Tepic, Nayarit, jueves 28 de marzo de 2024

Asesinato

Angélica Ortiz Dorantes

29 de marzo de 2015

La mañana del seis de octubre de 1978, el político nayarita Gilberto Flores Muñoz y su esposa, la señora Asunción Izquierdo, aparecieron muertos a machetazos en su domicilio de Avenida de las Palmas, en la Ciudad de México. La importancia del personaje —era el director de la Comisión Nacional de la Industria Azucarera y había sido senador de la República, gobernador de su estado natal y secretario de Agricultura, entre otros cargos— hizo que la prensa nacional cubriera ampliamente la noticia del doble homicidio. Cinco días después del hallazgo de los cadáveres, se leyó en primera plana: “EL NIETO: ¡YO LOS MATÉ! Gilberto Flores Alavez se confesó culpable de haber asesinado cruelmente a sus abuelos.

El horrible homicidio cometido en las personas del conocido político y director de la Comisión Nacional Azucarera, ingeniero Gilberto Flores Muñoz, y de su esposa, Asunción Izquierdo de Flores, quedó esclarecido al descubrir elementos de la policía judicial del Distrito Federal, al mando de Enrique Gándara Chacón, la lima con que Gilberto afiló burdamente el machete homicida, el reconocimiento de su atroz acto lo hizo ante el procurador Agustín Alanís Fuentes, su propio padre el doctor Gilberto Flores Izquierdo y…” (La Segunda de Ovaciones 11/oct/1978).

El escritor y periodista, Vicente Leñero, da cuenta pormenorizada de este caso en su libro Asesinato (Plaza y Janés, 1985). Cuando uno lee la obra de Leñero, se queda con la sensación de que Gilberto fue obligado a declarar por medio de la tortura; de hecho, se retractó de la manifestación en que aceptó su autoría. Sin embargo, también parece haber prueba inculpatoria contra el “asesino confeso”: varios de quienes se encontraban en la casa el día del asesinato, declararon que Gilberto no se alteró al enterarse de que sus abuelos estaban muertos; el machete con que mataron a los Flores Izquierdo fue comprado por el propio Gilberto en compañía de su amigo Anacarsis Peralta, y este último sostuvo que: “al preguntar a Gilberto cuál era el propósito de comprar el aguarrás, que éste le contestó que era para dormir a sus abuelos antes de matarlos y que después él rectificó diciendo que el aguarrás era para despintar la cabaña que iba a tirar, cosa que al de la voz le pareció ridículo…”.

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