Tepic, Nayarit, viernes 29 de marzo de 2024

DIÁLOGOS DE SORDOS, SÍNTOMA DE AUTORITARISMO  
Salvador Mancillas

08 de junio de 2011

 

¿De qué sirve la libertad de expresión en un medio autoritario? Porque no se creerán el cuento de que vivimos en una democracia sólo porque hay elecciones. El autoritarismo lo vivimos en la escuela, en la universidad, en la familia, en las instituciones de justicia, en el gobierno, en fin, lo vivimos cotidianamente. Es la atmósfera natural que respiramos y que nos envenena todos los días.

La exclusión es expresión de autoritarismo, como lo es la tendencia a no escuchar a la gente, porque ahí donde hay diálogo de sordos, la democracia no tiene futuro. Nuestros comicios de gritos y sombrerazos no son ninguna garantía de mejoramiento de las instituciones, pues estas seguirán igual mientras las prácticas autoritarias, clasistas, jerarquizantes, homofóbicas y burocráticas no se modifiquen.

Hace días, en este mismo espacio, el senador Javier Castellón escribió un artículo sobre el monto de los impuestos que no han llegado a las arcas de la Universidad Autónoma de Nayarit porque, evidentemente, están retenidos por el gobierno. El resultado: No ha tenido ningún efecto. Y se trata de un senador. ¿Qué se siente no ser escuchado? Imaginen lo que pasará con los simples mortales que no tienen ningún tipo de representación ni posibilidades, siquiera, de mandar un correo electrónico a alguna autoridad para manifestar un punto de vista o una simple inquietud.

En nuestra sociedad domina el desprecio a quien reclama y el ninguneo a quien exige o al que simplemente pregunta qué está pasando en un ámbito de interés público. La ausencia de interlocución es el indicador más fuerte de autoritarismo. Ni los de arriba escuchan a los de abajo, ni los políticos se escuchan entre sí.

La Universidad Autónoma de Nayarit, por cierto, no escapa a esta condición autoritaria, máxime ahora que se encamina inexorablemente al padillismo estilo U. de G., hacia una forma de control clientelar más ponzoñosa y letal que las heredadas de la vertiente del PRI retrógrado de los años sesenta, por el ejercicio de la violencia ideológica y la exclusión programática de quienes ejercen la libertad de expresión y de cátedra.

Los universitarios somos “libres” de criticar, según eso, pero una vez dicha una expresión, un señalamiento mínimo, la maquinaria autoritaria trabaja para convertirte en enemigo tácito, en bicho aislado al que muchos temen dirigirte la palabra o mantenerte siquiera como amigo en el Facebook ante el temor de que los consideren compañeros de una misma idea o de un punto de vista heterodoxo.

En suma, en cuestiones de democracia, nuestra universidad saldría más reprobada que cualquier otra institución de Nayarit o de México. Y se supone que es la que nos debe educar a todos los profesionales. Por eso muchos podrán preguntar, legítimamente, de qué sirve un impuesto millonario si la universidad, como institución, se niega a democratizar sus bases políticas y a dar una forma pertinente a la organización académica, como lo están haciendo muchas universidades de México y el mundo desde hace más de treinta años, cuando lo empezaron a exigir con urgencia los cambios estructurales de la sociedad post industrial. Todos lo saben ahí adentro de la universidad desde hace años; no necesitan que uno lo repita.

Pero no pasará nada. No les conviene cambiar a los usufructuarios de la política clientelar que domina en la universidad. Ignorar deliberadamente y con malicia algo, sólo porque no conviene, ¿no es autoritarismo puro? El diálogo de sordos es una forma de ser y de proceder peligrosa, porque el silencio, la ausencia de respuestas de los responsables de darlas, son como un sable de filoso mutismo que corta, de tajo, toda posibilidad de construcción social. En este contexto, el asunto del doce por ciento es pecado menor. Una bobería. Claro, es una oportunidad para erigirse en heroico defensor de nuestra “máxima institución educativa”. A los profesores que ejercemos la libertad de expresión, en cambio, nos toca cargar con la etiqueta de “enemigos de la universidad”, así como quienes protestan contra un gobierno pueden ser considerados enemigos de Nayarit o inclusive de México. Esta es nuestra maravillosa democracia. Nuestro paraíso político.

 


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