Velázquez dijo alguna vez que “quien se movía, no salía en la foto”. Pues bien, Lomelí Payán se movió como una especie de Chivo en cristalería. Esta vez, ni su playera de FEUAN lo pudo salvar… la Federación apoyó a Jorge Ignacio Peña.

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