Tepic, Nayarit, jueves 25 de abril de 2024

El secreto de la productividad china

Octavio Camelo Romero

30 de septiembre de 2014

Sin duda alguna que uno de los temas centrales de académicos y empresarios del mundo es el tema de la “productividad china” por cuanto las mercancías del Dragón Rojo invaden al planeta y dominan los mercados locales, nacionales e internacionales. La explicación usual a ese fenómeno es la relacionada con la productividad china; se dice de ella que el país asiático cuenta con procesos altamente tecnificados y robotizados y que por lo tanto, el costo unitario de las piezas es mucho menor que en cualquier otro país con tecnología media. Algo debe haber de eso, pero también existen otros factores no menos importantes de los cuales con una muestra queremos dar cuenta.

Los sucesos ocurrieron y ocurren en Italia en el centro textil más importante de Europa, en la localidad de Prato, algo así como la capital de la provincia del mismo nombre de la región de Toscana. Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araujo, dos periodistas españoles protagonizan una investigación para su libro “El Imperio Invisible” y develan muchos de los secretos chinos gracias a los cuales han dominado y están dominando al mundo, incluyendo países otrora potencias económicas como EEUU, Japón, URSS, el Reino Unido y la Unión Europea. En la ciudad de Prato existe una especie de ciudad industrial que los italianos llaman Macrolotto. Allí se fabrican prendas de vestir de todas las calidades, desde las muy baratas que inundan los mercados hasta las de marca, las de “made in Italy”. En un reporte del estado italiano elaborado en el 2006 se especifica que los chinos son parte esencial del made in Italy, que sus talleres están jugando un papel fundamental en la competitividad de sus marcas. Y no es para manos cuando se producen cuatro faldas, cuatro pantalones y dos camisas por segundo durante los 365 días del año. Los 260 negocios chinos de un total de un total de 435 en Macrolotto, están abiertos las 24 horas de cada día del año.

El negocio textil de Prato había iniciado en el siglo XIII y florecido en el XVIII y en la postguerra de la segunda guerra mundial. Pero los pratenses se dedican a la producción y manufactura de telas e hilos. Su modelo era y es del negocio doméstico. Cada familia estaba especializada en una parte de la manufactura y la suma del trabajo de todas ellas permitía cubrir el ciclo completo de la producción, desde la importación de los fardos de algodón y pieles hasta la exportación de las finas telas. Por lo tanto la inmigración de chinos en la década de los años 90 del siglo pasado y su dedicación a la confección de las piezas de vestir, más que a competir con los lugareños, venían a complementar todo el ciclo de la industria textil.

Una vez que China ingresa a la Organización Mundial del Comercio, OMC por sus siglas, la competencia asiática conduce a los productores pratenses a reducir sus costos si es que pretendían seguir en el negocio. Y se dan cuenta de los bajos precios de los productos chinos, motivo por el cual los compran para usarlos como insumos o revenderlos. Y es que el trabajador chino trabaja día y noche, duerme en el centro de trabajo a un lado de su máquina, come allí mismo, no sale, acepta condiciones de trabajo insalubres y no se organiza para defender sus derechos. En los accesos a los centros de trabajo existen instaladas cámaras que permiten a los patrones chinos saber con antelación la llegada de las autoridades para ordenar la salida por las puertas de escape, de los indocumentados, y simular que la nave está vacía. Dicen los periodistas españoles que tales condiciones de trabajo son la punta del iceberg del fenómeno determinante del éxito chino en Prato. Más bien del éxito chino en el mundo. En fin.

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