Tepic, Nayarit, jueves 18 de abril de 2024

¡Cuánta falta nos hace el arquitecto Navarro Quintero!

Ulises Rodríguez

22 de Septiembre de 2021

Me sumé a Juntos por Nayarit en 2005. Apenas unos meses antes de la elección a gobernador en aquel año, donde el doctor Navarro, senador con licencia en ese entonces, era candidato de la alianza que conformaban el PRD, el PT y el PRS, a la gubernatura. Venía el doctor de una ruptura con el PRI por haber sido víctima de un fraude electoral en la elección interna para elegir candidato, misma que finalmente favoreció a Ney González, por órdenes del entonces dirigente nacional, Roberto Madrazo. En aquel movimiento de la mayor pluralidad, había personas de todas las profesiones, de diverso origen partidista incluso, de diversos estatus económicos y muy diferentes formas de pensar. Había de todo, menos delincuentes. 

Era un placer coincidir en ese movimiento, con hombres como el licenciado Rafael Díaz Mayorquín, Marco Tulio Delgado, Braulio Pérez Valdivia, José Manuel Sifuentes padre y con mujeres como las maestras María Luisa Pérez Valdez, Emma Díaz López y Laura Ochoa Bueno, además de cientos de personas más. Allí estaba el licenciado Echeagaray, compadre querido del doctor Navarro y el arquitecto, su hermano que en los años setentas había sido presidente del Congreso y alcalde de Tepic, además del más político de los políticos que haya conocido. El arquitecto era fuente inagotable de sabiduría y de temple. Las pláticas y reuniones con él se prolongaban por horas y él, a diferencia del doctor, poseía una agudeza pocas veces vista para conocer a quienes les rodeaban. El doctor es más emoción, el arquitecto era más razón e instinto. Juntos, era una mancuerna ideal. 

Recientemente llegó al poder el doctor Navarro, pero no estoy seguro si llegó Juntos por Nayarit. En todo caso, llegó un Juntos por Nayarit muy diferente al de aquellos años. Si el arquitecto estuviera todavía con nosotros, personajes como Héctor Santana, Any Marilú Porras y muchos otros robertistas hoy enquistados en el Poder, no estarían en esos lugares. Seguro estoy también de que, con un mes de funcionamiento, el Arquitecto ya habría invitado, respetuosamente, a la actual presidenta del Congreso, a su oficina de la Veracruz para contarle historias de su vasta experiencia política donde vio, decenas de veces, caer hasta el fondo a personajes mucho más encumbrados de lo que ella ahora está, por cometer el pecado común de muchos que nunca habían tenido poder: la soberbia. Todavía más. 

Aprovechando que su oficina estaba casi frente a la Casa del Diputado Polo Domínguez, el arquitecto, posiblemente invitaría a Alba Cristal Espinoza a ver junto con él por su ventana y, haciendo a un lado sus persianas, señalaría la casa del ex líder del congreso, para decirle que hoy está allí, en su casa, un hombre que pensó que la alcaldía de Tepic y la presidencia del Congreso lo harían gobernador y que tuvo el error de ser soberbio y hoy está allí, en casa, tranquilo y acaso olvidado a tan sólo unas semanas de haber dejado su último encargo. La diputada Alba tiene la posibilidad de mirarse en el espejo de Polo Domínguez y no caer en los mismos errores que él. 

El arquitecto le diría a la joven presidenta que su deber es conducir a sus compañeros, no manejarlos como ganado aprovechando las limitaciones de entendimiento que los mismos tienen. Él mismo lo hizo, cuando ocupó la misma silla que hoy ocupa la hija de un aguerrido político ixtlense de izquierda. La diferencia fue que él supo conciliar los intereses con los diputados de izquierda elegidos para aquel trienio, no los pisoteó ni se burló de ellos, pese a que entonces, igual que hoy, el dirigía a la mayoría en el Congreso. Posiblemente, el arquitecto, siempre amable y sencillo, hablaría de que es innecesario tratar mal a los trabajadores, tronar los dedos u obsequiar desdén al personal más modesto del Congreso, para mostrar superioridad. La altura de miras no es algo que venga intrínseco con los cargos públicos, eso se gana mirando de frente a los soberbios y con respeto a los modestos. 

Si el arquitecto Navarro estuviera con nosotros, muchas cosas no estarían ocurriendo.

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